h u i t.

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La letra de aquella bonita canción daba vueltas en su mente. Había leído el escrito unas cinco veces y todavía sentía la necesidad de tratar de entender su verdadero mensaje. Más que una canción parecía una linda carta de amor que no tenía destinatario. 

"Fingiré que estoy besando los labios que extraño y espero que mis sueños se hagan realidad". Esa pequeña parte latía en su cabeza con violencia y sentía su corazón desbocarse cada vez que la repetía. Se sentía tan fiel, se sentía tan real, como si la hubiese compuesto con su propia mano y le perteneciese. Dieron las cinco de la mañana en medio de la oscuridad de su habitación y sin importarle mucho tomó su guitarra para empezar a darle vida a la carta de amor. 

Quería con todos sus anhelos que se convirtiese en una canción, pensaba que quizás era la señal perfecta para demostrar de lo que era capaz. Y aunque antes, en todos sus años de vida, se había dedicado a escribir cientos de canciones, ninguna de ellas parecía tan especial como esa. Ninguna tenía ese toque singular que tienen las piezas que te tocan el corazón. 

 Tocó algunas notas al azar y se empezó a formar una melodía fuerte, pegadiza, rítmica y bella que quedaba a la perfección con las letras. Empezó a tocar, le dio forma y a las seis y media de la mañana se sintió satisfecho con el resultado. Ya tenía que empezar a alistarse, pero esa experiencia le había abierto el alma y las ansias de seguir componiendo. Sonrió con una alegría abrumadora y organizó su cuarto para después entrarse a bañar. 

Le gustaba sentirse suficiente. 

Cuando salió y se arregló adecuadamente, agarró su guitarra, su maleta sin nada dentro y bajó a la cocina para dar encuentro con su familia. Su padre se encontraba cerca de la estufa preparando el desayuno, mientras que su madre y Mike se encontraban hablando animadamente acerca de la escuela. Una sonrisita se dibujó en su rostro y se acercó a besar la mejilla de la mujer quien se alegró de verlo y lo demostró con un bonito brillo en sus ojos cansados. 

—Qué linda sonaba tu guitarra en la madrugada, cariño.- dijo Mary con una sonrisa sincera y Paul solo sonrió avergonzado. 

—Lamento haber arruinado tu sueño, mamá.

—No te preocupes, me encanta que toques. Tienes mucho talento, Paulie, ambos lo tienen.- aclaró a sus dos hijos y ambos asintieron dándole la razón. Escuchar esas palabras de su madre lo hacían sentirse aun mejor consigo mismo y lo impulsaban a continuar con todo aquello de la escuela de arte y las composiciones. 

—Vas a llegar tarde a donde los presos, Paul, muévete.- aseguró su padre con burla y el pelinegro rió despidiéndose de todos. Todo ese día se sentía bien, con un aura muy bonita y presentía cosas buenas.

Al llegar a la estación se encontró con George y se saludaron emocionados. 

—Geo, no creerás lo que sucedió anoche.- exclamó con una sonrisa el mayor y el castaño palideció ante lo dicho por su mejor amigo. 

—Ay, no, no me digas que otra vez...

—Sí, pero ahora todo parece estar relacionado con algo terrenal.- aclaró con cierta incertidumbre Paul y el menor frunció el ceño. 

—¿Qué quieres decir con terrenal?

—Escuché un estruendo a las tres y cuarenta de la mañana, después de despertarme por un sueño que tuve...

—¿Y qué soñaste?

—Ahorita te cuento, lo que importa es que cuando bajé me encontré con una carta en medio del sofá y parecía que el que provocó el ruido ya no estaba. 

Like dreamers do. | McLennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora