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   —Nos encantaría que fueras la primera mánager, en la historia del equipo de voleibol de la preparatoria Nekoma —dijo Nekomata-sensei—. Aún que, no te obligaré a hacerlo.
   —Sensei —Yamamoto-senpai quería protestar, pero el actual entrenador lo mandó a guardar silencio.
   —Tu hermano ya me comentó sobre tu fobia —me sorprendí ante la declaración que dio Nekomata-sensei—, sé que no soportarías ser la mánager de golpe, con varios chicos que superan el metro setenta. Ven a las pruebas de los chicos de primer año, intenta manejar tu miedo. Si logras controlar lo que te consume ese trauma, estoy seguro que con el tiempo, lograrás superarlo con la ayuda del equipo.
   —De acuerdo —miré a Nekomata-sensei, demostrándole que verdaderamente estaba dispuesta a hacer el intento—, me esforzaré lo mejor posible. Le agradezco su comprensión, Nekomata-sensei.
   —Muy bien, te veo después de clases —dijo él con una sonrisa, a la cual correspondí—. Ven con el uniforme de educación física, los vestidores están frente a las canchas de fútbol.

Salí del gimnasio bastante impactada. ¿Cómo fue que mi hermano me haya arrastrado a esto? ¿Acaso lo planeó desde hace tiempo junto con los entrenadores del equipo? ¡¿Qué se supone que haga ahora?! Mi cabeza iba a cualquier sitio, menos sobre mis hombros, no paraba de divagar buscando una forma de afrontar el compromiso que le hice a Nekomata-sensei. Lo hecho, hecho está.
Pasé el resto de las clases y el almuerzo completamente en otro mundo, buscando calmar mi nerviosismo o pánico previo a reunirme con el equipo de voleibol de la preparatoria. Cuando todo terminó, quise huir en la primera oportunidad que surgiese, pero nunca existió tal oportunidad. Rendida, fui hasta los vestuarios a cambiarme por el uniforme deportivo, tal y como me pidió Nekomata-sensei. Era un buzo de manga larga, azul, con cuello y el nombre de la preparatoria en la parte superior izquierda, pantalones largos del mismo color y unas zapatillas blancas.

A unos pasos de la puerta, podía escuchar que ya había gente dentro. Respiré hondo y entré con la frente en alto. Abrí la puerta y no había demasiadas personas. Había unos cuantos chicos de primero, incluyendo a Shibayama-kun, mi hermano formado junto a Yamamoto-senpai y un chico encorvado, ojos ámbar, piel blanca, cabello azabache con puntas rubias y una cara indiferente como si le diera igual estar ahí.
Frente a la fila de los chicos de primero, estaban los tres únicos integrantes de tercer año. Lo sabía porque había ido a ver partidos de voleibol de mi hermano el año pasado. En especial, porque uno de mis senpais del Fukurōdani (de las pocas personas con quien entablé una relación durante la secundaria) debutaba como armador en el equipo. Quien estaba en el medio, el más alto de los tres (le daba un 1,85 mtrs.) tiene ojos entrecerrados marrones, piel blanca, cabello negro y parado como recién se levantara de la cama.
A su izquierda, también era otro chico bastante alto pero no tanto como el que expliqué hace unos minutos. Tiene el pelo rapado, pero notabas que su color era negro, piel algo bronceada, labios grandes y ojos marrones también entrecerrados. El último de los tres, era el más bajo. El líbero del equipo, quien admito que es bastante bueno. Era un chico de corta estatura, lo que para mí significaba algo bueno, de tez blanca, pelo castaño claro y ojos del mismo color.

—Vaya, veo que no haz salido corriendo —me felicitó Nekomata-sensei, ahora sí que quería salir corriendo más que antes—. Tranquila, ve a tu propio ritmo.
—Es fácil decirlo, sensei —eché un ojo a los jugadores a mi alrededor, quienes estaban preparando la red para practicar—. Aún que ahora mismo, estoy que tiemblo de miedo.
—Yo estoy aquí, no te pasará nada —apoyó su mano en mi hombro—. Además, tu hermano no te quitará el ojo de encima.
—Amm... Sensei, tengo un problema —miré hacia los chicos que tenían uniforme oficial—. Conozco varias cosas del voleibol, pero no estoy muy informada sobre que hace exactamente una mánager.
—Por eso estoy aquí, ___________-chan —Nekomata-sensei me mostró una sonrisa amistosa—. Primero quiero que conozcas a los miembros de tercero, Kuroo, Kai, Yaku. Vengan un momento.

Los tres de tercero se acercaron a paso lento hacia donde estábamos, tenerlos de cerca no era lo mismo que verlos desde lejos. Sentía mis piernas temblar, que la cabeza me daba vueltas y que mi piel se volvía más pálida. Nekomata-sensei notó que la situación se estaba volviendo algo caótico para mí, hizo una seña a los tres chicos y cuando me calme un poco de mi posible ataque de pánico, posó su mirada sobre mí.
Intente calmarme con el ejercicio de respiración que me habían enseñado en terapia, duré un par de minutos así. Una vez más calmada, vi que mi hermano estaba a punto de acercarse y yo se lo impedí.

—Es un gusto conocerlos, soy Fukunaga _________ de primer año. Espero que podamos llevarnos bien —hice una reverencia hacia los chicos de tercero.
—¿Fukunaga? ¿Acaso eres...? —preguntó el más alto de los tres.
—Así es, es la hermana menor de Fukunaga Shōhei —aclaró Nekomata-sensei—. Está aquí para ver, si se vuelve la mánager del equipo.
—Ah, es un gusto conocerte ________-chan. Yo soy el capitán del equipo, Kuroo Tetsurō. Ellos son Kai Nobuyuki, el vice-capitán —señaló al chico más moreno—, y Yaku Morisuke, nuestro libero.
—Yaku-san —Nekomata-sensei llamó la atención del libero—. Tu equipo de secundaria tenia una mánager, ¿cierto? —el nombrado solo asintió—. Ayúdala a comprender su rol, no necesitarás explicarle mucho las reglas del juego.
—Claro sensei —respondió Yaku-senpai—, vamos _______. Te mostraré donde están las cosas.
—Gracias, Yaku-senpai —respondí con una reverencia—. Le agradezco y estoy a su cuidado.
—Eh... Hagamos las cosas con calma, Fukunaga-chan —respondió el líbero, rascándose la nuca.

  Estuve casi toda la tarde con Yaku-senpai, anotando cosas, ubicando el lugar donde guardaban la llave, balones, trapeadores, etc. Me indicaba lo que normalmente se llenaba en una libreta, como prepararme antes de un partido y donde ubicar cada cosa.
  Honestamente, me agradaba Yaku-senpai. Normalmente los que están en años más grandes que yo, era una forma de respeto que no se interactuaba mucho (sobretodo porque la mayoría de las personas eran demasiado altas). Pero él no solo transmitía seguridad y autoridad, sino que también mostraba serenidad y paciencia al explicarme todo.

   —¡Cuidado! —escuchamos a alguien gritando de muy cerca.
   —¡Oigan, salgan de ahi! —otra persona nos advertía. Cuando miré en dirección a los demás jugadores, la pelota estaba a punto de darme en la cara, pero no terminó así.

  El mismo chico con el que choqué rumbo a la ceremonia esta mañana, se paró delante de mí recibiendo la pelota con sus antebrazos. Quería salir corriendo de ahí, hasta que mi hermano se dio cuenta de la situación y dijo:

   —¡Buenos reflejos, Lev!

Mi rascacielos humano  (Lev Haiba x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora