Capítulo Veinticuatro

73 9 1
                                    

Si odiaba la seriedad de Piero, pues ahora lo odiaba más y por mi culpa, bueno, por pensar que si no le decía nada, él estaría bien igualmente no me había pasado nada en ese encuentro por la intervención de Angelo. Pobre Angelo, tampoco me imagino el regaño.

Salgo del aseo y me lavo las manos pensando en cómo mierda voy a contentar a Piero.

—¡Que mierda! —murmuro.

—Lo mismo digo —dice una voz masculina.

No me da tiempo de ver quién es pues me priva de los movimientos y del habla tomando mi cuerpo por atrás, una mano enorme y sudada me tapa la boca y hasta siento que no puedo respirar por la nariz, siento los músculos de su pecho en mi espalda y su brazo rodeando mi cintura.

Trato de gritar, lanzó patadas al aire pero por el espejo veo el enorme hombre que me tiene de esa forma, es imposible ganarle pero soy insistente y no me rindo.

El hombre es calvo, va de traje y nunca en la vida lo había visto y no se porque está haciendo esto.

—Quieta pulga —resopla en mi oído mientras me saca del baño. Fuera hay más hombres con el mismo traje que lo cubren.

¿Como me voy a quedar quieta, mamón? ¿Que quieres que haga? ¿Que te dé un beso y te de las gracias por secuestrarme?

Me sigo negando a morir así, así que sigo forcejeando aunque se que es un caso perdido. No se en que parte del hotel estamos pero no veo a ninguno de los hombres de Piero y es oficial, me han secuestrado.

Hay un montón de camionetas a unos metros del edificio, el hombre que me lleva abre la puerta trasera de una y me mete a la fuerza haciendo que me golpee la frente con el borde y empiece a sangrar.

—¡Malditos cerdos de mierda! —grito cuando cierran la puerta —¡Déjenme ir, déjenme ir!

Voy al otro extremo donde va a entrar un hombre y le pateo el pecho haciendo que retroceda. Me niego a ser secuestrada, me han robado un par de veces y siempre me he defendido con uñas y patadas, no puedo dejarme está vez. Pero el hombre no sé inmuta, vuelve a empujarme, entra al vehículo y cierra la puerta.

—¡Esto les va a costar muy caro, idiotas! ¡Déjenme salir! —grito de nuevo, viendo como se sube el conductor y el copiloto.

—Dile eso al señor Montero —me contesta el conductor.

Frunzo el ceño, ¿así que es él quien está ordenando esto? Maldita sea, tal vez si yo le hubiera contado a Piero de nuestro encuentro en el baño, yo hubiese tenido más protección a la hora de venir aquí.

El auto empieza a dar marcha y mi desesperación se eleva. Empiezo a dar patadas a la puerta y al que tengo como acompañante y como resultado le lastimo la cara con el tacón a lo que suelta un grito de dolor.

—¡Para el maldito auto! —grito cuando rodeó el cuello del conductor haciendo que pierda el control del volante.

—¡Inyectala! —grita en medio de la axficcia.

Trato de que pierda el control del volante y yo misma lo giró antes de que algo me pinche con fuerza el brazo. El auto derrapa, se estrella con algo y da un bote quedando de lado.

Empiezo a sentirme mareada pero logró abrir la puerta y salir, tengo un molesto pitido en los oídos y tengo que agarrarme la cabeza y estabilizar mis pies, no se que me han inyectado pero solo camino unos pasos lejos del auto cuando me desplomó en el suelo.

[...]

Lo primero que siento al despertar es la boca seca, como cuando bebés mucho tequila la noche anterior y estás más seca que un desierto; trato de reunir saliva y aclarar mi garganta. Estoy en algo suave y cuando abro los ojos hay una completa oscuridad.

Me siento en súbito, solo alcanzo a distinguir una cama y unas cortinas negras pesadas, no sé dónde estoy pero seguro no es buen lugar. Aún tengo el vestido blanco y sangre seca en la frente.

Solo pasan unos minutos antes de que él abra la puerta.

—Has despertado, eso está bien, ya no me voy a sentir tan solo —hace un puchero.

—Quiero saber ¿por qué mierda estoy aquí contigo y que carajos crees que estás haciendo? —pregunto con rabia.

—Una declaración de guerra, supongo. Piero te está buscando de arriba abajo —dice sentándose a los pies de la cama —pero ha de saber que no te va a encontrar.

—Yo no tengo nada que ver en los negocios de Piero y menos en los tuyos, hace poco no sabía a lo que se dedicaba y preferí ignorarlo...

—¿Como te ha encontrado? —me ignora y pasa su suave mano por mi pierna la cual retiro rápidamente —. Una mujer tan bella no puede estar al lado de ese monstruo.

—¿Pero si de uno como tú?

Su mirada hambrienta me recorre el rostro y me vuelvo a repetir que su mirada es muy intimidante.

—Soy muy diferente a él, preciosa —dice y se acerca a un lado de la cama —. Conmigo conocerás cosas diferentes, el amor, el placer...

—¿Que te hace pensar que me voy a quedar contigo? Me has secuestrado, ¿en que mente retorcida cabe la idea de que pueda tener algo con mi secuestrador? Lo siento mucho, Rafael pero el síndrome de Estocolmo no me queda...

Su mirada se dirige a mi vestido y sus ojos brillan con perversión.

—¿Os habéis casado? —pregunta de repente.

—¿Que?

—Ese vestido Louis Vuitton fue diseñado para una novia —quedo en shock —, para una boda y tiene un valor bastante costoso, sencillo pero de calidad. ¿Os habéis comprometido?

—No...

Una risa resuena en todo el lugar y hace eco, suspira y vuelve a mirarme a la cara.

—No sabes la alegría que me da quitarle las cosas más preciadas a mi enemigo —susurra —, me pregunto si contigo moverá cielo y tierra o hará como con todo lo demás que desecho y olvidó.

—Él va a encontrarme y tú estarás jodido y si no me saca de aquí, yo misma voy a salir y estarás el doble de jodido.

—Tu y él tendríais que ser muy inteligentes para entrar o salir de esta fortaleza, bella princesa.

—A él puedes subestimarlo, pero a mí no. No me conoces.

Su rostro se acerca al mío y le mantengo la mirada, no quiero que me vea débil, necesito que me vea decidida o podrá jugar conmigo como se le antoje y no quiero eso. Quien sabe que cosas horribles le hace a las mujeres y no pienso ser una del montón.

—Cuanto valor —dice y me acaricia la mejilla como si fuera de cristal —, pero yo no soy lo que piensas, conmigo las cosas son diferentes y pronto estarás rogando por atención que le daré a tu cuerpo...

—Suerte con eso — espetó con odio.

—Gracias, que considerada.

—Vete a la mierda.

No se que fetiches tenga este loco pero sonríe y me da un beso en la frente para luego irse. Voy a la puerta y obviamente está cerrada con llave.

Me pregunto si Piero me encontrará y sacará de aquí o si seré yo la que salga por su cuenta.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora