Capítulo Cuatro

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Las manos no dejan de sudar en mi regazo y creo que me estoy hiperventilando a pesar de que la camioneta tiene un espacio amplio y huele muy bien. El calvito no habla y ni siquiera me mira por el retrovisor.

Mierda, en que me estoy metiendo.

No me sorprende que el camino sea largo pues mi casa queda en la zona baja de la ciudad y por los lujos que estoy viendo, Piero vive en una zona más alta.

Los nervios ni siquiera me dejan ver el móvil y solo palpó la zona en donde está el spray. Las casas enormes empiezan a verse y la diferencia social es notable cuando las calles están llenas de árboles bien cuidados, luces doradas y se respira dinero por todo lado. Cuando ingresamos a una zona de condominios donde cada casa tiene un auto BMW, Audi y otras marcas buenas, el calvito me habla.

—¿Nerviosa?

—No se que pensar, siento que me va a secuestrar el presidente.

Me sorprende verlo sonreír cuando aparcamos frente a un edificio que destila dinero por donde se le mire, su estructura es de color negro con ventanas enormes pero polarizadas. En la entrada alcanzo a ver un botones tras la puerta de cristal y un buen sistema de seguridad.

El calvo baja del auto y yo también me apresuró a abrir la puerta pero cuando llega y me ve a punto de salir me mira con el ceño fruncido.

—Perdón, no acostumbro a que me abran la puerta de manera caballerosa, ya sabe, cosas de pobres —le digo.

Se ríe un poco y me extiende la mano para ayudarme a bajar. Mientras caminamos a la entrada, aprieto mi bolso contra mi abdomen y trato de respirar con normalidad. Cruzamos el vestíbulo y pasamos a subir al ascensor el cual se demora y lo hace por llegar al último piso del edificio que debe tener por lo menos treinta pisos.

Al salir, solo hay una puerta de madera y ningún número en ella, lo cual me hace caer en cuenta que es un apartamento por piso. Increíble.

En la puerta también hay un hombre con el mismo porte que mi chófer, el cual se aparta cuando nos acercamos. A estas alturas el corazón se me está saliendo del pecho y necesito un pañuelo porque las axilas me sudan.

El calvo abre la puerta y me indica que pase. En primera estancia hay un vestíbulo con dos muebles negros y espejos sobre ellos, un perchero solitario y unos cuantos floreros. Damos pasos al interior por el suelo de madera hasta que ante nosotros se hace un enorme salón.

Hay sofás blancos, una chimenea y un piano negro reluciente; me es imposible no fijar la vista en las ventanas del otro lado que van del techo al suelo y en el hombre que está de espaldas hablando por teléfono. Siento que algo me recorre la espalda, si no me equivoco este sí es Piero.

Es de espalda ancha pero su traje negro se ajusta perfectamente a su cuerpo y tiene un culazo...

—Señor Piero —habla el calvito a mi lado —, aquí está la señorita Molina.

Piero cuelga el teléfono y se voltea quedando de frente. Trago grueso al tiempo que siento que mi vagina ha soltado fluidos de solo verlo.

Para ser franca, si es el de las fotos, solo que en persona está mucho más bueno. Su porte grita sumisión y hasta siento que debo arrodillarme a sus pies, sus ojos enormes me atraviesan cuando se acerca pero se mantiene serio y firme. Su colonia masculina me inunda los sentidos al tenerlo cerca y tiemblo cuando me toma la mano para besar el dorso sin quitarme la mirada.

—Es un placer Mary. Soy Piero De Luca. Bienvenida.

Tiene un acento italiano hermoso y siento que alguien debe sostenerme antes de que las rodillas me fallen. No puedo esperar para contarle cómo una adolescente a Miranda que esta joda de Tinder salió mejor de lo que pensábamos. Hasta me provoca entregarle el spray a él y pedirle perdón por dudar tanto.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora