¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
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(T/N) se bajó del autobús que la llevó a North Blue y soltó el aire que había estado aguantando.
—No tengo nada que perder...
Con paso decidido, se encaminó hacia la dirección que Chopper le había provisto y llamó a la puerta con el puño.
—Ya voy. —Se oyó desde dentro. Cuando abrió, Kureha arqueó una ceja—. Me suenas. ¿Tú no eres amiga de Chopper?
—Sí, señora —habló con educación—. Perdón por venir sin avisar, pero... ¿podría hacerle unas preguntas?
Kureha soltó una risa seca.
—¿Para qué?, ¿una entrevista?, ¿un trabajo de esos de universidad? No tengo tiempo para jueguecitos, niña, ¿no podrías haber encontrado a alguien más cerca de donde vives?
Kureha intentó cerrar la puerta, pero (T/N) se adelantó.
—Es sobre Kid.
La expresión de Kureha cambió por completo. (T/N) prosiguió:
—El chico pelirrojo que desapareció hace 8 años aquí, en North Blue. Lo recuerda, ¿verdad?
—Claro que lo recuerdo... Yo y todos en este pueblo —dijo con una mueca angustiosa—. Pasa.
Kureha se sentó en un sillón con un gruñido, cogió una botella de la mesita que había al lado y sacó el corchó con los dientes. Cuando dio dos largos tragos, habló:
—¿No tenías prisa? Adelante, ¿qué quieres saber?
(T/N) se irguió en el sofá, colocó las manos en sus rodillas y tragó saliva.
—Em... Kid. Lo reconociste al verlo, ¿no es así? Cuando viniste a dejar a Chopper...
—Sí, o eso me pareció. No hay muchos pelirrojos por estos lares. —Rio—. Verlo me recordó a él, si te soy sincera, pero acababa de creérmelo. Al fin y al cabo, solo tenía 15 años cuando desapareció. Y tu amigo, claramente, es mayor. ¿Cuántos años tiene? —preguntó sin mucha curiosidad.
—Tiene 23...
—Ah... —Se pasó una mano por la frente—. Qué casualidad, ¿no? —Esbozó una sonrisa irónica.
—Puede que no sea una casualidad —intervino con una exaltación que llamó la atención de la anciana.
—¿Cómo no? ¿Insinúas que es él?
—Tiene que serlo. —La joven se mordió el labio, desesperada—. Por el amor de Dios, se llaman igual...
—¿Y él?
—¿Cómo?
—¿Él lo sabe? ¿Se lo has dicho?
—N-no, no se lo he dicho. Él no recuerda nada de su pasado. Es como si hubiera nacido en South Blue —explicó, intentando no revelar su verdadera identidad.