Capítulo Seis

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—Chingada madre, Mary. Este apartamento perfectamente podría ser una cancha de fútbol americano —me dice Miranda luego de saltar como retrasadas.

—Lo sé, creo que nos tomara todo un día en descubrir todo lo que tiene —comento mirando el techo que hasta eso debe ser más caro que el apartamento donde vivíamos.

—Pero no creo que tardemos tanto en adaptarnos.

—¿Has leído lo que firmaste? —susurro para que los macancanes no me escuchen.

—Si, por encima pero no entendí una mierda —sonrie.

—¿No te parece que ese tema de confidencialidad sea un poco extraño?

—Ya deja tus delirios de abogada y disfruta de todo esto.

¿Por donde empezar a describir este enorme sitio? En primera estancia ya conocíamos la sala, equipada con unos bonitos sofás y sillones de cuero negro, frente a ellos una mesa de color negro ovalada y un control remoto. Pero si no había tele.

Tome el control y empecé a teclear a lo loco. Había un botón que accionaba las cortinas, las cuales se cerraron dejando todo en oscuridad total; con emoción volví a accionarlo y ver cómo se alzaban volviendo la luz. Teclee otro botón y este encendió la chimenea enorme frente a mi; sonreí y la apague. Oprimi el último botón y del techo salió una pantalla enorme, era la tele.

—¡Mierda! —exclame entusiasmada.

Deje de lado el control y seguí mirando todo a mi al rededor. En la sala había dos enormes arañas que iluminarian todo en la noche, el piano era simplemente magnífico y fui al otro extremo para encontrarme con un mini bar que no era tan mini con todo tipo de licor exportado. Chile, Francia, Italia y otros países reconocí en las diferentes marcas.

—Ven, tienes que mirar la cocina —grito Miranda desde algún lugar.

Pase por el umbral en arco que daba al comedor enorme que ahora estaba vacío y al lado izquierdo estaba la cocina. No se que tienen los ricos con las neveras enormes pero está cocina tenía dos con doble puerta. La isla de hormigón era lo primero que veías con varios puestos de color blanco, luego estaba la estufa eléctrica que vaya a saber Dios como se maneja esa vaina y las alacenas repletas de especias, platos, variedad de cuchillos y otros utensilios de cocina.

Cuando abrí las neveras, quedé loca.

De por si ya era demasiado, a lo anterior sumenle que las neveras tenían sistema de refrigeración por medio del maldito teléfono, significaba que podías utilizar su nivel de temperatura por el teléfono, a parte de esto estaba llena, carnes frías, pollo, embutidos, lácteos, queso, verduras y hasta cerveza.

El amor de mi vida era la comida así que este lugar iba a ser de ensueño.

Había un pequeño cuarto un poco retirado y allí estaban dos lavadoras y una secadora, aparte de un lavadero y tendedero. Las lavadoras tenían el mismo sistema que la nevera.

Llegó el momento de subir los tres escalones en madera por los que habíamos visto bajar a Piero. Abrimos la habitación y nos encontramos con una cama enorme para una sola persona, todo completamente organizado más un armario y dos mesas de noche. Era la habitación de huéspedes.

—Supongo que esta es la mía —me dijo mi amiga con una sonrisa —. Ve a mirar la tuya, supongo que hay más por ver.

Le sonreí y seguí mi camino sin mirar las demás puertas, estaba emocionada por ver lo que me esperaba en esa habitación. Abrí y mi mentón casi llega al suelo.

Si hay una cama más grande que la queen size pues creo que es la siguiente a esa, allí perfectamente podrían caber cuatro personas obesas. El tendido era todo en blanco y tenía una manta de pelaje en los pies que se me hizo deliciosa con solo verla, a su lado derecho las ventanas también se alzaban de techo a suelo, había un sillón blanco con una manta negra delgada encima, dos mesas de noche con sus respectivas lámparas, un televisor enorme frente a la cama pegado a la pared y debajo una cómoda de madera negra. Al lado izquierdo había otra habitación, el baño.

Era espacioso, una tina y una ducha con control de temperatura de agua y presión, en los muebles habían productos para el cabello, jabones y cosas de la piel como mascarillas. Detrás del enorme espejo de lavamanos había medicamentos para cualquier cosa y en otro lado un espejo de cuerpo completo.

Salí del baño, estaba mareada de tanta grandeza hasta que me fijé en la caja que estaba encima de la cama y como no, era un teléfono de última tecnología. Por fin podría botar mi pinche Alcatel.

Encendí el teléfono y este medio la bienvenida, había solo un contacto. Piero.

"Nunca será suficiente, espero te guste. Cuida tus contactos, recuerda nuestro trato"

Era obvio que no podía hablar con cualquier persona acerca de mi cambio de vida pero era lo que menos me importaba. Le envié diciéndole que me encantaba todo esto y que no sabía cómo agradecérselo.

Tal vez debería hacerle un show de stripper.

Ah mierda, nada sexual.

—¡Mary, mueve el culo aquí un segundo! —grito Miranda y salí de mi habitación.

Woow, que bien se siente decir eso.

Fui a su encuentro, estaba en el pasillo frente al baño de huéspedes.

—Ese baño no es normal, ni siquiera sé cómo ajustar los controles — reí.

—Ya aprenderás. ¿Has ido a las demás habitaciones?

—No, te estaba esperando.

Fuimos a una puerta doble de madera que nos parecía extraña. Antes de abrirla, Miranda me tomo por la muñeca.

—¿Y si es un cuarto de juegos como el de Christian Grey? — reí.

—Deja de leer tanta pendejada.

—Pero es que esto es tal cual, solo es como si Anastasia hubiese traído a su mejor amiga. El dinero, el hecho de que no hagas nada, solo ser su dama de compañía es raro...

—Es lo que te he estado tratando de decir —ruedo los ojos.

—¡Ay ya ábrela!

Sin miedo empujó ambas puertas y no es para nada en lo que estábamos pensando. Es un sauna.

—¡Mierda! — ríe Miranda.

No es grande pero tiene camas de masaje y productos para ello, además del control de vapor y todas esas cosas.

—Creo que estar aquí es lo primero que voy a hacer —dice.

—Genial.

Salimos de allí con la idea de más tarde meternos en modo relajación y vamos a la última habitación. Nunca salimos de la impresión ya que esta última es un armario, un armario enorme.

Esta vacío prácticamente sin contar uno de otro traje de Piero que sobresale en los estantes. Hay espacio para zapatos, vestidos, ropa informal, interior y hasta accesorios y relojes. Un espejo de cuerpo completo se alza al fondo y frente a él un pequeño puf de color blanco sobre una alfombra.

—Se vería más hermoso si estuviera lleno. Creo que hoy vamos a quemar mucha ropa, la mía no pero tus jeans rotos y camisas llenas de salsa de tomate si.

—¿Quieres que queme mi guardarropa?

—Querida, en tus manos está el boleto a tener el armario de tus sueños sin resentimientos —sonrie mirando la cartera que aún llevo en las manos.

—Pues... ya que lo dices, una dama de compañía no puede verse mal —sonreimos con complicidad.

—Pues vamos a estar todo el día en el centro comercial.

—Espero que Angelo y Dante estén listos.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora