Capítulo Treinta y uno

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Deje que la nota de deslizara por el suelo y me lleve las manos a la boca. Esto solo podía significar que Rafael sabía dónde estaba, sabía de mi familia y estaba dispuesto a buscarme.

—Mija, ¿vas a mostrarme lo que tiene el paquete? —escuche a mi madre desde la cocina.

¡Dios mío, no puede ser, sabe dónde estoy, va a venir por mí, va a secuestrarme de nuevo!

Trate de no entrar en pánico pero ni siquiera me preocupaba mi bienestar, me preocupaba mi familia y que se enterará de lo que en verdad estaba pasando. No me explicaba como había conseguido el collar pero ahora me daba cuenta de que tenerlo era como una maldición, cuando estaba cerca de mí cosas malas pasaban.

Aparte mi cabello de la cara y trate de tranquilizarme, tal vez Rafael no fuera capaz de venir teniendo a mi familia aquí. Puede que suene estúpido pero Rafael respetaba un poco más mi espacio por estar enamorado, no creo que venga a hacerle algo a mi familia.

Por otro lado está era una amenaza quiera o no y tenía que avisarle a Piero, solo que no quería que armara un alboroto para llegar a la casa.

Suspiré profundamente y cogí la nota del suelo, la metí a la caja, la cerre y la metí debajo de mi cama e hice como si jamás hubiera llegado allí. Tome mi teléfono y salí hacia la cocina.

—¿No vas a mostrarme? —me pregunto mi madre. Balbucee nerviosamente mientras buscaba el contacto de Piero en mi teléfono.

—Eehh, te los muestro después ¿te parece? Es que me gustaría que fuera una sorpresa para que luego tengas uno colgado en la pared —conteste rápidamente.

—¡Obvio, mija! Cuando las vecinas vengan, les voy a mostrar ese diploma con orgullo.

Reí con ella mientras le enviaba un mensaje a Piero.

"Rafael sabe dónde estoy, tenía el collar de tu familia y me lo ha enviado como amenaza. Solo quiero que me asegures de que no vendrá a molestarme ni a mí ni mucho menos a mi familia. Por favor"

Me parecía un poco tosco ni siquiera saludarlo o preguntar cómo estaba pero él mismo me había dicho que no podría saber nada de él en los días en que estuviera en mi casa y que sólo le avisará ante cualquier indicio de amenaza. Espere su respuesta y nunca llegó.

Literal... Nunca vio mi mensaje, ni escribió.

Me preocupe, porque también había contactado a Angelo y a Dante y parecía como si se los hubiera chupado la tierra a los tres y en las siguientes semanas no obtuve respuesta, me pregunte si algo muy malo había pasado, si Rafael había hecho algo contra ellos o si estaban muertos. Se me encogía el corazón en las noches al no saber nada.

[...]

La entrada de la casa y la sala estaban decoradas sencillamente con globos dorados pegados con cinta en algunas partes, serpentinas blancas, un enorme pastel de graduación y un vino que yo misma costee.

Habían unos cuantos vecinos y mi profesor estaba allí celebrando la entrega de mi título el cual, él muy amablemente había mandado a enmarcar. Mi padre y mi madre estaban allí, orgullosos presentando a su hija abogada.

—Ahora hay quien te saque del calabozo cuando te metas en problemas —dijo un amigo de mi padre palmeando su espalda.

—No me hago responsable de posibles condenas —dije y todos rieron.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora