Capítulo Treinta y Seis

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¿En que demonios me estoy metiendo?

Bueno, sé que he dicho eso muchas veces pero en ese instante sentí que cada vez me metía en algo peor. Cuando fui a Sinaloa siguiendo la dirección que me había dado Piero, creí que me conduciría a un bonito edificio o algo así pero, si antes creía que mi barrio era feo y peligroso pues me equivoqué.

Nunca había visitado está parte de Sinaloa y hasta supuse que era una zona escondida del gobierno o algo así. Había mercenarios con armas por todas partes, ni un solo niño, ni una sola mujer.

Camine algo insegura mientras todas esas miradas de posaban en mi escuálido cuerpecito hasta llegar a la puerta de la dirección, era de metal y estrecha; la fachada era en ladrillo y no tenía ningún letrero. Desconfiada toque tres veces.

Deslizaron una pequeña puerta donde solo se veían un par de ojos enojados.

—Ehhh —tartamudee —. Piero De Luca me ha enviado —no supe que más decir.

—¿Quien es usted? —su voz era gruesa y un tanto intimidante.

—Solo vengo por unas pruebas para el jui...

Y cerró. El muy cabrón cerró la pequeña puerta en mis narices y por más que toque de nuevo, no volvió a abrir.

Así vamos a jugar, imbécil.

De mi bolso saque el collar de la familia De Luca y lo abroché al rededor de mi cuello, luego empecé a insistir con patadas en la puerta. Sabía que el collar me daba cierto poder, al menos en el mundo delincuencial.

El mismo para de ojos me miró con enojo después de abrir la pequeña puerta.

—No creo que a Piero le guste mucho que ignoren a la dama y la traten como un vil perro —dije con sarcasmo —. ¿Me vas a dejar entrar o tengo que traer a mis hombres para que te vuelen el culo por impertinente?

De inmediato la puerta se abrió y un hombre con enorme musculatura se inclinó ante mi presencia. Creo que empezaba a gustarme que hicieran eso.

—Disculpe señora —me dijo —. Roberto la esta esperando con las pruebas.

—¿Tan difícil fue?

Agachó la cabeza resignado y me dio paso a un extenso pasillo. A sus lados había varias puertas donde se escuchaban personas discutir, máquinas contando dinero, riñas y más. No me detuve, pensé que la puerta donde estaba Roberto era la última y lo que quería era irme pronto de allí.

Abrí la puerta sin golpear pues supuse que así eran las cosas con estos tipos. Había solo tres hombres al rededor de una mesa, al parecer jugaban a las cartas y había bastante dinero en el centro. Los tres me miraron y luego dirigieron la mirada al collar.

Uno de ellos se levantó y se acercó a mí, pero con un gesto le impedí que me tocará.

—Es un placer al fin conocer a la dama —dijo sonriente —. Soy Roberto, el...

—Solo vengo por un encargo de Piero, Roberto y me gustaría agilizar el proceso si no es molestia.

—Claro, estábamos esperando su llegada señora —contesto volviendo a la mesa —, sabemos por boca de Piero que usted es quien lo defenderá en el juicio.

—Si...

—Que increíble, la dama de la mafia como abogada. Éxito asegurado.

—¿Que son esas pruebas que tengo que ver?

—Pruebas a favor del señor De Luca, fue un tanto difícil de conseguir pero nada imposible para mis hombres.

Me entrego una delgada carpeta donde habían fotos, documentos y hasta muestras medicas donde ponía al señor diputado como el malo en la historia. Habían cambiado un poco la escena del crimen: allí decía que el señor De Luca había actuado en defensa propia por miedo a su familia. Supuestamente le había prestado dinero que el político había utilizado en negocios ilícitos, que Piero había cobrado pero el político en un arranque de ira lo había agredido.

Dama De Compañía [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora