Caminaba de aquí para allá en su habitación, sujetaba su cabeza como si se le fuese a caer.
-¿Por qué hice eso? ¿Por qué lo hice? Soy tan estúpida... no debí hacer eso... ahora permaneceré aquí más tiempo, no debí abrir la boca, soy tan tonta...
Mel se castigaba mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Sintió que se ahogaba, de pronto todo daba vueltas.
No, el abismo se la tragaría de nuevo. La oscuridad venia por ella... cayó de rodillas junto a la cama.
Sus ataques de pánico llegaban a veces de improvisto, en los peores, solía desmallarse. Despertaba después de horas en su cama, junto a Talía y todo parecía ir mejor. Pero ahora, estaba sola, por primera vez en su vida, estaba completamente sola.
No... no podía dejarse vencer...
Se esforzó por mantenerse despierta, su pecho estaba agitado, no podía respirar. Pero se levanto, se sentó en la cama y comenzó a tranquilizarse.
Después de todo, no era tanto, solo... hacer que una ninfa se enamorara. ¿No lo había hecho antes acaso? No había hecho a mil mujeres enamorarse de poetas, pintores y cantantes. Si. Lo había hecho. Esta ninfa no sería diferente. La haría enamorarse de Hades... no era el peor hombre para enamorarse, por Zeus, el hombre era el rey de uno de los tres reinos, tenia poder, era uno de los hijos de Cronos, había luchado en la titanomaquia, era legendario, y... era muy hermoso.
No podía entender por qué Perséfone lo odiaba tanto, tal vez sería mejor averiguarlo antes de comenzar.
Si, decidió. Hablaría con ella.
Cuando se sintió mejor, se dirigió a la habitación de Perséfone. Toco la puerta un par de veces y la abrió. La mirada de la reina era de odio puro.
-¿Qué quieres? – soltó fría.
-Hola – Mel sonrió con hipocresía, tratando de parecer amable. – Solo... estaba aquí, ya sabes, sola... sin nada que hacer...
Perséfone sonrió de lado y aparto la vista.
-Un triste lugar para estar ¿no? musa. Seguro extrañas los bacanales...
-Triste... y más aun si nadie te quiere cerca. – soltó Mel sin poderse contener.
-¿Qué has dicho?
-Digo que... ammm, - sonrió de nuevo y se acerco a la cama de la ninfa en la que estaba sentada. – creo que comenzamos mal, yo... pienso que, si estaremos aquí un tiempo, deberíamos estar unidas, ser amigas.
-¿Amigas? – la mirada de Perséfone la barrio de pies a cabeza.
Mel se sintió diminuta. Ella era la menos agraciada de sus hermanas, su cabello era soso y sin chiste, su cuerpo demasiado delgado, su piel muy pálida a pesar de su tono un poco más oscuro del de sus hermanas. Su rostro era alargado y casi siempre se veía muy demacrado.
En cambio la ninfa era hermosa. Mel entendía por qué Hades se había enamorada de ella con solo verla. Perséfone era voluminoso, con un precioso tono rosado en sus mejillas, ojos color verde como los brotes de su madre, cabello negro con destellos azules, como las plumas de un cuervo y labios gruesos y rojos.
Ignoro el peso en su pecho y sonrió de nuevo.
-Bueno... entiendo que no te agrada la poesía o... el arte, en sí. Pero debe haber otras cosas de las que podamos hablar.
-¿Cómo qué? – soltó la ninfa mirando sus uñas.
-Oh, pues, no lo sé... de tu madre o...tu vida en el mundo de los mortales. De...
-¿De cómo termine aquí? – soltó Perséfone.
-Si quieres... - dijo, aunque no era eso lo que iba a decir.
-Tienes suerte musa, tú estarás aquí cinco días, cinco días que casi terminan. Yo tengo que estar aquí el resto de la eternidad. En este... asqueroso, oscuro y apestoso lugar. ¿Y por qué? Por el capricho de ese... ese... maldito dios.
Melpómene mordió su labio inferior. La ninfa se levanto iracunda.
-Hades me secuestro, ¿lo sabías? Me retuvo aquí... durante días y días mortales, no sé cuantos, perdí la cuenta... estaba tan triste y tenía tanta hambre... en una de las veces en las que trate de huir... encontré una granada... y no pude evitar comerla... ni siquiera la comí entera... y gracias a eso... ahora debo permanecer aquí... sabiendo que mi madre está destrozada... extrañando tanto el sol... y viendo a ese monstruo cada día de mi vida.
El pecho de Mel se apretó.
-Lo siento... - soltó con sinceridad.
-¿Lo sientes? No tienes idea.
-Yo... te entiendo...
-¡No entiendes nada! Me pudriré en este maldito lugar, si. Pero hades se pudrirá conmigo.
La mirada de Perséfone era de ira y odio y Mel sintió miedo. Esa mujer estaba loca de rabia y de tristeza. Sintió mucha pena por ella. ¿Cómo se suponía que haría que se enamorara de Hades, quien la había raptado contra su voluntad?
Dejo de intentar entablar conversación con Perséfone, era inútil, salió de ahí, dejando a la ninfa viendo por su ventana, podía ver los campos Elíseos desde ahí, cosa que Mel supuso solo la hacía sentirme más miserable, la harían extrañar su hogar y a su madre.
Camino por ahí, sintiéndose miserable y pensando que jamás saldría de ahí.
-Hola preciosa. – escucho la voz venir desde arriba.
-Momo. – lo saludo sin tanta efusividad esta vez.
-¿Qué sucede? Luces desdichada... más de lo usual.
-Pensaba... en Perséfone...
-Oh, sí, eso le hace sentirse desdichado a cualquiera.
Mel rio por lo bajo.
-Ella... tiene sus razones para estar molesta, Hades la trajo aquí, sin preguntarle... ella no quería venir y ahora... jamás se podrá ir.
-Cierto... aunque, si que hubo un consentimiento, el mismísimo Zeus le permitió a Hades traerla con nosotros.
-¿Zeus?
-Así es... veras... - comenzó Momo con un tono de profesor dando una clase – nuestro querido rey buscaba una reina, vio a Perséfone, quien es taaan hermosa. Hades se enamoro de ella... y Zeus le permitió llevarla con él. Fin.
-Claro. – Mel rio. – En momentos como estos... me alegra el hecho de que Zeus ni recuerde que soy su hija... realmente espero que jamás me recuerde, ni a mí, ni a mis hermanas.
-No creo que a Hera le cause mucha gracia que Zeus recuerde a sus bastardos. No te ofendas querida.
Mel negó, aun pensando en la ninfa.
-¿Cómo haré que lo ame? – pregunto mas para sí misma que para Momo pero este le respondió.
-No es tan malo... deberías darte el tiempo de conocerlo.
-Tal vez...
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Una musa para el dios del inframundo
FantasyHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.