¡ ᶜʰᵃᵖᵗᵉʳ ᵗʰʳᵉᵉ

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Hestia cruzó el muro tal y como la profesora McGonagall le había indicado, el andén 9 ¾ había aparecido frente a sus ojos. La pequeña observó su entorno, una gran y oxidada locomotora color escarlata, adultos y niños vestidos con túnicas cargando múltiples maletas y un montón de animales enjaulados.

Unas semanas atrás, Hestia había visitado el callejón Diagon con la profesora McGonagall. Habían ido a comprar todo lo que necesitaba para su primer año de Hogwarts, junto a algunos libros extras. Para Hestia, lo más emocionante había sido el momento en el que su varita la eligió a ella; había entrado sola a Ollivanders debido a que su profesora había querido darle privacidad, probó varias varitas de variadas longitudes, colores, núcleos y maderas hasta que el señor Ollivanders había decidido probar con las varitas más antiguas. Sacó cuatro cajas y las colocó frente a la pequeña. La segunda le había llamado la atención, la varita que contenía era de un color marrón mezclado con gris opaco, era larga y sus detalles eran preciosos y elegantes, el mango era sencillo con líneas curvas que se cerraban en la punta, como si fueran ramas. Hestia aún recordaba la calidez que sintió al rozar las yemas de sus dedos con la madera y la luz dorada que desprendió de la varita cuando Hestia la agitó.

El señor Ollivander la había descrito como una varita demasiado curiosa, era de madera de nogal, pelo de cola de thestral, rígida y de 34 pulgadas, una varita leal y poderosa para una bruja exitosa.

Hestia entró al tren y sin perder el tiempo buscó un compartimiento vacío. A la pelirroja le hubiese encantado llevar a su hermano con ella, que la despidiera en el andén y deseara suerte en su primer año como bruja.

Al cabo de unos minutos, la puerta del compartimiento se abrió y dos niñas rubias casi idénticas entraron.

—Hola, ¿te molesta si nos quedamos aquí? Muchos compartimientos están llenos. —La chica tenía el pelo un poco más largo y ondulado de la que Hestia suponía que era su hermana.

—No hay problema, siéntense. —Hestia las observó con detenimiento, parecían tener la misma edad por lo que seguramente eran mellizas. Tenían puesta la túnica del colegio al igual que ella, y unos cuantos adornos en su cabello. —Me llamo Hestia, Hestia Potter.

—¿Potter? —Esta vez habló la otra chica. —¿Conoces, por casualidad, a Harry Potter?

Hestia rodó los ojos internamente, la profesora McGonagall le había advertido de que eso pasaría. Su hermano había hecho historia con apenas un año y un par de meses de edad. —Sí, de hecho es mi hermano. Supongo que entrará en dos años a Hogwarts.

La del pelo más lacio lanzó un gritito. —¿Es verdad que tiene la cicatriz? ¿Se acuerda de algo de cuándo venció al que no debe ser nombrado? ¿Me firmaría un autógrafo?

—Sí, la tiene y piensa que es una marca de nacimiento. No, no se acuerda de nada. Y no, no firma autógrafos, ni siquiera conoce su propia historia. —Hestia sonrió, su profesora se había encargado de contarle a detalle la vida de sus padres y cómo habían sido asesinados protegiendo a Harry de un mago tenebroso sediento de poder que lo había marcado como su igual y había sobrevivido, mientras que ella se había quedado a salvo en brazos de una desconocida. —Por cierto, no me han dicho su nombres.

—Oh, lo siento. Yo soy Antheia Berkshire y ella es mi melliza Athenea. —Hestia sonrió, había acertado. La de pelo ondulado, Athenea, sacó un libro de su mochila y comenzó a leer. —Por cierto, ¿ya sabes en qué casa quedarás?

—Bueno, realmente no lo he pensado mucho, pero me gusta Ravenclaw. Y Slytherin no parece tan mala. —Antheia soltó una risa.

—Athi, te conseguí una amiga. ¿Sabes, Hestia? Muy pocos han dicho Ravenclaw y se han equivocado.

𝚃𝚑𝚛𝚘𝚞𝚐𝚑 𝚢𝚘𝚞𝚛 𝚎𝚢𝚎𝚜 - ʰᵃʳʳʸ ᵖᵒᵗᵗᵉʳ ᵘⁿⁱᵛᵉʳˢᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora