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  Los siguientes días, me la pasaba investigando formas para enfrentar mi miedo hacia la gente alta. Por ahora, no estaba teniendo mucho éxito. Había intentado hacer algunas interacciones con chicos de mi clase, solo que cuando hablábamos sobre cosas fuera de mi zona de confort o desconocía el tema, quería salir corriendo literalmente.
  Tenía más oportunidades de intentar acercarme a Lev, porque empezó a venir a las prácticas de voleibol. Nada me permitía que pudiese entablar una conversación cómoda con él, no importaba cuantas veces lo intentara. Hasta intenté ofrecerle ayuda para comprender mejor el volley, ya que él no tenía mucha idea de como era el deporte. Era un completo fracaso en acercarme de cualquier forma a Haiba Lev.

  Pronto llegó el día que nos iríamos a Miyagi de concentración de la Golden Week, el día anterior a irnos, me reuní con Inuoka-kun y Shibayama-kun para que me ayudaran a hacer los últimos preparativos para el equipo antes de irnos. Iríamos al mini-mercado cerca de mi casa, para comprar unas cosas y luego, se quedarían a cenar.

   —¡Nuestro primer viaje para tener partidos de práctica! —Inuoka-kun estaba muy emocionado, desde que se enteró que jugaría en la cancha allá en Miayagi—. No puedo esperar a enfrentarnos a... ¿Cómo era que se llamaba esa preparatoria?
   —La preparatoria Karasuno —le recordé al castaño—. Aparentemente el entrenador Nekomata era rival de su antiguo entrenador desde que iban a preparatoria. Tenían varios partidos de practica hasta hace un par de años atrás —recordé la historia que me contó Nekomata-sensei no hace mucho—. Pero después de que su entrenador se retiró, no han organizado un partido desde hace algún tiempo.
   —Ya que lo mencionas, según dijeron los senpais, no habían visto a Nekomata-sensei tan entusiasmado como ahora —comentó Shibayama-kun, cuando nos acercamos a los casilleros del calzado—. Por cierto, ¿segura qué no molestamos, __________-chan?
   —Tranquilos, Shōhei dijo que iría a lo de Yamamoto-senpai a repasar para una prueba que tendrían después de la Golden Week —dije mientras sacaba mis zapatillas del casillero—. Además, mis padres viven en la oficina, casi nunca están en casa. En pocas palabras, cuando los gatos no están, los ratones salen de fiesta.

  Salimos de la preparatoria, rumbo al mini-mercado cuando vimos a Haiba parado en la entrada. Cómo no teníamos club por la Golden Week, sentía que esta podría ser la oportunidad para intentar compensar lo que no pude las veces anteriores. Respiré hondo y apresuré mi paso, asegurándome de que no se fuera a casa sin que lograse hablar con él. Al menos, eso era lo que esperaba.

   —¡Espera, Haiba-kun! —intenté llamar su atención, por lo que logré. Lev se volteó a verme, traía una sonrisa como siempre—. Yo... Este... Sé que es algo precipitado, pero... ¿Tienes planes para hoy?
   —La verdad, ninguno —dijo con simpleza, sin borrar su sonrisa. En mi interior, muy en lo profundo, sentía que no merecía que me mostrara esa sonrisa tan contagiosa y alegre—. Como no habrá entrenamiento por su viaje a Miyagi, pensaba volver a casa a descansar durante la Golden Week.
   —¿Quieres acompañarnos? —pregunté desviando mi mirada, gracias que pude decirle algo, después de varios intentos fallidos de no poder decir siquiera un hola—. Con los chicos pensábamos en abastecernos antes de irnos, aparte de pensar algunas estrategias —señalé a mis acompañantes, quienes se acercaban mientras hablábamos—. Por ahí, te vendría bien conocer mejor el mundo del voleibol.
   —Claro, si no es molestia —aceptó gustoso. Yo solo le sonreí, agradeciendo que no volviese aquella situación algo incómodo.

  Fuimos caminando tranquilamente hasta el mini-mercado, sin que me diese ningún ataque de pánico o algo parecido. Aparentemente, el estar con Lev ya no me producía nada relacionado a la falta de aire o que se me nublara la vista por el miedo. Después de ver como es por semanas, me di cuenta que él era demasiado honesto, pero sin malas intenciones. Desde aquella confesión fuera de la sala de música, hacía todo lo que estuviese a mi alcance para poder entablar una amistad.
  Luego de comprar algunas cosas que necesitaría tanto el equipo como yo durante esos cuatro días, fuimos directamente a mi casa. Como era de esperarse no había nadie, la casa estaba sumida en silencio y emanaba un olor a café... Un segundo, ¿acabo de decir olor a café? Si mi hermano ni siquiera prepara esa bebida porque no la tomamos, no puede ser.

  Me quité lo zapatos rápidamente y, con la escusa de que buscaría unas pantuflas para los chicos, entré en la cocina, encontrándome con mi padre tomando una taza de café. De todos los días posibles, ¿justo hoy se le ocurría volver temprano del trabajo?
  Resumidamente, mi padre en apariencia era igual a Shōhei: piel pálida, pelo negro y corto y ojos grandes con pequeñas pupilas negras. De carácter, lo clasificaría un padre sobre-protector (al menos conmigo lo era), orgulloso y, sobre todo, intimidante. Claro que mi hermano había copiado ciertas de sus actitudes, pero la parte de la sobre-protección la tenía bastante bien controlada.

   —¡Papá! ¿Qué haces aquí? —susurré sin hacer mucho escandalo, considerando nuestras visitas de las cuales mi padre no estaba enterado de que fueran hombres—. ¿No deberías estar en la oficina a esta hora?
   —Normalmente lo estaría, pero considerando de que se van mañana a Miyagi, decidí tomarme el resto del día libre —explicó mi padre, dejando la taza de café sobre la mesada—. ¿Dónde está tu hermano?
   —En lo de un amigo, repasando para un examen que tendrá después de la Golden Week —dije mientras buscaba en un armario cerca de la puerta de la cocina, las pantuflas para mis compañeros—. Am... Papá... Hay algo que debo decirte...
   —¡¿____________-chan? ¿Encontraste las pantuflas?!  —escuché el grito de Haiba desde el recibidor. Ya valí. La cara pacífica de mi progenitor se transformó a una bastante aterradora.
   —¿Esa fue la voz de un chico? —preguntó mi padre demasiado serio, yo solo asentí bastante nerviosa—. ¿Compañero de clase? —volví a asentir—. No lo hagas esperar y hazlo pasar.
   —Bien —demonios, si sabía que esto podía llegar a pasar, les hubiera propuesto juntarnos en una cafetería cercana. No hay remedio, les alcancé las pantuflas a los chicos y ellos pasaron a la sala, donde los esperaba mi papá con una postura algo extraña.
   —Bienvenidos, espero que se sientan cómodos —estaba sentado en su sillón, con una sonrisa algo siniestra y con una pierna apoyada sobre la otra, mientras su codo reposaba pierna que no tocaba el suelo. La mano de aquel codo, sostenía su cabeza, dándole un toque más aterrador para los chicos, quienes no tardaron en tensarse—. Soy Fukunaga Hayato, el padre de ___________, es un placer conocerlos.
   —Gracias por recibirnos —respondieron los otros tres y no los culpaba, esto iba a terminar mal.

Mi rascacielos humano  (Lev Haiba x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora