Capítulo 9 "La ira"

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Contenido delicado*

Mi corazón empieza a acelerar el ritmo mientras que la persona se va acercando hacia mí. 

—¡Quiero hablar contigo! —grita Tom (mi padrastro) señalándome con su dedo índice. 

La gente voltea hacia mi padrastro algo confusos. Parecía que en cualquier momento iba a explotar de la rabia que traía consigo. 

—Bueno... vamos un momento a la cocina —digo temblando del miedo y tratando de calmar la situación. 

Busco con la mirada a Jacob y le digo que se quede un momento en mi puesto. Harper y Pierce observan detalladamente a Tom. 

Espero que no se atrevan a hacer alguna locura, si alguien se arriesga a decirle algo, le harán enfadar más. 

Entro en la cocina y veo como Tom cierra la puerta con el pestillo. Eso lo suele hacer cada vez que me va a gritar. 

¿Ahora qué he hecho mal? 

Se acerca a mí pero yo retrocedo un paso hacia atrás. Estar cerca suyo es peligroso. 

—¿Qué has hecho con el dinero que tenías en tu cajón? —pregunta clavándome su mirada amenazante. 

Siento como si fuera una indefensa mariposa y él el gato que quiere atraparme. 

—Lo he escondido, veía que te lo gastabas en cerveza y tenía que pagar la luz, el gas... 

Se acercó más a mí bloqueándome contra la pared. 

—¿Tú eres estúpida? —sonríe apretando los dientes. Esa sonrisa solo significa que está apunto de perder los nervios. 

—Por favor, no me hagas daño —le suplico con la mirada. 

—¿Qué no te haga daño?—su tono sarcástico hace que aún sienta más miedo. 

Sus manos agarran mis brazos y me empuje levemente hacia la pared, acercando y rostro del mío.

—No tenías que haberlo hecho Grace —susurra en mi oreja.

Cierro los ojos con fuerza y lágrimas empiezan a caer por mis mejillas.

Unos toques suenan en la puerta y la voz de Pearce hace que los dos estemos en silencio.

—¡Grace! ¡Abre la puerta! —grita.

—¡Estamos hablando! —alza la voz Tom.

—¡Me da igual! ¡Abran la puerta!

Tom aprieta más mis brazos, causando que suelte un suspiro de dolor.

Pearce está consiguiendo que Tom se enfade aún más. No me está haciendo ningún favor.

Mi corazón empieza a latir con dificultad cuando su agarre cobra más intensidad.

Una mano de él se posiciona en mi cuello advirtiéndome de que me quedara callada.

—Ahora mismo me vas a decir donde tienes la maldita pasta, ¿de acuerdo? 

Niego rápidamente con la cabeza. No me puedo permitir quedarse sin casa por culpa de éste lunático.

Mi acto no le ha gustado nada. Con sus uñas clava más mi cuello, pero sin causarme mucho dolor.

—Grace, Grace, Grace..., ¿sabes de lo que soy capaz de hacer no?

¿Qué si sé de lo que es capaz?  Claramente lo sé, pero él no sabe de lo que yo soy capaz.

Estampo mi rodilla en su entrepierna, causando que éste diera unos pasos hacia atrás y maldijera mi nombre unas cuantas veces.

Corro hacia la puerta y trato de abrirla, pero se ve que Tom tiene las llaves.

La golpeo fuertemente y  grito el nombre de Pearce un par de veces.

No obtengo ninguna respuesta. 

—Ahora sí que te vas a enterar —escucho una risa detrás mía y siento como mi vida ahora sí está en peligro.

De nuevo mi cuello es atrapado por el brazo de Tom y caigo al suelo por falta de equilibrio.

Éste aprovecha para subirse encima mía, atrapando mis manos y poniéndomelas por encima de mi cabeza.

—¡Ayuda!, ¡ayuda! —grito lo más alto posible, pero solo logro llevarme un golpe a mi mejilla.


Unos golpes tocan a la puerta y por temor a llevarme otra paliza, me quedo callada, dejándome llevar por la dominación de Tom.

—¡Grace! ¡Voy a abrir la puerta! —grita Pearce.

Miro a Tom sin todavía decir nada. Sé que si digo algo no saldré viva. 

Intento zafarme de sus agarres pero es misión imposible. Su peso es el triple que el mío.

—Venga Tom..., te daré el dinero pero deja que me vaya —le suplico con la mirada e intentando no llorar más. Mi cara ahora mismo debe estar rojísima.

—Sabía que al final ibas a acceder, mira lo que he tenido que hacer para que aprendieras la lección —posiciona su cara enfrente de la mía—. Pero me tienes que recompensar por haber sido tan mala...— sus labios se dirigen hacia mi cuello y empieza a plantar pequeños besos.

Cierro los ojos con impotencia y de repente dejo de sentir el amarre de Tom. 



El profesor AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora