¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
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Al llegar a la compañía, un gran rascacielos de color blanco y limpios ventanales, Marco guio a los chicos hasta su despacho.
—Entonces, ¿todos de acuerdo? —(T/N) preguntó tras convencer a sus amigos de infiltrarse en la compañía de Rob Lucci, Galley-La.
—¡Por supuesto!
—¡Sí!
—¡Cuenta con nosotros!
Y más vítores fueron oídos.
—Pero, una vez nos infiltremos, ¿qué? —Franky cuestionó.
Marco dio vueltas en su silla, frotándose la barbilla con los dedos.
—Hay un pasadizo secreto nada más entrar que lleva a sus laboratorios. Estuve allí cuando me contrató —explicó con algo de culpabilidad—. Si logramos despistar a la seguridad del vestíbulo, podrías entrar por ahí. Es la ruta más viable y sencilla... si no os atrapan.
Usopp tragó saliva.
—Pero no pensemos en eso. —Marco se levantó de la silla giratoria, la cual siguió girando detrás de él como un tiovivo—. Con mi ayuda, estoy seguro de que os infiltraréis sin problemas. —Sonrió, mostrando sus dientes blancos.
—¿Estamos seguros de eso...? —Usopp se estiraba el cuello de la camisa.
—Veo que mis palabras no son suficientes —declaró con una sonrisilla comprensiva—. Seguidme, pues. Creo que lo que vais a ver os motivará mucho más.
Marco salió de su oficina y caminó hasta un ascensor incrustado en un pilar. Pulsó el botón y éste se iluminó de un azul eléctrico. El ascensor, casualmente con una gran capacidad, llegó y abrió sus puertas sin hacer el mínimo ruido. Marco entró y los miró.
—Vamos, ¿a qué esperáis?
Cuando bajaron varios pisos y las puertas del ascensor se volvieron a abrir, todos se quedaron boquiabiertos.
—¡Súper! —gritó Franky, incapaz de contener su admiración.
—Cielo santo... —susurró Robin, caminando a paso lento para que sus ojos azules captaran toda la esencia del lugar. La seguía (T/N), como encantada por un hechizo.
Era todo lo que había soñado desde bien pequeñita. El ambiente fresco, reforzado por las tonalidades blancas y azules (sin ser demasiado claras como para dañar la vista); la luz natural que entraba por la ventana y contrastaba con todos los artificios de la inmensa sala; las docenas de trabajadores ensimismados en máquinas, las caras pegadas a las pantallas mientras tecleaban con una habilidad prodigiosa...
Parecía sacado de una película de ciencia ficción. Si al final del día todo salía bien, (T/N) sería la persona más feliz de South Blue trabajando ahí. Una pena que su primera visita fuera tratando de detener a un supervillano, pensó, pero podría vivir con ello.