Mel comió tan rápido como pudo para proseguir a bañarse tan rápido como jamás lo había hecho, restregaba su piel con fuerza tratando de quitarse de encima la tierra y la tristeza. Hoy vería a sus hermanas y a Apolo, hoy vería el monte parnaso... tal vez por última vez.
Cuando estuvo lista salió en busca de Hades, no quería perder ni un segundo más.
Lo encontró en su trono hablando con alguien. Algo acerca de Hades era que siempre parecía aburrido. Escuchaba al hombre con su codo sobre el reposabrazos y su rostro en su puño, casi dormitaba.
Toco la enorme puerta que se encontraba abierta para hacerse notar.
Hades se irguió en el trono.
-¿Estas lista?
Ella asintió con rapidez. Él suspiro y se puso de pie.
Llevaba su túnica roja como la sangre, sus cabellos negros y lacios hacia atrás como una cascada en su espalda. Y había algo diferente. Llevaba una corona.
Sus ojos azules como el mar mas turbio resplandecían en contraste del dorado de la corona sobre su frente.
Estiro su mano hacia ella para que la estrechara mientras ponía su atención en el hombre junto a él terminando de darle indicaciones. Su pálida mano era suave y firme ante el contacto de Mel. Cuando tomo su mano con cierta desconfianza Hades la acerco mas a él y con la otra mano tomo su cintura, su cercanía siempre era cálida y fuerte... así era como Mel podría describirlo.
De pronto, un vórtice se abrió a sus pies y Mel sintió como era halada hacia dentro, todo su cuerpo se sentía como agua pero el tacto de Hades seguía firme sobre ella.
Tan pronto como comenzó, termino. Sus pies pisaron tierra nuevamente y el aire fresco entro en sus pulmones.
Era salado... estaban en la costa.
-El mar... - soltó Mel.
-Tengo algo que hablar con Poseidón... iremos al monte Parnaso en un momento.
Mel asintió viendo venir al dios del mar.
A pesar de ser ella misma una diosa mitad tetanide, los dioses primarios siempre le imponían respeto. Poseidón era inmenso, musculoso y muy apuesto. Tenía una sonrisa ladina pero su mirada era seria. Era... vieja. Si... así era la mirada de los dioses primarios tanto de Zeus como de Hades, Poseidón, Deméter, Hera e incluso la de Hestia. Tenían sabiduría en su mirada... Mel lo entendía, habían vivido tantas cosas... ella era de las diosas más antiguas, incluso era mayor que Apolo... pero siempre había estado bajo el resguardo de su madre, alejada de todo, después estaba Apolo quien las había tomando bajo su ala y las protegía por sobre todo... ella jamás había luchado contra gigantes ni titanes... ella jama había tenido que tomar decisiones terribles como enviar una inundación para asesinar a todo ser que respirara. Ella jamás había tenido que liderar un mundo completamente nuevo ya sea que le gustara o no, como Hades y Poseidón. Sentía pena por ellos.
Mientras los dioses hablaban Mel se dirigió a la orilla. Metió sus pies descalzos al agua. Hacía mucho que no venia al mar, era tan revitalizante, solo sentir el sol sobre ella. Sentía que volvía a la vida.
-¿Es tuya? Habría pensado que el capricho de Perséfone te duraría más tiempo. – Escucho la burla de Poseidón.
-Cállate. No es tu asunto.
La risa fuerte de Poseidón retumbo por toda la costa.
-No me meto... solo soy curioso... si no es tuya ¿me la prestas?
Escucho una especie de gruñido de parte de Hades.
De nuevo, carcajadas de parte del dios del mar.
Mel comenzaba a ponerse nerviosa.
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Una musa para el dios del inframundo
FantasyHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.