d o u z e.

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Cuando Paul se encontró en la planta de abajo se dirigió a la cocina con una gran sonrisa en el rostro. Al entrar en el gran espacio y divisar unas cuantas cervezas justo encima de la mesa, se apresuró a tomar una y darle un gran sorbo que dejó a la botella vacía hasta la mitad. 

Se apoyó en el mesón y pudo ver con desagrado como un chico rubio con pecas vomitaba en el fregadero. Frunció el ceño asqueado y salió de allí pensando en qué hacer a continuación. Podía volver con Jane, cosa que le parecía la opción más aburrida del mundo, también buscar a Geo y comentarle lo que había sucedido antes, pero no quería interrumpir su primera estúpida fiesta. 

Se sentó en el sillón de la sala, en medio de todos esos muchachos borrachos, y se encontró allí con Stuart, quien lo saludó con un movimiento de cabeza y Paul solo pudo bufar. Stuart no le caía del todo bien, ni siquiera sabía por qué se llevaba tan bien con su John. 

Siguió tomando de su botella con tranquilidad hasta que el chico de pecas llamó su atención. 

—¿Qué hace un niñato como tú en una fiesta como esta?

La pregunta lo irritó más de lo que esperaba y Paul solo le dedicó una sonrisa socarrona. 

—Por si no te habías dado cuenta, puedo estar donde se me de la gana.- le respondió altanero sin alterar la sonrisa de su rostro y Stuart solo rió con soltura. 

—Me agradas, McCartney.

—Tú a mí no, Sutcliffe. 

Los dos siguieron en silencio hasta que ya no quedó nada más en la botella del pelinegro. De verdad se encontraba sediento, o como se había fijado antes, la bebida estaba más deliciosa de como la recordaba. Hizo el amague de ponerse de pie para dirigirse nuevamente a la cocina pero el castaño se lo impidió, tomándolo con fuerza por un brazo. 

—Ten, esto es más fuerte.- le tendió una botella café que contaba con su liquido hasta la mitad y el chico pudo leer que aquello era vodka, un vodka de gran calidad que seguramente había sido robado por los invitados a los padres de Pete. Se encogió de hombros y se llevó la botella a los labios, dándole un sorbo bastante considerable que dejó a Stuart con la boca abierta. 

—No me jodas, Stuart.- fue lo único que dijo antes de dedicarse de lleno a terminar con el licor, olvidándose momentáneamente de su madre, de Jane, de Geo e inclusive de la advertencia de John. 

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Habían pasado dos horas desde que Paul se encontró con el chico de pecas y no podía reírse con más fuerza. Varias personas estaban alrededor de él, haciendo un círculo que resultaba amigable y de confianza. Empezaron a hablar de muchas cosas, pero Paul no estaba seguro de entender la mayoría de ellas. 

Su cabeza daba vueltas, su vista se encontraba desenfocada y su boca estaba tan seca que podía jurar que ya no generaba saliva. En medio de todo su ensimismamiento, y siendo medianamente consciente de que la puerta principal se había abierto, el pelinegro dedicó todas sus energías a tratar de reconocer a la persona que llegaba tarde a la fiesta. 

Para su sorpresa y dicha, del que se trataba era de John, y una alegría abrumadora nació desde el fondo de su estómago y se esparció por su espina dorsal dándole latigazos de energía que lo hicieron ponerse de pie, pero no por mucho tiempo porque sus piernas no le respondían. 

Se dejó caer justo al lado de su compañía anterior y pudo ver como sus ojos se encontraban con los bonitos pequeños del castaño, quien se sintió furioso al ver a Paul en la fiesta, pasándose por el trasero la advertencia que le había dado antes. 

John se encaminó decidido hacia el círculo de personas, pero antes de poder llegar alguien se interpuso en su camino. William, el chico alto y musculoso que salía con Jane, miraba furioso en dirección a Macca y se veía seguro de quedar frente a él. El castaño sintió que la situación meritaba de su intervención y el miedo de que le hicieran daño al menor hizo que su cabeza empezara a doler. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora