Capítulo Veinte

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Lloré mucho encerrada en la habitación porque mis planes de irme a mi vida habitual se habían escapado por miedo a salir y verme secuestrada, me dolía admitirlo pero con Piero estaba protegida.

—Me quedaré —le había dicho —, pero solo porque temo por mi vida.

—Si, lo entiendo —respondio —, también es necesario que tomes clases en casa.

—Yo también tengo mis condiciones. No quiero verme envuelta en lo que haces tampoco quiero que lo hagas cuando yo esté cerca y en lo posible no quiero saber nada, solo soy tu acompañante en esas... reuniones. No quiero saber más.

—No lo sabrás, te lo prometo.

—Tambien quiero que Miranda venga conmigo a los viajes, odio sentirme expuesta y no tener al menos un apoyo.

—Mary, no quiero que ella...

—Ella no asistirá a tus reuniones, solo será un punto de apoyo para mí, por favor. Creo que no tienes porqué reclamar, me ocultaste muchas cosas...

Su mirada fría sobre mi ya no me causa tanto miedo e incomodidad como antes, ahora que sé lo que hace y sé que no va a hacer nada en mi contra me tiene más relajada. Asiente con la cabeza y me deja salir del comedor.

Soy consciente de que aún tengo que presentarme en las reuniones con narcos y sicarios que lo rodean y que así corro peligro pero me ha prometido que no me pasará nada y si ese tal Rafael se llega parecer en mi vida, a Piero le va ir muy mal.

Limpio mis lágrimas y voy a la habitación de Miranda. La pobre debe estar más que confundida sin que pueda decirle nada.

—¡Dios mío, Mary! —dice tomando mi rostro apenas cruzó la puerta —¿Que demonios está pasando? ¿Como es eso de que ya no podemos irnos?

—No es que no podamos, es que... no debemos —trato de tranquilizarla —, son muchas cosas las que no puedo explicarte pero espero que no hagas preguntas y entiendas que debemos quedarnos.

—Todo esto me está empezando asustar.

—No te preocupes, te prometo que todo va a estar bien y de ahora en adelante tú nos acompañaras en los viajes.

—¿Hablas en serio?

—Si, se lo pedí a Piero y dijo que si — sonrío.

Después de una pequeña charla y deshacer nuestras maletas de nuevo, fui al balcón de la habitación después de un baño para tomar aire libre y llamar a mis padres, obviamente no les diría lo que estaba sucediendo pero mantendría contacto con ellos para que no se preocuparan. No sabía que iba a ser de mi de ahora en adelante y eso me ponía la piel de gallina.

Unos dedos cálidos recorrieron mis brazos y sentí su aliento golpeando la parte de atrás de mi cabeza, ya no me daba miedo pero no me gustaba que se me acercara así ya que era un punto de quiebre para mis sentimientos.

—Lamento meterte en esto —susurro.

—No es cierto, lo sabías desde hacer el contrato.

—Mi plan era solo darte pequeños lujos y mostrarte cómo una pantalla, jamás creí que te involucrarías en eso. Rafael... tiene una obsesión terrible con las mujeres y si ha puesto el ojo en ti...

—No quiero hablar de eso, me basta con que me digas que no me pasará nada.

—De acuerdo —suspiro aferrándose a mis brazos —. También debo mencionar que... has roto una de las reglas del contrato.

Mierda ¿lo sabía?

Me quedé callada unos segundos.

—Hace unas horas no sabía lo que eras, así que no te preocupes que una mirada enamorada de mi no va a volver a salir —me giró y le pasó por el lado.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora