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Había pasado un mes y medio desde el encuentro con el Karasuno, ya habíamos competido en las primeras instancias del intercolegial de Tokio y nos habían paliceado como nunca después de la segunda ronda. A los chicos no les importó mucho perder ahora, ya que en noviembre tendríamos otra oportunidad para garantizar nuestro lugar en el torneo de primavera.
En todo el tiempo, desde nuestra vuelta de Miyagi, logré acercarme más a Lev y disculparme por mi comportamiento de los primeros días. Ahora teníamos una gran amistad, la cual si alguien me hubiese dicho que terminaría así, lo habría negado rotundamente. De apoco, estaba dejando mi fobia y comencé a ver las cosas como me lo había planteado Shimizu-san en su momento. Era una especie de terapia no convencional, para "curar" mi miedo hacia la gente alta.

Nekomata-sensei recomendó que tomásemos ese día libre del entrenamiento, para volver con la mente despejada mañana y diseñar una nueva rutina de preparación para la próxima instancia. Cuando sonó la campana para irnos a casa, le dije a Shibayama-kun que se fuera sin mí, ya que tenía otra cosa en mente para después de clases. Me reuniría con una amiga del Fukurōdani en un karaoke, lo había organizado cuando me encontré con ella en esa instancia de la competencia en donde perdimos. Resulta que ella es la nueva mánager del equipo, aún que para mí no fuera sorpresa que así resultase, porque desde que estábamos en secundaria había dicho que quería ser la mánager del equipo de voleibol.
Suzumeda Kaori es una estudiante de primer año en el Fukurōdani, nos conocíamos desde que empecé a asistir allí en el primer año de secundaria. Es una chica un poquito más alta que yo (solo me pasaba por unos tres centímetros), cabello castaño y largo, piel blanca con pecas en sus mejillas y ojos azul grisáceo. Nos volvimos muy amigas y ella me protegía bastante con algunos senpais, de los chicos de otros años que querían aprovecharse de que no sabía como defenderme.

—¡Hasta que llegas! —me regañó cuando llegué al lugar acordado—. Pensé que tendría que llamarte para cancelar.
—Lo siento, tuve ciertas dificultades para tomar el autobús indicado —respondí jadeando, ya que había corrido desde más de diez calles—. Al menos, ya estoy aquí ¿no?
—Está bien, entremos de una vez —dijo ya con una sonrisa, como suele ser ella, y entramos al karaoke—. No nos veíamos desde que nos graduamos de secundaria, ¿qué tal el Nekoma?
—Salvo por la victoria que se llevó el otro equipo la semana pasada, todo en orden —respondí mientras miraba las opciones del menú.
—___________-chan, sabes perfectamente que no me refería a eso —recalcó ella, imitando mi acción.
—Si hablas de mi fobia, la estoy superando un paso a la vez. Un paso de bebé a la vez —respondí cuando lo pensé mejor—. Los chicos del equipo me ayudaron bastante con esa parte, los senpais son muy amables y pacientes conmigo.
—¿Qué me dices de los de primero? —vi que subía y bajaba las cejas, como si enviase un mensaje oculto que solo yo entendía. Ojalá no la conociese bien, como para no saber de lo que habla—. Vi que algunos de ellos no te quitaba los ojos de encima.
—Primero que nada, espero que no pienses que algunos de mis senpais sean de primer año —quité mi mirada por completo del menú, para apuntarla con un dedo algo acusador—. Segundo, estás comenzando a sonar como mi padre cuando lleve a tres del equipo a casa. Y tercero, por favor dejame terminar —me anticipé, porque sabía que comentaría sobre lo que dije anteriormente—, por ahora solo hay amistad. Nada más.
—Explicame la parte en donde llevaste a tres chicos a tu casa, sin que tu padre supiera al respecto.

Nos quedamos charlando por horas, cantamos algunas canciones, pero el lugar estaba repleto. Así que, gran parte del día nos la pasamos conversando y poniéndonos al día después de varios meses que no teníamos noticias de la otra. Estuve hasta no muy tarde, salvo que en mi regreso a casa, tuve que refugiarme en un local que estaba cerrando debido a la lluvia.
Todavía tenía un largo camino hasta mi casa, por lo que corrí el resto del camino. Me maldecía a mi misma por no haber visto el pronóstico del tiempo para hoy o no haber dejado siquiera un paraguas en mi maletín. Llegué a mi hogar empapada de pies a cabeza. Mi hermano me recibió con una toalla en mano, parado a pocos pies de la entrada.

La mañana siguiente, me levanté con sensación de que mi cabeza estaba dentro de un lavarropas, en el interior de un volcán activo. Bajé las escaleras con pesadez, arrastrando los pies por el piso y los párpados que me pesaban.

—Buenos días —salude a mi hermano, quien estaba preparando el desayuno.
—Buenos di... —no terminó de decir la frase, que me miró con una cara sorpresiva—. ¿Dónde dejaste el termómetro?
—¡¿Qué tipo de saludo es ese?! —lo miré incrédula—. Si apenas sé donde guardo las cosas, que luego me terminas por cambiarme todo de lugar.
—Espero que hayan empacado, porque el monte _____________ entrará en erupción pronto —bromeó Shōhei, mientras revisaba en los cajones en busca del dichoso termómetro—. ¿Quieres qué me quede?
—No. Hoy tienen entrenamiento, además, Nekomata-sensei quiere prepararlos para unos cambios en el equipo —yo sabía que Nekomata-sensei quería comenzar a implementar la presencia de Lev dentro de la cancha, aún que obviamente mi hermano no comprendía absolutamente nada—. Tú encargate de entrenar, yo estaré bien. Sobreviviré unas horas en casa.
—De acuerdo —me dijo cuando logró encontrar el instrumento que buscaba. Tomó mi temperatura y su cara no mostraba buenas señales—. Vuelve a la cama y no te levantes a menos que sea necesario, tienes 38.9 °C.
—Que te vaya bien —me despedí. Él salió de la casa y yo volví escaleras arriba hasta mi habitación en donde me acosté en la cama a dormir unas horas más.

No sé exactamente cuantas horas habré dormido, pero sabía que no me sentía mejor. Estaba algo débil, pero tenía las fuerzas suficientes como para volver a bajar las escaleras en busca de medicina. Odiaba que Shōhei cambiase todo de lugar, porque no tenía la mínima idea de donde podría meter los malditos medicamentos contra el resfriado. Genial, tendría que salir a comprarlos.
Me coloqué un tapabocas y uno de los abrigos que estaban en el perchero de la entrada, salí a la calle y caminé a paso muy lento hasta la farmacia más cercana. Compré varios medicamentos por si acaso y volví a casa totalmente agotada. Solo había caminado unas siete cuadras de ida y de vuelta, pero parecía como si hubiese terminado una maratón de 10k. Dejé las bolsas en el piso y me recosté en el sofá sin quitarme el tapabocas, no tenía nada con que taparme, pero mi cuerpo estaba hecho polvo como para que me levantara a buscar una sábana.

—¡Ya volví __________! —escuché la voz de mi hermano—. ¿Te sientes mejor?
—Oh, claro que sí —respondí algo molesta—. Estoy mejor, que estoy en el sofá como nueva.
—Ironías, hace cuanto que no escuchaba eso de ti —vi que se acercó con unas bolsas en mano—. No vengo solo, así que... ¿Por qué traes puesto un tapabocas? ¿De dónde sacaste esa bolsa?
—¿Quién sabe? De un hombre caritativo que pasaba regalando bolsas por la calle —dije sarcásticamente, pero la cara de Shōhei no era nada amigable—. Fui hasta la tienda a comprar medicina.
—Te dije que no salieras de la cama, a menos que fuese necesario —me regañó mi hermano, volviendo a coger el termómetro. Cuando lo retiró, sus ojos se salieron de órbita—. Hay que llevarte a un hospital urgente.
—¿Fukunaga-chan? —escuché la voz de alguien más, pero a este punto no sabía identificar de quien era.
—Ayúdenme a cargarla hasta el hospital, por favor —fue lo último que escuché de mi hermano, cuando alguien me levantó del sofá al estilo princesa mientras me presionaban contra el pecho de esta persona—. Tiene 39.9 °C, es demasiado alta.
—Tranquilo, Fukunaga. Estará bien en cuanto la llevemos con los profesionales.

Mi rascacielos humano  (Lev Haiba x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora