🆃🅴🆂🆃 𝟎𝟑𝟐 - 𝘼 𝙈𝙖𝙧𝙘𝙤 𝙡𝙚 𝙫𝙖 𝙡𝙖 𝙥𝙚𝙨𝙘𝙖

332 49 43
                                    

⌦ 𝘼 𝙈𝙖𝙧𝙘𝙤 𝙡𝙚 𝙫𝙖 𝙡𝙖 𝙥𝙚𝙨𝙘𝙖 ⌫

Los bordes de su visión estaban borrosos, y le costaba enfocar su mirada en lo que había delante de ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los bordes de su visión estaban borrosos, y le costaba enfocar su mirada en lo que había delante de ella. Todo estaba oscuro... No, espera, se estaba formando una imagen. Era Jinbei. En su casa. Estaba en casa de Jinbei.

—¡(T/N)! Qué alegría verte, ¿te vas de exploración otra vez? —Tenía una taza de té verde entre sus manos. Bimbo movía la cola de un lado al otro sentado a su lado, esperando que (T/N) le lanzara el premio.


¿El premio? Ah, sí, tenía una galleta de perro en la mano. ¿Cuándo la había cogido?


Sin pensárselo, lanzó la galleta al aire y Bimbo la cogió.


—No; he dejado el tema de las exploraciones —respondió la joven.


¿Cómo? ¿Dejarlo? Ella nunca había pensado en dejarlo, ¿por qué había respondido aquello?


—¡Oh, qué sorpresa! No mentiré: la verdad es que me alegro de que hayas tomado esa decisión. Siempre te ponías en peligro grabando esos estúpidos vídeos, (T/N), querida... —Negó con la cabeza y posó la taza de té sobre la mesa.


¿Estúpidos? Era la primera vez que oía a Jinbei decir algo así... Sabía que él se preocupaba por ella y no estaba de acuerdo con sus videos de exploración urbana, pero ¿llamarlos estúpidos? Jinbei nunca le hubiera respondido así.


—Además... —continuó—, si abandonas esas ridículas ideas ahora, podrás evitar mi muerte. —El tono de Jinbei era oscuro y profundo. La última palabra la dejó petrificada, el vello de su nuca erizándose por completo. El corazón le empezó a latir con fuerza.

—¿Qué estás diciendo, Jinbei? —tartamudeó.

—Ah... —Pareció entender algo—. No, no lo vas a dejar, ¿no? —La miró a los ojos. Ya no eran esos ojos pequeños y húmedos llenos de amabilidad; ahora eran dos pupilas negras vacías que se clavaban en su alma—. Vas a dejar que me maten, (T/N).

El kimono de Jinbei empezó a cambiar de color: el blanco pasó a ser rojo, poco a poco, como si alguien hubiera tirado una botella de vino sobre la tela. Las gotas de color carmesí caían por el cinturón y los bordes del kimono hasta chocar con el suelo, como un reloj de arena.

—No... Jinbei, no... —Las lágrimas empezaban a formarse en el lagrimal.

—Vas a dejar que me maten.




Ding dong.

GLITCH || Android!Kid x Lectora (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora