Capítulo Treinta y dos

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A decir verdad, Rafael podría ser un excelente actor, era guapo, serio y carismático, les había hecho creer a los invitados que en verdad estaba enamorado de mi, hasta yo lo creí. ¿O era cierto?

—¿Cómo se conocieron? —pregunto mi madre. La señora Sandra era una mujer muy romántica, por eso no entendía como se había casado con mi padre.

—Fue un momento fugaz —empezó Rafael alias el poeta —, ella estaba muy lejos de mi y cuando la vi sentí que debía conocerla, sentí que debía estar con ella o no sería feliz. Me hallaba un poco nervioso cuando me acerque a hablarle la primera vez, quería causar una buena impresión y aquí está —sonrió complacido —. No puedo ser más feliz de lo que soy ahora.

Rode los ojos con disimulo. Eso estuvo bien, mejor que decirle: "pues resulta que vi a su hija y me obsesione con ella porque a mí nadie me dice que no, luego la secuestre en España y vivimos una romántica historia de una puta semana". Si, lo de Rafael estuvo mejor.

—Ay, que tiernos —dijo mi madre —. Mi hija casi nunca tenía novios, en la escuela tuvo un guerito que se llamaba Nicolás y ahora es ladrón, pero bueno, él nunca la valoro.

«¿Era ladrón? Ay mamita, ¿que cara harías si te digo que este es un mafioso poderoso y que de no ser por su obsesión conmigo ya nos hubiera llevado la huesuda?»

—Si, es el amor de mi vida —dije, tenía que hacerlo creíble —. Perdoname por no mencionarlo antes, estaba muy emocionada con mi regreso.

—Y vosotros no tenéis que preocuparos por vuestra hija —intervino Rafael y lo mire mal —. Os aseguro que ella está en buenas manos conmigo.

—Eres todo un caballero, Rafael.

¡Que va! Mi mamá estaba embobada con Rafael solo por su acento y su atractivo. Cada vez que Rafael abría la boca, mi mamá lanzaba un suspiro y las vecinas parecían estar a punto de venirse a chorros.

Luego de un par de preguntas a Rafael por ser el centro de atención y olvidar que está era una celebración por mi graduación porque al parecer había llegado el mismo Leonardo DiCaprio a alegrarnos con su belleza; los invitados empezaron a marcharse y solo quedamos, mis padres, el modelo de revista y yo.

—Señora Molina... —dijo Rafael.

—Ay, por favor, llámame Sandra —contestaba ella.

¡¿Que?! Todo el mundo le decía señora por su mandato y llegaba este loco y le pedía que le dijera por su nombre. ¡Yo es que...!

—Esta bien... —Rafael soltó una risita seductora —. Sandra, ¿usted me permitiría ir con su hija a cenar? Ya sabe, para celebrar la ocasión.

Mire a Rafael asesinamente pero este no me puso cuidado. Dios mío, se estaba valiendo de su belleza para convencer a mi madre, que hijo de su...

—Yo creo que no deberíamos salir —interrumpi de mala gana.

—¿Por qué no? Ay mija, ustedes han tenido mucho tiempo lejos. Vayan a darse un paseíto ¿si?

—Si mi amor, ¿por qué no vamos a disfrutar un poco?

¡Yo lo mato!

—Bien —murmure entre dientes —Ra... Digo, mi amor, ¿podrías esperarme en mi habitación?

—Siempre y cuando me digas dónde está.

Le sonreí a mi madre y pellizque a Rafael en el brazo disimuladamente pero este no se inmutó, se levantó y me siguió hasta mi habitación. Cuando cerró la puerta me miró con algo de burla.

—Eres un...

—Cuidado mi amor, no quiero que te alteres y desaproveches la cena conmigo esta noche.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora