Capítulo Diecinueve

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Rafael

—... Por lo que sabemos, Paolo el jefe de las comunas mando a su hijo Junior a que robara la fórmula de la droga que está creando De Luca y lo ha logrado, su vuelo llega hoy en la noche —anuncia mi tío Bernardo, un alto jefe en las comunas de España.

—¿Y será que Piero no se ha dado cuenta de ese robo? —pregunto —. No hay que subestimarlo.

—Que lo sepa no lo creo, está justo aquí en Copacabana y piensa cerrar otros negocios el resto de la semana...

Podría decirse que Piero y yo vamos a la par en este momento, pero la verdad es que en inteligencia soy un poquito más ejemplar. Piero no sabe hacer negocios y a mis veintisiete años tengo a la alta mafia Rusa comiendo de mi mano, lo que él no ha logrado y nunca logrará.

El problema con Piero es que está obsesionado con el hecho de que mi padre mato al suyo por negocios, es algo que no olvida y eso le bloquea el cerebro. Podría ser un alto cabecilla a mi lado pero decidió competir contra el peor, o sea conmigo.

Pero a decir verdad, estos negocios me tienen un poco aburrido, llevo tres semanas fuera de mi querida España y quiero volver. Solo me queda una semana en Copacabana y no quiero estar encerrado solo porque Piero esté cerca.

—Necesito relajarme un poco, estoy harto de estas reuniones —le digo a mi tío.

—De acuerdo, te mantendré informado sobre lo que pase con el chip.

Asiento con la cabeza y empiezo a relajarme desde ya moviendo mis hombros. Soy muy dedicado a los negocios pero la verdad es que también soy un poco liberal y cuando veo la oportunidad de disfrutar de mis riquezas y la vida trato de hacerlo.

Brasil es un país liberal, como yo, lleno de riquezas y sobre todo bonitas mujeres. Afortunadamente no me he casado, no tengo las mismas costumbres que la familia De Luca y se que Piero ha presentado a su dama como parte de algún extraño ritual. No me gusta comprometerme y no veo el sentido a estar con alguien más de ese modo, simplemente me divierto.

La mansión que comparto con mi tío en Brasil se presta para traer mujeres y broncearse a la orilla de una piscina pero me apetece ir a la playa, tomar un trago y relajarme. Así que tomo mis cosas, me pongo algo ligero, dejó que mis hombres descansen y yo mismo conduzco el auto que me llevará a la playa de Copacabana.

No me sorprende que esté llena, como tampoco que uno de mis hombres me haya seguido a petición de mi tío.

—¿Es que no tienes nada más que hacer? —le digo.

—No señor —ambos reímos.

Me acomodo a un lado de la playa donde hay muchas chicas, me gusta el buen sexo y las brasileñas son expertas. Lo sé por la cantidad de veces que he estado aquí.

—Piero en el agua —anuncia mi guardaespaldas en un tono cantarín.

Acomodo mis lentes de sol y lo busco, si estuviera más cerca y alcanzará a verme seguramente habría pelea a muerte. Muchas veces no nos podemos ver ni en pintura aunque hayamos compartido ciertas cosas como reuniones de negocios.

—Ha de venir con su acompañante fiel ¿ves algo? —digo.

—Por allí están sus hombres —señala a Angelo y Dante.

Exagerado como siempre.

Y luego mis ojos se posan en la mujer que se aplica bloqueador en los hombros.

Click.

¿Cuantas veces se hace click con solo un vistazo?

Es una mujer latina, eso lo tengo claro por su tono de piel y porque a diferencia de Piero, sonríe sin abandonar el gesto. Y cuando se levanta, madre mía, es como un sueño preciado, latino y hermoso.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora