Capítulo 11 "Castigada"

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Me levanto de la cama al escuchar el despertador. No he pegado ojo en toda la noche. 

¿Cómo se puede dormir tranquila sabiendo que tienes a alguien que te quiere matar suelto por la calle?

Voy hacia el baño y me miro en el espejo con horror. Al ver mi cuello solamente pienso en la escena de ayer. 

Tiene pequeñas marcas rojas, por suerte no tan notables. 

Me recojo el pelo sin cepillármelo y me lavo la cara con agua fría para despertarme. No es que tenga mucho sueño. Tener miedo hace que uno se mantenga más despierto, más alerta. 

Bajo las escaleras despaciosamente, notando como el silencio invade toda la casa. Es raro no escuchar los ronquidos de Tom. 

Me voy a la cocina y me preparo un café, que es lo único que me quita los nervios. Cojo mi móvil y le envío a Harper que ya estoy despierta. Me alegra tener a alguien que se preocupe por mí de esa forma. 

Antes de que pudiera entrar en las redes sociales para saber si han publicado algo de mí (no me malinterpreten, pero la gente lo descubre todo), veo la hora que es. 

Escupo el café y salgo escopeteada de la casa, no si antes coger mi mochila. Con lo lejos que vivo tendré que ir corriendo, ya que se me ha hecho tarde y no me gustaría hacer esperar al don frío. 

*** 

Llego al instituto a la hora justo y solo hay dos personas. Nadie suele venir media hora antes del inicio de las clases, la gente prefiere levantarse de la cama cinco minutos antes del timbre. 

Subo las escaleras de dos en dos con el propósito de llegar antes y entro en la biblioteca. Veo a lo lejos a Pearce sentado con un libro en la mano. 

Casi no lo pude ver. Seguramente se habrá sentado ahí para que nadie lo vea y lo interrumpa, algo realmente estúpido porque nadie entra aquí. 

Voy despaciosamente hacia su sitio y para hacerme notar, suelto un carraspeo. Éste levanta la mirada y en vez de sonreírme, me dice que me siente con un aire frío, a lo que yo accedo algo incómoda. 

—¿Qué tal has dormido? —me pregunta intentando no estar muy interesado. 

¿Para esto me ha hecho correr 2 kilómetros? 

—Bien —respondo secamente. 

Pierce me mira sin decir nada y para quitar el silencio incómodo, vuelvo a hablar. 

—Muchas gracias...pues por...salvarme la vida —agradezco apartando la mirada de vez en cuando. Tenerla fija en él me intimida bastante. Con sus ojos azules me hace pensar que puede leer todos mis pensamientos. 

—Solo hice lo que debía hacer —suelta manteniendo su seriedad—. He hablado con tu encargada, Rosa, y solo trabajarás 4 veces a la semana, por lo que los días sobrantes irás a mis clases particulares, incluyendo los fines de semana por supuesto. 

¿Es una orden o una petición? 

La verdad que descansar 3 días a la semana me vendrían de lujo, aunque me pague menos dinero, la falta de Tom lo compensa. 

—¿En serio?—el acepta con la cabeza—. Jo pues muchas gracias Pear... digo señor Allen. ¿A qué hora iría?—noto como mi cara se pone roja al estar haciendo el ridículo. 

Se debe pensar que la falta de oxigeno de ayer todavía me ha dejado secuelas. No tendría que haber averiguado su nombre, un día de estos se me va a escapar en medio de la clase. 

El profesor AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora