Hades la miraba con un brillo en sus ojos que Mel podría denominar "ternura" jamás nadie la había mirado así por lo que lo ignoro y poso su mirada en el techo.
Estaba cansada pero al mismo tiempo se sentía... aliviada. El ritmo de su corazón apenas se estaba tranquilizando y aun estaba enredada con Hades entre las sabanas.
-Tengo algo que mostrarte. – le dijo mientras acariciaba su pierna desnuda con la yema de los dedos.
-¿Qué?
-Es una sorpresa.
Mel entrecerró los ojos.
-Sigo molesta contigo.
Hades beso sus labios con rapidez y sonrió.
-Tal vez esto te ponga de mejor humor.
Se vistieron y Hades la llevo a los jardines del palacio. Estaban llenos de arboles de granadas y lucían tétricamente hermosos.
Iban tomados de la mano y Hades la ayudaba a atravesar las raíces y ramas del suelo irregular.
-Hades ¿aquí puede nevar?
-Puede pasar lo que yo ordene ¿Por qué? ¿Te agrada la nieve?
-Solo creo que este bosque de granadas luciría hermoso después de una nevada. ¿Has visto un bosque nevado? Yo solo una vez... era muy pequeña pero lo recuerdo perfectamente... todo blanco y el hielo hacia formas preciosas, como arte traslucida... mi madre me dijo, que cada copo de nieve es diferente al resto...
Se mordió el labio inferior para obligarse a callar.
-¿Qué pasa? – pregunto Hades.
-Lo siento... yo no suelo hablar tanto...
-Continua, me has dejado intrigado con eso de los copos.
Mel rio y Hades paso su brazo por sus hombros y beso su sien. Continuaron su camino hablando de copos de nieve y bosques blancos hasta que llegaron a una cortina de enredaderas.
-El jardín de Perséfone. – soltó Mel.
Aquel en el que habían trabajado tanto y que la reina había destruido.
-He estado trabajando en él...
Mel lo miro, Hades desvió la mirada algo avergonzado.
-¿Qué...?
-Entra – Hades levanto la cortina verde para que Mel entrara por la puerta secreta.
Melpómene suspiro.
El lugar era pequeño, lleno de flores y pequeñas bolitas de luz que iban de aquí para allá. En el centro había un enorme árbol seco que estaba lleno de pequeñísimas lucecitas, recordó a Éter colocando cada una de ellas. A Filie y Momo con tierra bajo las uñas sembrando las flores más hermosas que hubieron encontrado. Las paredes de aquel lugar estaban invadidas por la enredadera y en una esquina había un estanque con una pequeña cascada.
-Perséfone lo había destruido... - fue lo único que pudo decir.
-Pensé que... tanto trabajo no podía desperdiciarse. Las flores no se rindieron, continuaron con vida y solo... tuve que replantarlas y... las luces... bueno... llame a Éter de nuevo... Ya que Perséfone lo rechazo pensé que... seria un lindo lugar para que tú y Filie vinieran a... charlar...
Mel sintió lágrimas en sus mejillas pero no dolor en su corazón. Era un llanto extraño porque venía por la felicidad... Mel jamás había llorado por sentirse feliz.
-Gracias... por no dejarlo morir.
Hades la abrazo por detrás y Mel sintió tibieza en su corazón. De nuevo, un sentimiento tan extraño...
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Una musa para el dios del inframundo
FantasyHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.