c i n q.

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El pasillo se encontraba desierto y sometido a un silencio imperturbable. John y Paul estaban sentados en las pequeñas sillas de espera que se encontraban fuera de la oficina del director esperando a ser atendidos. 

Los nervios del pelinegro eran inexplicables. Tener a "el sujeto" justo a su lado era algo que todavía no podía asimilar bien, y aunque hizo hasta lo imposible para evitar un encuentro con él, el destino se encargó de juntarlos de una u otra manera. 

El castaño, quien tenía su vista fija en un punto lejano, movía su cabeza en ocasiones y sus pies no se podían quedar quietos. Paul deducía que una canción estaba dando vueltas en su cabeza y que le resultaba imposible dejar de moverse. No se fijó mucho en él para no ser evidente, pero la curiosidad lo carcomía. 

Además de todo lo que sentía, también estaba muy molesto. Él no había hecho nada y aún así a John le pareció muy gracioso meterlo en sus problemas. Los demás no habían podido decir nada en su defensa porque el profesor se encargó de echarlos de inmediato sin mediar palabra. 

—Que callado eres.- soltó el castaño momentáneamente y Paul se volteó a verlo expectante. 

—Pues no tengo ganas de hablar con un idiota como tú.- respondió y frunció el ceño mientras el otro le sonreía burlón. 

—¿Ahora el idiota soy yo?

—¡Me inculpaste en algo que no hice!- exclamó enojado y John carcajeó. 

—Tú eres más idiota que yo por no soltar el maldito pincel. No te hubiese metido en esto, pero ahora estamos juntos y creo que me siento más tranquilo.- explicó y Paul bufó. 

—¿Más tranquilo por ser un desconsiderado grosero?

—Hablas como niña.- se burló y el menor lo miró extrañado. 

—¡¿Y eso qué demonios tiene de malo?!

—Que pareces una niña, Paul, con esos cachetes abultados y tus ojos caídos de perrito.- explicó tranquilamente detallando el rostro de su contrario. 

—Ni siquiera estábamos hablando de eso...- murmuró contrariado y se cruzó de brazos. 

—Como te decía, mientras estés tú no me pueden expulsar. Digamos que me salvaste por esta ocasión, aunque desearía que Pete estuviese aquí...

Paul solo se quedó callado ante aquello y siguió mirando hacia otro lado hasta que la secretaria los llamó para que entraran a ver al director. Se levantaron con pesadez y John hizo una reverencia dejando entrar primero al pelinegro, quien se sintió sumamente ofendido por el gesto. Cuando entraron Paul notó que la oficina era un completo desastre, con papeles por todos lados y cientos de carpetas en el suelo. 

Se acercaron con cierta dificultad al hombre que se encontraba ensimismado en los papeles. John carraspeó tratando de llamar su atención. 

—Lennon, ¿por qué no me sorprende verte?- dijo cuando vio a los muchachos parados justo en frente de la puerta. 

—Debería tener una silla para mi uso exclusivo.- bromeó con saña el castaño quien se sentó cómodamente en una de los asientos del escritorio. 

—¿Ahora qué hiciste?- le preguntó resignado e invitó con la cabeza a Paul para que se sentara junto al otro muchacho. 

—Lo de siempre, molestar al maestro Rich.- explicó con tranquilidad y el menor sintió unas ganas abrumadoras de lanzarse encima del chico y darle unos buenos golpes en su bello rostro. 

—¿Y tú, muchacho?

—Eh... yo... ¡yo no hice nada!- tartamudeó para después ponerse de pie exaltado,—John me inculpó por un estúpido pincel.

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora