Toma de decisiones

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-¿Y bien? – pregunto Hades a la bruja cuando salió de la habitación de Perséfone.

-Le he dado una infusión calmante y se ha quedado dormida. Cuando despierte se sentirá mejor.

-¿Crees que... que este bien?

Hécate levanto una ceja.

-Zeus la utilizo de una forma vil, Hades... necesitara tiempo.

Hades asintió sin saber muy bien que hacer por Perséfone.

-Maldito Zeus... - susurro.

-Entonces fue eso eh. – soltó la bruja.

-¿Qué cosa?

-La musa... eso fue lo que le rompió el corazón... verte con Perséfone... aunque en realidad fuese Zeus.

-Oh no...

Hades volvió a su habitación tan rápido como pudo. Mel seguía ahí, en la misma posición en la que la había dejado.

-Mel... - se arrodillo frente a ella y tomo su rostro. – Mel... ¿Puedes oírme?

Mel estaba en la oscuridad. Hecha un ovillo entre penumbras, con miedo y mucho dolor. Su pecho quemaba y no podía respirar. Las lágrimas caían por su mejilla pero ella no las sentía.

Hacía mucho que no se ponía tan mal y en aquellos momentos solo una persona la había logrado sacar de la oscuridad: Talía. Ellas eran un dúo, donde estaba la comedia también estaba el drama, siempre se habían complementado y ahora... estaba sola, completamente sola. Tanto que podía sentirlo, y arriba, en el monte parnaso, estaba segura de que su hermana la sentía también.

Escucho de pronto, a lo lejos una voz. Pensó en primera instancia que debía ser Talía, como siempre que no encontraba la salida de la oscuridad, Talía era quien la guiaba, pero esta vez la vos era diferente... aterciopelada y suave...

-Hades...

-Mel... ¿puedes oírme? Mel... regresa por favor...

Mel se levanto, todo estaba oscuro, tanto que no podía ver su propia mano aunque la pusiera delante de su rostro. Pero la voz de Hades parecía poder guiarla hasta la salida.

-Mel... regresa, por favor... necesito que regreses a mi... por favor... se que puedes hacerlo... enmendare mis daños, lo prometo...

-¿Daños?

Mel no podía recordar, todo en su cabeza era bruma y en su pecho había una roca.

Comenzó a caminar hacia donde la voz de Hades se escuchaba. Cada vez se hacía más fuerte, llamándola.

-Mel... se que puedes volver... por favor, regresa...

Melpómene camino y camino en la penumbra hasta que lo vio... el rostro de Hades se dibujo frente a ella, con esos ojos azules llenos de tristeza.

-Hades...

El dios la miro, sus ojos tenían brillo de nuevo. No pudo contener lágrimas de alivio y la atrapo entre sus brazos, agradecido.

-Mel... Mel... has vuelto... oh... por Gea... pensé que... pensé que no volverías...

-¿Qué paso? – pregunto Mel... su cabeza estaba a punto de estallar y su cuerpo se sentía sin fuerzas.

-No lo sé... de pronto... te fuiste... estabas aquí pero tu mente...

-Oh... - soltó la musa entendiendo que había tenido una crisis.

-Escúchame... escúchame Mel... se que... - Hades tomo aire. – Zeus ha estado viniendo... disfrazado de... mi. Sé que lo has visto con Perséfone y... pensaste que era yo, pero no lo era... Mel... no era yo... era Zeus.

-¿Zeus? – de pronto Mel recordó todo. Hades con Perséfone... su tristeza, su ira... su intento de...

-Zeus... ese maldito... Mel...

Mel lo miro, estaba tan cansada que comenzaba a verlo borroso.

-Quiero dormir.

Hades la miro con tristeza y asintió. Beso su frente y la acomodo en la cama. La cubrió con la sabana y tomo su mano, se quedo con ella hasta que se durmió.

Después llamo a Thanatos.

Estaba en su salón, el salón en donde hacia sus reuniones y tomaba sus decisiones cuando lo sintió llegar.

Thanatos no llego solo, Erebo entro con él.

Hades saludo al ente con un asentimiento de cabeza.

-Erebo... pensé que seguían fuera.

-Hemos regresado antes... - la voz de la oscuridad calaba hasta los huesos, Hades pensó que jamás se acostumbraría.

-Supongo que sabes lo que ha sucedido.

Los ojos de Erebo eran amarillos. Todo el resto de él era oscuridad. Era aterrador hasta para un dios.

-Lo sé... he vendió aquí para saber qué es lo que planeas hacer con Zeus.

-Yo... aun no lo sé...

Miro a Thanatos quien estaba en una esquina con el rostro tan serio como siempre.

-¡No lo sé! – soltó lleno de frustración. - ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Una guerra contra el Olimpo? Seria destruir a los mortales en el proceso. ¿Ir por Zeus yo mismo y despedazarlo? Seria terminar con la vida de Hera también.

Se sentó y tomo su cabeza entre sus dos manos, desesperado.

Hubo silencio durante un tiempo hasta que Thanatos hablo.

-Lo que sea que decidas... te apoyaremos.

Levanto la mirada, ambos entes lo miraban y Hades se sintió algo reconfortado.

-Zeus me debe una – soltó Erebo – y estoy esperando el momento correcto para vengarme. Nadie toca a mi hija y vive para contarlo, al menos no por mucho tiempo.

Hades recordó a Némesis y aquella vez en la que regreso llorando al inframundo después de que Zeus la violara. Hacía ya mucho de eso pero nadie en el inframundo lo había olvidado y mucho menos perdonado.

-La única razón por la que no fui por él en ese momento fue porque tú no lo permitiste Hades.

Hades asintió, no hacía mucho que él había tomando el reino del inframundo y no le aprecio correcto comenzar una guerra contra su hermano en aquel momento, Zeus estaba con Metis y era muy poderoso. Aun no estaba tan loco.

-¿Sabes porque seguimos tus ordenes Hades? – soltó de pronto Erebo.

Hades levanto la mirada. Jamás había entendido por que aquellos seres tan poderosos le habían jurado lealtad a él.

-Porque creo que eres un dios justo. Mi hijo Moros tuvo una razón y estoy seguro que una muy buena razón para traerte aquí... demuéstrame que no me equivoco.

-Zeus esta desterrado de mi reino. No volverá a pisar el inframundo y si llega a hacerlo... están en todo su derecho de hacer con él lo que se les antoje.

Erebo asintió con los brazos cruzados sobre su pecho.

Zeus respondió a su destierro haciendo a Hermes su mensajero en el inframundo, no le dio importancia a las amenazas de Hades sobre no acercarse, no le importo que entes del inframundo lo odiaran... Zeus debió pensar mejor. Debió saber que hacerse de enemigos en el inframundo no le traería nada bueno. Pero como el dios olímpico que era, se creyó mejor. Se creyó más poderoso, se creyó más sabio. Estaba equivocado, Erebo juro que ni él, ni sus hijos, ni su esposo pelearían jamás al lado de Zeus ni le favorecerían en nada. Zeus pensó que jamás necesitaría de nadie... pero una guerra se avecinaba... y Zeus se quedaba sin aliados. 

Una musa para el dios del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora