¡ ᶜʰᵃᵖᵗᵉʳ ᵗʰʳᵉᵉ

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—¿Estás segura de que no quieres que entre contigo? —Laurent la había agarrado de la manga de la remera, mirando desconfiado a los Dursley. —Se ven... raros.

No se equivocaba, y Hestia lo sabía mejor que él. Los Dursley tenían una gran sonrisa impregnada en el rostro, se habían ofrecido a llevarle las maletas a su cuarto, y le habían prometido que Harry se encontraba durmiendo allí.

Hestia sabía que él no estaba durmiendo, lo mandarían a la cocina a fregar los pisos con su propio cepillo de dientes antes de dejarlo dormir pasadas las ocho de la mañana. Algo andaba mal.

Lo miró con dulzura y asintió. —No te preocupes Lau, estaré bien.

Pero él no le creyó. —Si no sé nada de ti en los próximos tres días, enviaré una carta a los Berkshire y vendrán por ti, ¿entendido?

Hestia asintió, era un buen plan. Volteó a ver al resto de la familia Selwyn y sonrió acercándose. —Los veré dentro de unas semanas.

Recibió sonrisas a medias, y se despidieron con abrazos y besos.

Vernon se hizo a un lado, dejándola pasar. —Pasa pequeña, pasa.

Cerró la puerta detrás de ella y la escoltaron hasta su cuarto. Tía Petunia colocó su huesuda mano en su hombro y apretó con fuerza.

—Nos enteramos de un muy lindo detalle, niña; ¡no puedes hacer magia fuera del colegio! Que bien escondido te lo tenías.

Pasó saliva con dificultad, y sintió un escalofrío cuando la áspera voz de su tío le susurró:

—Te quedarás encerrada aquí hasta el fin del verano. —La empujó dentro y cerró la puerta con llave. La risa de su tío se escuchaba por toda la casa.

No se molestó en gritar ni en quejarse. Sabía que no le abrirían y que, si lo hacía, las porciones de comida disminuirían aún más.

Le echó un vistazo al cuarto, estaba vacío. Su hermano no estaba allí, al igual que sus camas, los muebles, sus maletas y Calliope.

Quiso llorar. —Son solo unos días, puedes con eso.

Hestia sabía que una persona podía estar aproximadamente cuarenta días sin comer pero con "buena" hidratación, aunque claro, problemas graves de salud vendrían con ello. En cuanto al agua, no podría sobrevivir si no tomaba ni una gota en los próximos cinco días. Y era lo que más le importaba, Hestia rogaba porque le dieran agua limpia y no la que salía de la canilla del baño.

Suspiró agotada y se asomó a la ventana. Tenía rejas, demasiadas, y muy bien aseguradas. Hestia se preguntó qué había ocurrido en su ausencia para que a su tío se le diera por convertir su habitación en una jaula. Pero lo más importante, ¿dónde estaba Harry?

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Hestia abrió los ojos, estaba acurrucada junto a la puerta y un pequeño pedacito de pan reposaba en un plato de vidrio junto a un vaso de agua a la mitad.

La habían tenido así por seis días, y Hestia había comenzado a debilitarse. Pasaba el mayor tiempo posible durmiendo, evitando sus pensamientos y preocupaciones, y para evitar que la sed y el hambre la volvieran loca.

Tomó el pan -si es que podía ser llamado así- y lo metió en su boca, masticando como podía. Estaba duro y seco. Antes de que el vidrio del vaso tocara sus labios, el timbre sonó, y la esperanza inundó su ser. Se asomó por la ventana, un elegante auto negro estaba estacionada en frente de su casa, reconoció el automóvil y casi llora de la emoción.

Se escucharon voces y la escalera rechinando. El tintineo de las llaves alegró su corazón, la puerta se abrió y su tía Petunia la miró con seriedad.

—Si vuelvo a verte en esta casa durante el verano, no escaparás tan fácil. —Estiró su cuello, mirándola asqueada. —Ahora vete de una buena vez, tus porquerías están en el auto de tus amigas.

Hestia corrió escaleras abajo, Athenea y Antheia Berkshire la esperaban apoyadas en el marco de la puerta y su padre, Aedion, hablaba seriamente con su tío. Antheia alzó la mirada, encontrándose con los ojos ámbar que más le gustaban. Sonrió aliviada y la abrazó con fuerza.

—¡Me alegro tanto de que estés bien!

—De ahora en más, no pasarás ni un solo mísero verano en esta casa, Hestia, ¿comprendes? —Athenea la apuntó con el dedo, Hestia soltó un débil "Sí" y su amiga se unió al abrazo. —Nos tenías muy preocupadas.

—Hestia, pequeña. Siento haber tardado tanto, las niñas estaban con su madre. —Aedion se acercó y le dio un rápido abrazo. —Me alegra verte, ahora suban al auto. Yo enseguida voy.

Las tres se metieron en el auto, Hestia quedando en el medio. Athenea le sonrió.

—Lau nos dijo solo te falta comprar los libros, así que iremos a comprarlos después del almuerzo. Nuestras cartas llegaron hoy, supongo que la tuya está en posesión de los Dursley.

—¿Cuáles son nuestros libros? —Antheia bufó.

—Algún idiota fanático de Gilderoy Lockhart nos mandó a comprar toda su colección. —Hestia abrió los ojos, notablemente sorprendida.

—¿Toda su colección? ¡Es una locura!

Las mellizas asintieron. Athenea gruñó, cruzándose de brazos y tirándose para atrás, chocando su espalda contra el asiento. —Si llegamos a perder tiempo de clase porque nuestro profesor se la pasa parloteando sobre Lockhart, juro que le lanzaré un maleficio y daré las clases yo misma.

Hestia no podía hacer más que darle la razón. Gilderoy Lockhart era, probablemente, la persona más insufrible que Hestia había conocido jamás. Se había presentado tres años atrás en Flourish y Blotts. Aquel hombre había escrito una colección entera de libros sobre sus propias aventuras, adulando ser una especie de héroe y un mago extremadamente poderoso. Pero cualquiera con sentido común podía notar que tan solo se trataba de un egocéntrico bueno para nada que sabía manejar a la audiencia.

—La calidad de nuestros profesores de Defensa va en decadencia. —Antheia apoyó su rostro en el hombro de Hestia. —Oh, ahí viene papá.

Aedion subió al auto y suspiró exhausto. —Hestia, no hay forma que vuelvas a pasar un solo día con esa familia. Hablaré con la escuela más tarde, ahora vayamos a casa.

𝚃𝚑𝚛𝚘𝚞𝚐𝚑 𝚢𝚘𝚞𝚛 𝚎𝚢𝚎𝚜 - ʰᵃʳʳʸ ᵖᵒᵗᵗᵉʳ ᵘⁿⁱᵛᵉʳˢᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora