Cuando abrió los ojos no sabía cuánto tiempo había pasado, estaba confundida incluso sobre donde estaba.
Unos ojos azules como el cielo la saludaron con una sonrisa.
-Lamento que mi presencia te hiciera dormir. – soltó con voz aterciopelada.
Mel se sentó algo avergonzada, seguramente era este el hombre que había visto entrar antes de quedarse dormida.
-Es normal, aun así, no lo pretendía, no suelo deja que mi designio duerma a todos a mi alrededor todo el tiempo, espero lo creas. – sonrió con una sonrisa de... ensueño.
Mel miro a todos lados en la habitación, estaba sola con aquel hombre. Él vestía todo de negro, parecía ser el color favorito en el inframundo, a excepción de Fil quien usaba una túnica rosa con bordados dorados. El cabello del hombre le llegaba a los hombros, ondulado y negro y las facciones de su rostro eran marcadas, su mandíbula cuadrada le daba un aspecto algo amenazador pero el brillo de sus ojos la hizo tranquilizarse.
-Lo lamento, supongo que bebí demasiado vino... - soltó la musa. – Soy Melpomene...
-La musa... si, escuche de ti... soy Hipnos – soltó dándole la mano.
Mel entendió porque de pronto se había sentido tan cansada, debió ser cuando Hipnos entro en la habitación.
-Un placer... ¿Dónde están Momo y Fil?
-Han sido llamados... me pidieron que me quedara a cuidar de ti.
-No necesito que me cuiden. – Soltó Mel algo avergonzada. – Lamento haberte hecho perder el tiempo...
-Por el contrario, necesitaba un descanso... - volvió a sonreír, todo él era cálido y... tranquilo.
Mel le sonrió con timidez.
-Debería... irme ya... - soltó recordando la charla pendiente que tenia con Hades.
-Como quieras... te acompaño... - soltó Hipnos con el mismo tono caballeroso que llevaba usando desde que Mel despertó.
-No es necesario, solo... podrías indicarme hacia donde debo ir si quiero ver a Hades.
Hipnos sonrió y negó con la cabeza.
-El inframundo es engañoso, no me gustaría que te perdieras por mi culpa, te llevare hasta él.
Así fue como Mel se encontró de pronto caminando al lado del hermoso y cortes dios del sueño. Pensó que tal vez jamás se había sentido más tímida en su larga existencia. Y jamás un silencio duro tanto. Él olía a flores de amapola y se movía con tanta confianza, él era todo lo que Mel no era, tal vez por eso quedo prendada de su existencia desde la primera vez en que lo vio.
Entraron al templo de Hades, el mármol era negro y tenia adornos en dorado. Mel lo había visto otras veces ya, pero jamás había apreciado su belleza hasta ahora.
Cuando entraron al enorme salón del trono, Mel vio a Hades, sentado en este. Estaba rodeado por varios dioses del inframundo, tenía la barbilla apoyada sobre su puño, tan imponente como siempre pero en sus ojos había, tanta tristeza, eso sí que era algo que Mel tenía y bastante.
Levanto la mirada en cuanto ellos entraron, la mirada antes triste se lleno de intensidad.
-Nuestra musa del drama... al fin se digna a acompañarnos. – soltó agrio.
Mel torció los labios... había dicho "nuestra" y eso no le gusto. El gesto no paso desapercibido por Hades quien entrecerró los ojos.
-Me parece haberte enviado arriba, Hipnos. No a juguetear con musas...
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Una musa para el dios del inframundo
Viễn tưởngHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.