q u a t o r z e.

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No podía creer que volviese a tener razón. 

John Lennon, acurrucado contra el muro, sollozaba con fuerza hasta que percibió que no estaba solo. Observó casi con terror como el pelinegro hacía acto de presencia y se limpió con rapidez las lágrimas que aun quedaban en sus ojos y en sus mejillas. 

Paul sentía la misma incomodidad, pero si de algo tenía certeza era de que necesitaba estar allí, por alguna u otra razón. 

—¿Qué mierdas estás haciendo aquí?- gruñó el castaño con furia mientras se levantaba del suelo y se sacudía los pantalones. 

—Yo... hmmm...- no fue capaz de responder nada, sin embargo, el mayor no quería respuestas de todos modos, quería escapar. Agarró su chaqueta y se encaminó a la salida del orfanato, pero antes se vio interrumpido por el agarre que proporcionaba el pelinegro a su brazo, impidiéndole seguir caminando,—¡Espera, John!

El castaño se detuvo de inmediato, sus pies parecieron dejar de responder y se quedó donde estaba, inmóvil, sintiendo el calor de la mano de Paul alrededor de su antebrazo. 

—¡¿Podrías dejar de molestarme, McCartney?!- exclamó con fuerza, casi desarmándose de nuevo, pero sin permitírselo porque no quería mostrarse aun más débil frente al otro chico. 

—¿Qué sucede?- preguntó casi en un susurro el menor y John solo negó con la cabeza. 

—Nada que te incumba. 

—No... yo... supongo que no quiero verte mal...- se excusó tratando de no parecer tan patético y al notar la mueca extrañada del castaño siguió diciendo,—No me agradas, pero si puedo ayudarte en algo...

—No te importa.- volvió a recalcar y otra vez quiso marcharse, siendo detenido por el cuerpo del pelinegro. Ambos quedaron cara a cara, dándose cuenta que eran casi igual de altos. Paul pudo ver como los ojos pequeños que tanto conocía estaban hinchados por el llanto reciente y sintió como se le aceleraba el corazón. 

—Cynthia también estuvo extraña, ¿sucede algo con ella?- se atrevió a preguntar y John solo soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones con fuerza. 

—¿No te rendirás, verdad?

—No creo.

—Sí, digamos que tiene que ver con ella.- admitió un poco más tranquilo y se sentó justo al lado de un árbol cerca de donde se encontraban de pie. 

—¿Qué sucedió?- preguntó Paul tomando asiento justo a su lado, un tanto alejado para no sofocarlo más. 

—¿Somos amigos o algo así? Porque de verdad esto es muy extraño.- dijo el mayor haciendo reír al más pequeño y este solo se encogió de hombros. 

—Nos la pasamos debiéndonos cosas, podría decirse que somos conocidos.- explicó y John asintió, dándole la razón. 

—Terminamos.- dijo por fin y Paul sintió la molestia subiéndole por la garganta. 

—¿Te interesaba tanto como para llorar de esa manera?

—No lloraba por ella... agh, no quiero hablar sobre esto con nadie.- explicó el castaño y Paul volteó los ojos,—Por cierto, ¿por qué entrarse aquí?

—Ehmm, bueno, me dio curiosidad. 

—Este es casi mi lugar favorito en el mundo y a nadie antes nunca le había dado curiosidad.

—Soy diferente a los demás, al parecer.- y claro que lo era, pensó recordando sus sueños. 

—Es tan extraño todo lo que sucede contigo... es como si de cualquier modo estuviésemos destinados a encontrarnos.- dijo el mayor frunciendo el ceño y jugueteando con sus dedos en señal de nerviosismo. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora