¡ ᶜʰᵃᵖᵗᵉʳ ᵗʷᵉˡᵛᵉ

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Hestia, bajo el encantamiento desilusionador, se movía entre los pasillos oscuros y silenciosos del castillo. Había mantenido un ojo sobre el trío de oro durante todo el día, reuniendo la información suficiente como para saber qué era lo que planeaban exactamente, y también, había podido sentir los ojos curiosos de Lestrange sobre ella.

Se dirigió al tercer piso y se coló por una puerta entreabierta. Lo que vieron sus ojos la dejó helada: un gigantesco perro de tres cabezas, con colmillos largos y afilados. Para su suerte, la bestia se encontraba durmiendo, pero ¿por cuánto tiempo más? Miró a su alrededor, una trampilla se ubicaba detrás del animal y una pequeña arpa a unos pocos pasos de él. Hestia lo comprendió, la bestia se calmaba con la música. Con su mano algo temblorosa, deslizó la varita de su manga y susurró un encantamiento que les había enseñado su jefe de casa. Con una armoniosa melodía, el arpa comenzó a sonar.

Un poco más tranquila, se acercó a la trampilla y miró hacia abajo, todo se encontraba oscuro. Se tentó de darse la vuelta y marcharse de ahí, pero la simple idea de su hermanito siendo asesinado la mantuvo ahí, agachada y tratando de acomodarse para pasar por la trampilla sin lastimarse. Y entonces se dejó caer.

Al contrario de lo que se imaginaba, aterrizó sobre algo mullido, de contextura algo extraña. Sus ojos se acostumbraron rápidamente a la penumbra y miró a su alrededor: había aterrizado sobre una planta. Pero aquella no era cualquier planta, sus ramas comenzaron a deslizarse, enroscándose alrededor de su cuerpo y cubriéndola cada vez más rápido; Hestia la distinguió como Lazo del Diablo. Desesperada, trató de liberar su mano derecha y gritó "Lumos" mientras apuntaba la horrorosa planta que trataba de cubrirle el cuello.

Hestia se levantó, y aún con una tenue luz azul brillando en la punta de su varita, se adentró por un pasillo de piedra. Llegó a una habitación bastante iluminada, guardando su varita, se fijó en los puntos brillantes que volaban a su alrededor. Distinguió una pesada puerta de madera al final, pero estaba cerrada.

Hestia volvió a mirar hacia arriba, dándose cuenta de que esos puntos no eran más que llaves aladas, la pelirroja frunció el ceño al percatarse de un par de escobas apoyadas contra la pared, comprendiendo de qué se trataba.

—Lo siento profesora, pero no tengo tiempo para esto. —Subió a una de las escobas y se alzó dando una patada, con rapidez, logró rodearlas manteniéndolas juntas en una especie de esfera. Volvió a sacar la varita y apuntó las llaves. —¡Immobulus Totalus!

Las llaves quedaron suspendidas en el aire. Hestia se acercó, buscando a la que más se asemejaba a la cerradura; una grande, antigua y de plata. La localizó cerca de una pared, la tomó y descendió, se aproximó trotando a la puerta y metió la llave en la cerradura, para su placer, giró.

Hestia pasó a la siguiente habitación, que se iluminó cuando ella puso un pie adentro. Se encontraba en medio de un tablero de ajedrez, completamente destruido, era como estar parada en medio de una guerra.

—¿Hestia? —La susodicha miró a su izquierda, el pequeño Ronald estaba cubierto de tierra y raspones. —¿Cómo... ?

Hestia se acercó, ligeramente preocupada.

—¿Dónde están?

—¡Hestia! —Hermione apareció de entre llamas púrpuras y se acercó corriendo hacia ellos.

Se puso inmediatamente de pie. —¿Dónde está Harry?

—Avanzó, debe estar con Snape ahora.

—¡¿Y por qué regresaste?! ¡Lo dejaste solo! —Hermione trató de tranquilizarla, explicándole qué era lo que había sucedido.

—Es inútil, no podrás pasar Hestia. El líquido se acabó, con suerte quedan unas gotas, no será suficiente.

𝚃𝚑𝚛𝚘𝚞𝚐𝚑 𝚢𝚘𝚞𝚛 𝚎𝚢𝚎𝚜 - ʰᵃʳʳʸ ᵖᵒᵗᵗᵉʳ ᵘⁿⁱᵛᵉʳˢᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora