¿Hola, hola? ¿Está grabando? Bien: tres, dos, uno y...
¡Hola! Mi nombre es (T/N), y les hablo desde el bosque de mi ciudad; es medianoche, y creo que algo extraño está sucediendo aquí.
· · · ·
(T/N), una exploradora urbana, decide graba...
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(T/N) y Kid se encontraban lavando los platos en la cocina.
Los padres de la joven se habían despedido de ambos y acompañaron a Ace al motel en el que tenía previsto pasar la noche.
El sol se había puesto, dando paso a la luna para iluminar la cocina sin necesidad de encender la luz, filtrándose por la ventana. En el silencio de la noche, solo se oía el agua caer del grifo, salpicar en la porcelana y desaparecer por el desagüe.
—Por fin solos —comentó Kid, haciendo sonreír a (T/N)—. Siento que hace mucho que no tenemos tiempo para nosotros dos.
(T/N) asintió, secando un vaso.
—Sí, yo siento lo mismo... —suspiró—. Se siente irreal, ¿no? —Lo miró de soslayo.
—¿El qué? —quiso aclarar Kid. (T/N) se encogió de hombros.
—Hace unos meses no me hubiera podido ni imaginar que viviría con alguien, para empezar. —Rio, y Kid exhaló con diversión.
—Me quisiste echar el primer día.
—No te quería ni abrir la puerta.
—Pero aquí estoy. —Le guiñó el ojo y abrazó a la joven por la espalda—. No te desharás de mí; soy como una cucaracha —dijo con voz cómica mientras fingía morderle el cuello.
—Me haces cosquillas. —Rio la joven, encogiéndose e intentando tapar su cuello. Cuando Kid se detuvo, se giró para estar cara a cara con él—. Tampoco me hubiera podido imaginar que me enamoraría tan rápido de alguien —susurró, mirando al pelirrojo a los ojos.
Kid le acarició la mejilla.
—Y yo no hubiera podido imaginar que aprendería lo que es el amor. —La abrazó—. Eres la única persona en este mundo por la que late mi corazón mecánico —dijo las últimas palabras con una pizca de broma, arrancándole una sonrisa a la joven, quien se acercaba cada vez más a su rostro—. Te quiero, (T/N).
—Te quiero, Kid.
Con esas últimas palabras, sus labios se unieron en un beso cálido y lento. Se tomaban el tiempo de conocerse mutuamente, de sentir cada centímetro del otro. Kid la tomó por la cintura, masajeando su cuerpo por encima de la ropa.
—Eres la única persona que me hace sentir humano. —Kid la levantó, haciendo que se sujetara a su cintura con las piernas y susurró en su oído. La siguió besando, ambas manos sujetándola de las caderas con una presión agradable, y la cargó hasta la habitación.
—Es un honor, oh, gran Kid —respondió ella, burlona, cuando la recostó en la cama.
—¿Te diviertes? —La golpeó con la almohada suavemente entre risas—. Muy valiente de tu parte. —Lanzó la almohada a un lado para que no molestara—. Sabiendo que estás a mi merced —le susurró en el oído.
