😺 Extra #3

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  Apenas ya llevábamos un año de casados y corría por las calles de Tokio en dirección a encontrarme con mi esposo con una noticia. Nuestra luna de miel por Hawái y Rusia fue genial, hasta tuve la oportunidad de conocer gran parte de la familia de Lev. Fueron unas semanas maravillosas, pero no extrañaría mucho el avión. Después de estar varias horas en un aeropuerto/avión, me había generado cierta repugnancia a volar. Preferiría que la próxima ocasión, probásemos los cruceros o vuelos más cortos y no escalas.
  En fin, mis pasantías en el hospital iban de maravilla. Tenía una buena conexión con los pacientes, los médicos eran muy cordiales y educados; y entre los enfermeros era un ambiente agradable. Supe que varios de mis compañeros de cursada no la estaban pasando de maravilla, como en mi caso porque los médicos eran demasiado altaneros para solicitar la ayuda a enfermería o los pacientes eran demasiado necios y molestos con el personal.

  Ese día me sentía algo mal, pero no le di mucha importancia porque creía que se debía a nuestra mudanza próxima a la zona de los suburbios. Por el momento, seguíamos en el mismo apartamento de cuando terminamos la preparatoria. Lev quería comenzar a formar una familia y creía que el centro de Tokio no eran un ambiente lo suficientemente agradable para hacerlo. Hace unas semanas, habíamos localizado una linda casa muy cerca del Nekoma.
  Hasta diría que muchos del equipo, se vieron involucrados en la decisión cuando les comentamos nuestra idea de mudarnos. No pasaron segundos desde que les habíamos dicho donde estaba ubicada la casa, que pareció que todos enloquecieron y dijeron que teníamos que comprarla. Incluso, Kuroo-san había comenzado a armar un plan para que el vendedor nos la vendiera a un precio muy bajo, tuve que detenerlo antes de que nos metiera en un embrollo.
  Cuando tuve el edificio de la agencia donde Lev trabajaba desde hace ya cinco años, fui directamente al piso en donde posiblemente lo encontraría. En el elevador, movía mi pie completamente nerviosa sin saber como encarar la situación, hasta me sentía más nerviosa que cuando sufría de aquellos ataques de pánico. Ni bien las puertas del ascensor se abrieron, vi la escena de flashes y modelos masculinos en medio mirando a la cámara. Lev estaba posando en este momento, vaya a saber para que está haciendo promoción.

   —Tomémonos unos minutos muchachos, se esta siendo hora del almuerzo —dijo el director, cuando me vio me saludo con un gesto y se retiró.
   —¡¿Amor qué haces aquí?! —preguntó mi esposo acercándose lentamente, yo le di un beso en los labios—. Te ves agitada, ¿estás bien?
   —Sí, hay algo que quiero conversar contigo. Preferentemente en algún lugar privado —observé que varios de sus compañeros de trabajo pululaban cerca de nosotros, quizás para saber sobre lo que estábamos hablando. Así que Lev me llevó a su camerino personal, donde solo él y el personal autorizado podían entrar—. Dios, debería comenzar a hacer más ejercicio. Casi sentía que el corazón se me iba del cuerpo.
   —¿Corriste desde el hospital hasta aquí? —preguntó sorprendido mi esposo, mientras nos sentábamos en el sofá que había dentro del camerino—. ___________, hubiera preferido que me llamaras.
   —Es que no quería decirte esto por teléfono y no podía esperar hasta la noche para comentártelo —busqué en mi bolso el sobre que había recibido del médico que me atendió esta mañana en el trabajo—. Le pedí al doctor con quien estoy trabajando que me realizara unos exámenes, últimamente no me estuve sintiendo bien y creía que era algo malo. Mira el resultado.
   —¿Por qué no me dijiste nada? —respondió con esa pregunta, en un tono bastante molesto—. ¿Por qué no me comentaste que te sentías mal? Te hubiese llevado al médico yo mismo.
   —Sé que estuve mal en no decirte Lev, pero pensé que se trataban de los nervios o el estrés con respecto a la mudanza —le sujeté el rostro con mis manos, manteniendo una sonrisa calmada—. Por favor, quiero que mires el resultado.
   —Dios ____________, a veces pienso que realmente... —comentaba mientras leía el diagnóstico médico, se quedó callado cuando llego al final. Su cara era inexpresiva, solo respiraba sin soltar otra palabra, comenzaba a asustarme cuando quitó la vista del pedazo de papel y me miró con ojos resplandecientes—. Estás...
   —Tengo catorce semanas —Lev no se aguantó otro segundo más y me abrazó, además de esparcirme besos por toda la cara y finalizar con mis labios—. Vamos a ser padres.
   —Me siento más que feliz —volvió a besarme en los labios y después se agachó un poco para estar a la altura de mi estómago—, hola ahí abajo. Soy tu papá, ya quiero conocerte.

Mi rascacielos humano  (Lev Haiba x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora