Capítulo 8.

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Una bolsa negra gigante, productos de limpieza, un par de sogas, un buen cuchillo y/o una sierra ¿Qué más me hace falta?

Jugué con el bolígrafo en mi mano mientras analizaba la lista para el super. La dividí por secciones, primero la comida, luego artículos personales y por último utensilios para el hogar.

—Creo que ya está lista — releí varias veces y tomé una copia de las llaves y mi bolso para el súper.

Me encamine a la entrada y me coloque al lado de mi compañero, quién estaba recargado en el marco de la puerta como estrella barata de Hollywood.

—¡¿Por qué las mujeres se tardan tanto?! ¡Lina!

Hice una mueca y me contuve para no empezar a golpearlo. Habíamos decidido hacer las compras juntos para repartirnos el trabajo, pero pasar tiempo con él era un verdadero reto. Aunque yo ya había descubierto su lado más "profundo" Nadir seguía manteniendo una máscara de hombre macho pecho plateado.

—¡Lina!

Volvió a gritar. ¿Qué acaso no veía que estaba a su lado? Imbécil.

—Aquí estoy... — gruñí, pisandolo fuertemente y adelantandome. Oí como blasfemiaba y lloriqueaba.

Al poco tiempo me alcanzó. Se quejo de lo violenta que era, pero lo ignore hasta que se calló.

Para llegar al súper teníamos que caminar una media hora a pie.  No sé que pensó la universidad al alejarnos tanto de la civilización, más a mí con ese imbécil ya que en varias ocasiones pensé en cometer un homicidio, pero mi libertad no valía la cabeza de un chico bipolar culo partido.

Tampoco teníamos carro. Mis padres me confiscaron mi licencia después de que me fui a la playa por más de 15 días y me gaste el presupuesto de mi fiesta de 18 y parte de lo destinado a la cena de navidad. Me perdonaron todo, menos que haya hundido el carro en el mar. No entraré en detalles de como sucedió esto, pero no floto el carro.

Suspiré. He dejado a un lado a mis fabulosos padres por un experimento que tal vez no tenga sentido para mí, pero que para Nadir parecía importante. Al menos lograría estar alejado un tiempo de casa.

Le miré de reojo con mucho esfuerzo. ¿Por qué tenía que ser tan alto? O más bien ¿Por qué yo no crecí más? Él era como 1.80 de algo, yo 1.55. ¿Cuál fue su secreto para ser tan alto? Acaso... ¡Oh, por dios! ¿Masturbarse tanto ayudaba a crecer?

Lleve mi mano a mi boca, ahogando un sonido de sorpresa. Tengo que poner en prueba está nueva teoría cuánto antes.

—Lunatica — oí un debe susurro. Hice una mueca.

Después de un prolongado silencio, abrí mi boca;

—¿Qué pasará con el equipo de fútbol? — pregunté sin apartar la vista del camino, él tampoco lo hizo, pero para mí sorpresa me contestó.

—Lo deje. Yo... No me gustan los deportes extremos.

Asentí. Algo me lo decía, porque está oportunidad significaba también sacrificios, el mío es alejarme de mis seres queridos, pero para él esto era una liberación de su vida monótona y obligada.

—¿Y tú? ¿No extrañaras la universidad? — me siguió la conversación.

Giré a verle y me encontré con su mirada. Sonreí ante su rostro avergonzado. Nos costaba relacionarnos, pero me daba alegría saber que ambos estábamos dispuestos a intentar remediar las diferencias.

—Lo haré. Me gustaba ir y participar en las conferencias y clases prácticas. Me fascinaba jugar con mis amigos y meterme con los profesores. Luego iba a mis terapias y llegaba a hacer tarea y a cenar con mis padres.

Por Una JaladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora