Capítulo Dieseis

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Piero

Parecía una loca.

Una loca con un bonito cuerpo color canela, una cintura fabricada como ella le decía pero hermosa, unas piernas largas, que aunque delgadas eran firmes, una bonita sonrisa y una mata de cabello largo y lacio.

La vi quitarse el collar y entregárselo a Angelo mientras corría hacia mi de una forma poco convencional. Casi me rió cuando note que tenía un punto blanco de bloqueador en la punta de la nariz. No toco el agua, se quedó de pie en la orilla.

Me acerqué y le quite el bloqueador con los dedos.

—Ni se te vaya a ocurrir tragar agua de mar ¿de acuerdo? —le dije.

—Gracias por hacerme parecer más pendeja de lo que soy — sonrío.

— Acércate.

—¿Y si me come una manta raya?

—No comen humanos.

—¿Un tiburón?

—No vas a nadar tan lejos.

—¿Un caballito de mar?

—No acabes con mi paciencia.

—Es que estoy nerviosa, había visto el mar pero nunca me había metido en el.

La tome de las piernas en un acto desprevenido y soltó el grito al cielo tan fuerte que la mayoría de los que disfrutaban del agua voltearon a mirar. La lleve a cuestas hasta que el agua me llegó al abdomen y la solté, se agarró de mi torso y se negó a tocar el agua.

—¡No, me da miedo! —grito mirando hacia abajo.

—Bueno, quédate ahí.

Aferre sus piernas a mi cintura y sus brazos al rededor de mi cuello y camine más al fondo hasta que el agua nos cubrió hasta la mitad de los brazos. Mary soltó un chillido al fijarse en donde estábamos.

—No está mal ¿ves? —le dije mientras le mojaba los hombros y el cabello.

—¿Seguro que no sientes pescaditos mordiendo tus piernas?

Me hacía reír su infantilismo.

—No —le respondí.

Poco a poco bajo las piernas de mi cintura y al no tocar fondo tuve que tomarla de los brazos e ir más a la orilla. Ella era más baja que yo.

—¿Has nadado alguna vez? —le pregunté.

—No sé bien, solo de a perrito — reí.

—¿De a perrito?

—Si, como un perrito, poniendo las manos así —puso las manos como un cachorro y volví a reír.

—¿No sabes dar brazadas? —ella negó con la cabeza —. No es difícil, haces el mismo movimiento que haces con las piernas pero te impulsas con los brazos hacia los lados.

Le enseñé a nadar. Era como enseñar a un niño las vocales porque se confundía y nadaba como solo ella sabía hacerlo. Me había reído mucho con sus tontas bromas, su estilo al nadar y sus juegos. Hasta note que Angelo y Dante reían a la lejanía. Al final aprendió a nadar por encima del agua.

—Me da miedo por debajo, siento que me voy a ahogar —comento.

—Vamos a hacer algo que te va a quitar el miedo...

[...]

—¡No, no, no y no! Ni loca.

Estábamos en la lancha con un experto en buceo, le dije a Mary que íbamos a ver corales pero la idea de estar tan lejos de la orilla no le emociono mucho.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora