¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
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—¡Ya viene! —(T/N) exclamó al ver el coche de Kureha, la abuela de Chopper, acercarse a la entrada del pueblo.
—¡Chicos, preparaos! —Nami avisó al grupo de amigos para que estuvieran listos.
Zoro y Usopp levantaron un cartel que decía: «Bienvenido a casa» con corazoncitos que Luffy había dibujado.
El monovolumen blanco llegó hasta el grupo de jóvenes y se detuvo.
—¡Chicos! —Chopper sacó la cabeza por la ventana, emocionado—. ¿Me habéis estado esperando?
—¡Por SÚUUUPER- SUPUESTO que sí! —dijo Franky con una sonrisa.
Chopper se mordió el labio e intentó reprimir las lágrimas.
—¡No os merezco! —Se cubrió los ojos con la manga.
—Oh, Chopper —dijo (T/N), enternecida.
—¡N-no estoy llorando, bastardos! ¡Esto no me hace feliz!, ¿vale?
Kureha bajó la ventanilla y apoyó un brazo por fuera, poniendo los ojos en blanco ante la obvia mentira de su nieto.
—¿No deberías estar preparándoos para la universidad? —los inculpó la anciana, a lo que los jóvenes se quedaron en silencio y se tensaron—. Pensé que comenzabais hoy otra vez las clases. —Miró su reloj de muñeca—. Empiezan en veinte minutos, ¿dónde están vuestras mochilas?
Ninguno de ellos estaba preparado para el inicio de clases, y es que habían planeado hacer campana e invitar a Chopper a comer al restaurante de Sanji y pasar el día juntos.
—¿Mochilas? —Usopp mintió—. ¡Uy, mi mochila! ¡Me la he dejado en casa!
—S-sí, yo también —Franky le siguió el rollo.
—Y yo —dijo Zoro. Nami y Robin miraron al suelo, sabiendo que no iba a colar y que la anciana veía a través de sus mentiras.
—Y... —Kid iba a decir lo mismo, pero (T/N) lo acalló con una mano en la boca.
—Ni lo intentes; no va a funcionar —susurró.
—Panda de gamberros —se quejó la anciana mientras Chopper bajaba del vehículo—. Ibais a saltaros las clases, ¿eh?
—Eh... —Usopp se rascó la nuca.
—Ya estáis tirando pa' casa a coger vuestras mochilas y pa' clase, ¿queda claro? —dijo Kureha con un tono amenazante.
—¡Sí, señora! —dijeron, algunos haciendo el saludo militar para acompañar.
La anciana suspiró y miró a los chavales. Sus ojos se detuvieron en el nuevo integrante del grupo: Kid. Achinó los ojos mientras parecía escanearlo con la mirada.
