¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
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—¿Todo bien, (T/N)? —preguntó Robin.
—Ha... ha... sí... Genial —dijo entrando en pánico.
—Oh, oh, creo que se le ha chamuscado el cerebro —dijo Usopp, moviendo la palma de su mano delante de la chica para que reaccionara.
—Déjame ver. —Franky le cogió el teléfono y leyó el mensaje—. ¡Oh, esto no es SÚUUUPER!
—¿Qué sucede? —Nami se acercó a Franky para leer el mensaje—. Oh, oh, problemillas —canturreó.
—¿Cómo les explico esto yo ahora? —se llevó ambas manos a la cabeza tras y apoyó los codos en la mesa.
—¡Ya se nos ocurrirá algo a tiempo! —sonrió Luffy.
—Eh... (T/N), ¿ese no es el coche de tus padres? —Thatch señaló al ventanal y todos se giraron para mirar a través del cristal.
—O no, quizá no se nos ocurre nada a tiempo —finalizó Luffy, y (T/N) le lanzó una mirada de: "¿No me digas?".
El conductor y copiloto de la furgoneta azul bajaron del vehículo y saludaron al grupo de jóvenes en el restaurante.
—Oh, genial —musitó (T/N) y se levantó de la mesa para salir a saludarlos.
—¡Hija! —La madre abrió sus brazos para darle un abrazo—. ¿Qué tal estás?
—Bien, estoy bien. —La abrazó, y luego saludó a su padre—. ¿Pero qué hacéis aquí? Tan rápido, quiero decir.
—¡Sorpresa, sorpresa! Te vimos en el restaurante y, en vez de ir directamente a tu casa, decidimos saludarte aquí —respondió su madre con una sonrisa inocente.
—Q-qué guay. —La muchacha hizo una mueca que intentaba ser una sonrisa.
—Qué hambre tengo —habló su padre—. ¿Entramos a comer algo también? —le sugirió a su esposa, quien asintió.
—Me parece bien, además, así puedes presentarnos a tus amigos, que solo conozco a unos pocos —dijo mientras intentaba discernir el rostro de algunos muchachos.
—Claro, pasemos, pasemos... —La muchacha decidió que disimularía por el momento hasta urdir un plan. Vio que de la furgoneta de sus padres salía otra persona. Un chico de cabello negro y un sombrero vaquero naranja cerró la puerta de la furgoneta y se acercó a ellos con una sonrisa—. Eh... ¿Quién es ese?
Su madre se giró a mirarlo:
—Oh, este es Ace, nos lo encontramos haciendo autostop.
—¿¡Y lo habéis dejado subir al coche!? ¿Y si está loco? —se escandalizó, pero susurró lo último confidencialmente.
