Epílogo.

395 44 39
                                    

POV John.

Mi estómago se encontraba revuelto. No tenía la fuerza para verlo, y aunque deseé por días que así fuera, al llegar el momento me quedé en blanco. Tenía tantas cosas por decirle, tantas disculpas que brindar. 

En todos estos días mi pensamiento siempre fue el mismo. "Debí ser yo el que quedó en el hospital, debí protegerlo más, debí no visitar a mi padre..." Tantas cosas que pudiesen haber sucedido de otra manera, pero que por cuestiones que solo el destino entiende no pasaron ni dieron lugar. 

No sabía a ciencia cierta qué le debía a Paul, eran muchas cosas manifestándose en mi cerebro, una detrás de otra, sin parar, todo el día, todos los días. Era agotador, agobiante y asfixiante al punto de ser insoportable. Pattie tenía razón; no hice ni el mínimo esfuerzo para ver a mis amigos en estas tres semanas, porque sentía que ellos me culparían y me echarían en cara siempre lo que había acontecido. 

Ya tenía suficiente con mi propia conciencia. 

Mi brazo era lo menos importante en ese momento. Mi tía Mimi se encontró muy aliviada cuando llegué a casa después de estar por tres días en una cama medio inconsciente. Cuando por fin estuve en mi hogar, no me sentí bien ni por un segundo. Era la culpabilidad latente la que controlaba mi vida en esos días grises y miserables. 

Yo estaba triste sin Paul, no sabría que sería de mí sin él. 

Miré con nerviosismo el jardín tan maravilloso que poseían los McCartney y segundos después unos pasos se escucharon con claridad detrás de mí, acercándose. No quise voltear, porque ya sabía de quién se trataba. 

—Hey. -escuché que decía su bonita voz y un nudo en mi garganta se formó en cuestión de segundos.

—Hey. -respondí con dificultad y sentí que una de sus manos se posaba en mi hombro. Con toda la valentía que pude recoger en mí mismo me atreví a mirarlo, volteando mi cabeza y dando de frente con sus pálidas y abultadas mejillas. 

Era cierto que estaba más delgado, más ojeroso y con menos brillo en sus ojos avellanas, pero sinceramente era la imagen más preciosa que mis ojos podían admirar. Lo había extrañado tanto. 

—¿Qué tal está tu brazo, John? -preguntó con suavidad y yo me encogí de hombros. 

—Nada que un reposo absoluto no pueda arreglar. -contesté, siendo esas las únicas palabras que salieron de mi boca.

—Quiero que sepas que fue un accidente, que tú no tienes la culpa. -explicó con serenidad sin verme a la cara, clavando sus ojos en el césped verde del jardín. 

—Sabes que fue mi culpa, Paul... lo siento tanto. -solté por fin y mi respiración se empezó a agitar. 

—Hemos estado juntos desde que tenemos diez años, Lennon, te conozco... -refutó con seguridad, dirigiendo su mirada a mi rostro, —No me harías daño jamás.

—Fui un idiota descuidado. -seguí discutiendo y escuché que Paul soltaba un bufido, —Fueron las peores tres semanas de mi vida. 

—Pero ya estamos juntos de nuevo. -dijo con una gran sonrisa y se dispuso a retirarse las muletas de sus axilas. —¿Me ayudas a sentarme?

No tuvo que pedirlo dos veces. Con mi brazo sano lo ayudé a sentarse en el escalón que conducía a la puerta trasera de la casa y me senté a su lado, teniendo cuidado de no ejercer mucha fuerza en mi brazo roto. La pierna enyesada de mi amigo se estiró a sus anchas y lo dejó en una incómoda posición, pero no se quejó. 

Él nunca se quejaba por nada. 

—Lo siento... -murmuré sin mirarlo y después sentí que sus dedos se aproximaban a mi barbilla, haciendo que mi rostro se volteara y pudiese verlo. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora