¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
(T/N) entró en el despacho de Smoker y se sentó en la silla que le indicó. Smoker se sentó al otro lado del escritorio, tecleando algo en su viejo ordenador.
El sheriff suspiró.
—Carlein me ha dicho que ha habido un allanamiento de morada —se pasó una mano por el cabello—. Está muy agradecido de que justo pasaras por ahí y te arriesgaras a ayudarlo cuando oíste el alboroto en su casa, pero eso ya te lo dirá él cuando salgas.
¿Eh? Carlein no le había contado la verdad. La joven frunció los labios en una línea recta, controlando sus ganas de sonreír, aliviada.
—Me alegro... —susurró, en un intento de seguir con la mentira, frotándose los brazos para entrar en calor.
—Aunque el allanador llevara un pasamontañas, ¿hay alguna característica que pudieras recordar? ¿Hombre? ¿Mujer? ¿Color de ojos?
(T/N) fingió pensar.
—Creo que tenía los ojos grises, y... Parecía un hombre —se humedeció los labios—. Relativamente joven...
Smoker asentía e iba escribiendo su descripción en el ordenador. La joven temió contradecir a las anteriores testificaciones de Carlein. Si lo hizo, Smoker no mostró señal de percatarse o de hacérselo saber.
Ella, disimuladamente, absorbía cada detalle de su despacho. La mesa, los cajones, estanterías, archivadores... En algún lugar debería estar guardada aquella bolsa que Coby vio al sheriff traer del laboratorio. Esperó que el pelirrosa en prácticas no hubiera exagerado y ahora estuviera buscando una simple bolsa de comida para llevar que ya no estaba ahí dentro.
—Es posible que este allanamiento y el de tu apartamento tengan relación —habló—. Estos casos nunca han sido comunes en South Blue, así que hay muchas probabilidades de que así sea.
La joven asintió.
De repente, la fuerte voz de Carlein llegó a sus oídos con claridad, sin importar que la puerta del despacho estuviera cerrada.
—¡Suéltame! ¡Atrás! ¡Debería haberme traído mi escopeta! —su voz denotaba que estaba forcejeando, probablemente con algunos agentes que estaban por ahí.
—¿Qué está ocurriendo ahora? —Smoker murmuró y se levantó del asiento—. Espérame aquí, voy a ver si puedo calmar a ese viejo loco... —salió del despacho y cerró la puerta.
El corazón le dio un vuelco a (T/N) ante la oportunidad.
Ella también se levantó de la silla.
Era muy arriesgado, pero probablemente sería la única oportunidad que tendría para revisar el despacho de Smoker sin levantar sospechas. No sabía cuánto tardaría; podrían ser diez minutos o diez segundos. Pero debía intentarlo...
