Capítulo Dieciocho

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Todo esto, todo lo que me rodea en la habitación que adore desde el primer día en que la vi ha sido ganado a punta de cosas malas, drogas y asesinatos. Me siento asfixiada y tengo un terrible nudo en la garganta que es expulsado con lágrimas y ni eso ayuda.

Si, me había enamorado de Piero de un momento a otro, por sus tratos y lo bueno que creí que era pero no sabía que todo era una pantalla para que yo no me diera cuenta de la verdad, de esa horrible verdad.

Caminando de lado a lado en la habitación en extrema desesperación, recuerdo a Samuel, no sé cómo, no sé por qué pero él sabía en lo que me había metido de algún modo y trato de advertirme y ahora estaba muerto por eso.

Muerto.

Muerto.

Muerto.

Aquel chico que me había mirado mal en la mansión De Luca también había sido víctima de Piero y me lo contó, me lo contó de la forma más descarada, como si no le importará.

¿Por qué tenía que enamorarme de un puto loco?

No, un loco no, él mismo lo dijo, él y su apellido eran muy respetados en todo el mundo, hacia lo que hacía y eso era respetado. Dios, no lo puedo creer, no puedo creerlo.

Trato de calmarme, tengo que decidir en qué lugar quedarme y para eso tengo que dejar de lado la estabilidad del dinero y pensar en mi bienestar, en el mío y en el de Miranda porque sin querer la arrastre a esto y lo peor de todo era que no podía decirle nada.

Bien, pros y contras, pros y contras.

Si me iba volvería a mi vida de mierda (porque no quería aceptarle el dinero que me prometió, era dinero sucio), tendría que humillarme y pedir volver al McDonald's que no es trabajo bueno pero al menos es honesto. Tendría que volver al apartamento pequeño en el que estábamos Miranda y yo y posiblemente nos veríamos amarradas y cortas de dinero por un buen tiempo.

Pero, por Dios, sería dinero ganado de manera honesta y no me sentiría como me estoy sintiendo ahora rodeada de tanto lujo. Ese sería el pro.

Si me quedaba, tendría que ver todas las atrocidades que hacía Piero, no estaba dispuesta a ver de nuevo lo que vi en esa habitación. Me entran arcadas de solo recordar. No podía vivir al lado de un hombre que sé que trabaja con drogas, que es temido por sus métodos de negocios.

Por eso tantos hombres lo protegen ¿Por qué nunca me di cuenta?

Si me quedo viviré bien, pero mal al mismo tiempo.

No puedo.

No puedo dejar que Miranda este rodeada de todo esto, no puedo estar rodeada de todo esto ¿Que pensarían mis padres? ¿Que sería de una abogada que protege un mafioso? Va en contra de mis principios, de mis valores y de lo que yo misma he conseguido con tanto esfuerzo. Es más, ni siquiera debí aceptar el contrato...

[...]

Al frente tengo un filete en salsa, siempre me había gustado cenar cuando Piero estaba en casa, ya que venía un chef profesional y cocinaba delicioso. Este era mi plato favorito, pero ni siquiera lo toque.

A mi lado, Miranda devoraba no se qué que tenía en el plato y en el otro extremo de la mesa, Piero tampoco tocaba su comida.

Apreté las manos sobre mis jeans, aquellos viejos que me ponía siempre porque había decidido no volver a tocar la ropa que había comprado con las tarjetas que me había dado Piero. Me puedo imaginar lo andrajosa que me veía con una coleta en el cabello mal hecha, con las ojeras prueba de mi falta de sueño, con un suéter azul rey que estaba roto en las axilas y los feos jeans, pero no me importaba.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora