Capitulo Treinta y Cinco

64 6 0
                                    

Piero

Estaba hermosa.

Antes pensaba que Mary no podría ponerse un traje de esos sin verse fea pero me había equivocado, parecía esa tipo de mujeres que entran a tu oficina, te desvisten y te comen la polla sin compasión.

Había resultado una terrible agonía sin ella todo este tiempo y había hecho cosas terribles en su ausencia, de las cuales por una estaba aquí encerrado.

Su mirada pasaba de la carpeta con mi caso a mi cara y en el transcurso, sus ojos se humedecieron y no me gustó verla así, me recordó a la última vez que la vi. Mi rostro en cambio, era impaciente, quería que ella hablara primero pero no lo hizo en un buen rato.

—¿Que...? —murmuro —¿Que has hecho?

—Es muy agradable volverte a ver, Mary —dije.

—¿Que has hecho? —pregunto, está vez con más firmeza.

—Maté a alguien —conteste sin importancia.

—¿A quien?

—Un diputado.

—¿Cuanto llevas aquí?

—Unos tres meses, supongo.

—¿Por qué no me habías buscado antes?

—¿Por qué estás haciendo tantas preguntas en vez de mirar la car...?

—¡Porque te perdiste de un momento a otro como si te hubiera tragado la puta tierra! —grito —. Me llegó una amenaza de Rafael con el collar y mi familia esta en peligro por un montón de narcos mexicanos que se creen dueños del oxígeno.

—¿Cómo que una amenaza de Rafael con el collar? —me enfade. Odiaba escuchar ese puto nombre.

—Si, me lo envió en una cajita y tenía un mensaje que decía que iba a dejar girasoles en tu tumba.

—Se cree con suerte.

—¡¿Que es lo que te sucede?! ¡¿Por qué mataste a ese hombre?!

—Porque es lo que hago con quien interviene con mis cosas, eso va también para Rafael.

—¡No soy una puta cosa! —se paso las manos por la cara —¿Cómo me contactaste? ¿Donde está Angelo y Dante?

—Ambos tienen que trabajar en las sombras, si alguien descubre que trabajan para mí irán a la cárcel, Angelo te encontró y solo hizo lo que le dije hace un tiempo.

—¿El que?

—Para mi era importante que consiguieras el título de abogada, por eso contraté al mejor maestro en caso de que yo estuviera en aprietos, tú ibas a sacarme de eso.

Me miró incrédula.

—¿Es en serio? —dijo —¿Crees que soy capaz de sacarte de aquí? Has matado a alguien, Piero, y peor aún, a un político. No soy justiciera, tal vez mereces estar aquí.

Eso me dolió. Creí que aún después de tanto tiempo, Mary seguiría con aquellos sentimientos hacia mí pero algo había cambiado, parecía más distante y fría pero lo atribuí a el tiempo y la distancia.

—¿No vas a ayudarme? —pregunte —. Aquí encerrado no puedo hacer mucho, Mary. Van a quitarme todas las propiedades, ¿y que crees? Miranda está en el apartamento aquí en México.

—¿Es una amenaza?

—No, solo te lo estoy diciendo.

—Pero utilizas su nombre para que acceda.

—Aunque no lo parezca, no me afana mucho salir de aquí. Tengo ciertas comodidades y pequeños negocios que se pueden realizar desde aquí.

—¿Entonces para que me llamaste?

—Confio en tus capacidades y sé que muy en el fondo no quieres dejarme aquí. Me necesitas, tanto como yo a ti.

Aquello la hizo tragar grueso, pero no le pasaría nada si perdía el caso aunque algo en mi me decía que no sería así. Ella me ayudaría, daría todo el día del juzgado. Miró con cautela la carpeta y paso algunas páginas.

—¿Lo mataste por negocios? —pregunto después de leer.

—Der político no te hace un santo, Mary. Este hombre hizo negocios conmigo para llegar al poder, también traficaba y vendía niños al exterior. No era una buena persona y bueno, yo tampoco, lo mate porque se estaba atrasando un poco con el pago.

—¿Que pruebas hay en tu contra?

—Uno de sus escoltas llegó al sitio donde lo tenía y vio todo. Lo lógico hubiera sido matarlo pero se escapó, le dio aviso a la policía, a su familia y me capturaron.

—Este caso es una mierda, si te soy sincera —admitio —. ¿Cómo se supone que voy a defenderte?

Estire mi mano por encima de la mesa y tome la suya, entregándole la respuesta en un pequeño papel que no podían ver los policías.

—Confio en ti, Mary —susurre —. Y también confío en que al salir de aquí con tu ayuda vamos a estar juntos.

—¿Juntos? —su voz se ablandó.

—Juntos. Sin ti no hay poder, Mary y por eso estoy aquí. Hice cosas horribles en tu ausencia la cual me ha dejado un poco en agonía ¿lo entiendes?

Miró nuestras manos juntas y frunció el ceño, retiro la mano y se levantó de su puesto.

—Te veré el día del juicio —anuncio sin mirarme.

Finalmente tomo la carpeta y se dirigió a la puerta que resguardaban dos policías los cuales le abrieron con rapidez y volvieron a cerrar, impidiéndome seguir viéndola.

Mary

Me aleje a paso apresurado con una terrible presión ocupando mi pecho, culpa le llaman. Culpa porque Piero había estado encerrado todo este tiempo mientras yo me acostaba con su peor enemigo, culpa porque lo había dejado a un lado y ahora decía necesitar mi ayuda.

Si antes de llegar a la cárcel había estado nerviosa pues ahora lo estaba aún peor. Un juicio de ese calibre podría arruinar o hacer crecer mi carrera, pero era tan difícil defender a un culpable.

Me subí al taxi que había pasado por allí y suspiré sonoramente posando la carpeta en mis piernas y abriendo el papel que me había entregado Piero discretamente.

Era una dirección a Sinaloa, no había nada más. ¿Que podría haber allí que me ayudara con ese caso?

Volví a exhalar el aire y guarde el papel en mi bolso, luego me prepare para llegar a casa y estudiar el caso de arriba abajo.

—¡Ya llegué! —grite entrando a la casa.

Mi madre salió con su delantal de lavar ropa y se acercó para saludarme y preguntar cómo me había ido. Le comenté muy por encima a quien tenía que defender y me dio ánimos antes de traerme café para estudiar.

Abrí la carpeta de nuevo en el comedor y vi su fotografía de recluso en una esquina, esa mirada fría, el rostro duro y sin emoción... aquellos labios rellenos y escasa barba.

Ok, ok, ya.

Pase las siguientes páginas y vi las pruebas en su contra, fotografías de la escena del crimen y la demanda por parte de la esposa del fallecido y el escolta que se había salvado. Las imágenes eran terribles, había un hombre amordazado en el suelo con un tiro directo en el pecho y la frente.

Ver esas imágenes me daba escalofríos porque me imaginaba el momento justo, a Piero levantando el arma, las súplicas, los insultos y amenazas. ¿Cómo podía estar con un hombre así?

Cerre la carpeta sudando y me dije que no podría seguir si no iba a Sinaloa e iba por lo que me ayudaría con esto.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora