dix-sept

326 45 39
                                    

Era media noche, o eso creía Paul.

John se removía constantemente en medio de las sabanas, como esperando encontrar la posición indicada para profundizar su sueño. El pelinegro no sabía exactamente lo que le sucedía, pero empezaba a molestarlo y sin poder pegar el ojo no tuvo más opción que "despertarlo". 

—John...- susurró volteándose para quedar frente a su cuerpo, admirando los lunares que decoraban su rostro con facilidad gracias a la luz tenue que se entrometía por su ventana,—John, deja de moverte.

El castaño soltó un gruñido, llevándose las manos al cabello y agitándolo con cierto desespero. 

—No he podido dormir una mierda.- murmuró con los ojos aún cerrados, haciendo que Paul suspirara con pesadez. 

—¿Bebieron mucho?

—Lo suficiente.- contestó cortante recostándose a un lado de su cuerpo para poder hablar con el menor. 

Se quedaron en silencio por unos minutos, admirándose mutuamente. Paul pensaba en mil cosas al mismo tiempo, quería abrazarlo, hablar sobre su vida con él, hacerlo participe de todo lo que anhelaba, pero no quería incomodarlo. No todo era como en sus sueños, y a veces le costaba entenderlo. Por su parte, el mayor no dejaba de reproducir en su mente el momento en el que se presentaron frente a tanta gente, con la adrenalina recorriendo sus venas y la maravillosa y casi admirable imagen del pelinegro con su instrumento. Su parte favorita de aquel día había sido esa, el percibir tanto talento en una sola persona, tan joven... tan increíblemente atrayente. 

—Descansa, John.- dijo Paul dándole la espalda al no poder entablar una conversación con él. 

—Hagamos una banda.- soltó el castaño, sobresaltando a su compañero. 

—¿Qué?

—Seremos los mejores, los más grandes del mundo.-aquellas palabras, irremediablemente, le recordaron al pelinegro lo que alguna vez le había dicho el sujeto

—¿Cómo estás tan seguro?- se atrevió a preguntar. 

—Sencillo, si estamos juntos seremos imparables, Paul.- los dos meditaron las palabras del castaño y sonrieron con genuina alegría, ambos estaban emocionados ante la idea. 

—No olvides a Geo...- bromeó haciendo reír a John. 

—Y tampoco a Pete.

Los dos se quedaron admirando el techo hasta que el mayor habló de nuevo, parecía que el alcohol que aun albergaba su sangre estaba haciéndolo hablar de más. 

—Yo también escribo canciones... algunas de amor...- confesó haciendo sonreír al menor. 

—¿Tú, el intimidante John Lennon, escribiendo canciones de amor?

—Y otras de odio. No te confundas. Me gusta el rock n roll, mucho.- dijo y Paul asintió. 

—A mí igual, aunque también me gustan las baladas. Otra cosa a nuestra lista de cosas en común. 

—Esa lista parece interminable.- dijo John y siguieron hablando por horas, acerca del blues, de broadway, de Buddy Holly, Bill Halley, Chuck Berry, Elvis y su vida en Liverpool. Hablaron de la belleza infinita que poseían algunas actrices que veían en los periódicos y de como extrañaban ser más pequeños. John habló con Paul acerca de su tío George, esposo de Mimi, quien había muerto hacía unos meses y se dignaron a recordar en medio de suspiros pesados a sus madres. Julia y Mary, Mary y Julia, con ganas de llorar, pero sin hacerlo realmente. 

La mejor noche que habían tenido en mucho tiempo. 

---

La luz del sol los había golpeado con fuerza en el rostro. John fue el primero en sentirse desubicado, pero después sintió que un peso se quitaba de sus hombros al ver la cara de Paul, quien se encontraba profundamente dormido y boca abajo, dejando al descubierto una de sus piernas. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora