v i n g t.

335 41 31
                                    

Habían pasado tres meses y medio de mentiras, alcohol y rock n' roll todas las noches. 

Paul acostumbraba a dormir con John, en un giro inesperado del destino, porque el castaño se encontraba sumamente disgustado con Stuart y no quería ni siquiera hablarle. Esta falta de comunicación afectaba de manera estrepitosa sus presentaciones en los bares, pero George no se dejaba molestar mucho por eso. 

El que verdaderamente se mostraba problemático era Pete, quien había roto sus baquetas en más de una ocasión y terminaba completamente borracho a las mañanas siguientes. Ni Paul ni John le prestaban mucha atención, porque de todos modos ellos hacían sus propias cosas y se mantenían perdidos durante horas. 

Sin embargo lo que sucedía en las noches era algo fascinante para ambos.

Podían pasar todo el día sin cruzar palabra, subiendo y bajando en el lugar donde se encontraban, conquistando chicas, bebiendo cerveza y riendo a carcajadas, pero el momento que más disfrutaban era cuando por fin se encontraban en la cama. 

Como compartían el cuarto con los demás chicos, no se permitían ser muy evidentes. John se aferraba a Paul cuando creía que este estaba durmiendo, y el pelinegro no era capaz de decirle que no era así. Cerraba sus grandes ojos, sin conciliar el sueño realmente, y se concentraba en la respiración pesada del castaño, que combinada con sus grandes manos pegadas a su cintura, lo hacían alucinar. 

Era muchísimo mejor estar despierto, sentir esa cercanía. Por las mañanas, minutos antes de que Allan los llamara para desayunar, John se acomodaba como si nada hubiese sucedido en las noches y le daba la espalda a su compañero, haciéndolo sonreír disimuladamente y separando sus cuerpos de manera abrupta. 

Actuaban como unos tontos y lo sabían. Pero aquella noche todo parecía a punto de cambiar, ya que ni George, ni Stuart, ni Pete se habían aparecido por la habitación. 

—Hey, Paulie, ¿y los chicos?- preguntó John secando su cabello desordenado con una toalla blanca, entrando al cuarto sin avisar. 

—No sé nada de ellos desde anoche.- respondió el menor acostado en la cama que compartían, mientras analizaba sus uñas con concentración. 

—Esos idiotas necesitan descansar, siento que lo estamos haciendo horrible.- murmuró John sentándose en el borde de la cama, secando sus pies. 

—¿Irás por alguna chica?- preguntó Paul haciéndose el desinteresado. 

—¿Estás bromeando? Es nuestra primera noche libre en semanas, quiero dormir... me siento exhausto.- aseguró terminando de acomodarse la camiseta blanca para tomar lugar justo al lado de su compañero,— ¿Y... tú?

—Mmmm, yo también estoy agotado. La presentación de ayer fue muy pesada.- respondió inseguro y una inquietud se apoderó de sus manos. 

—Entonces seremos solo tú y yo esta noche.- susurró John mirando hacia el techo y el pelinegro suspiró. Volteó su cabeza con lentitud, queriendo detallar el rostro del castaño, pero para su sorpresa, el mayor ya lo estaba mirando de vuelta, con intensidad y en sus ojos un brillito que no dejaba espacio para dudas. 

Paul, en un ataque de valentía, se lanzó a los labios de su compañero de banda, atrapándolos con los suyos y haciendo un sonido húmedo que se apoderó de la habitación. John correspondió de inmediato y acomodó a Paul justo encima suyo, mientras empezaba a acariciar su espalda, casi enterrando sus cortas uñas en su piel. Cuando se separaron por falta de aire, se quedaron estáticos, pensando profundamente en lo que estaba sucediendo. 

No era correcto, era atroz lo que pasaba, pero se sentía tan bien, casi podía ser normal cuando se trataba de ellos. Querían con todas sus fuerzas creer que estaban haciendo lo correcto. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora