—¿Un ciento de rosas? ¿Hablas en serio? Eres un hijo de puta, literalmente. Es su cumpleaños.
El olor al humo de cigarro me lleno los pulmones. Abrí los ojos, respirando y sintiendo mis músculos quejarse adoloridos. Mi cuerpo entero se sentía igual que si hubiera estado toda la noche haciendo ejercicio... Suspiré. Y vaya ejercicio.
Nada de lo que habíamos utilizado para jugar esta noche se encontraba en el suelo o desordenado. Los dildos, arneses, lubricantes, cuerdas, nada estaba fuera de su lugar. En la cómoda un vaso de leche y un pan me tentaron. Mi estómago rugió.
¿Es neta Analina? ¿No te bastó con la leche de anoche?
Mi lado tragón respondió que no y me bebí la mitad de la leche de un trago. Bajo el vaso una nota roja en forma de corazón disparejo decía;
"voy a terminar cuentas de ayer. Disfruta tú desayuno y quedate en cama si así lo deseas. Pediré hamburguesas para el almuerzo".
P. D. Gracias.
La firma de Nadir se vislumbraba elegante en una esquina de la pos it.
Mi estómago se revolvió. Una señal de emergencia se activo en mi cerebro. Analina Cortés, reacciona. Esta maravillosa química va a terminar en menos de un mes cuando el tiempo del proyecto llegué a su fin. Volveré a ser la misma chica que estudia psicología para hacer algo con su vida, la que toma pastillas y ¡Mierda! ¡Llevo días sin tomar mi medicación!
Inconscientemente abrí el primer cajón de la cómoda. Nada. El cajón de encontraba vacío, sin pastilleros ni drogas. Me quedé en blanco. Sin saber que pensar ni hacer.
Afuera de la habitación, por la puerta entreabierta las voces se volvieron a escuchar.
—Volví con buenas noticias. El estúpido salió de la ciudad justo hoy en la mañana, en el cumpleaños de tu madre. ¿Podrá ser más puto?
Esa voz es de Ale.
Me envolví en la sábana y me asome por la puerta entreabierta. En el sillón Ale y Nadir estaban sentados frente a frente. Mi amigo el chico dildos locos contrarrestaba bastante con mi compañero quien traía una bata de baño negra amarrada a la cintura y su cabello húmedo pegado a la frente mientras fumaba un cigarro.Mordí mis labios recordando que esa boca sujetaba ese cigarro con la misma delicadeza que mi cuerpo entero anoche. Sentado tan relajado la imagen de chico malo no parecía ser tan herrada.
—La deja sola como todos los años. Eso no es novedad, Ale —Nadir succiono con fuerza del cigarro y soltó una nube de humo denso.
Fuma. No sabía que él hacía eso.
—¡Deja esa puta mierda! Es veneno y lo sabes —con un tic en la ceja, Ale le arrebato de los labios el rollo de nicotina y lo lanzo al suelo, pisándolo.
Su acompañante solo observaba con sus ojos dorados como el cigarrillo se desintegraba en el suelo. Sin pereza saco otro de la cajetilla en la mesa ylo encendió. Antes de succionar dijo: — También sé que me vale una mierda morir. Lo sé y lo sabes, Ale.
Silencio. El whisky que estaba tomando Ale se hizo añicos en el suelo. Justo al lado del cigarro ya apagado.
—Odio cuánto te pones así de melancólico. No puedes controlar tus ganas de ir a verla y felicitarla, ni tú miedo de que él se entere y la que pague las consecuencias sea ella.
—Si lo sabes guarda silencio —Nadir escupió junto con humo. Ale volvió a sentarse y servirse otro whisky, parecían acostumbrados a estás escenas entre ellos.
Ambos miraron en silencio a la nada. De pronto Ale se levanto y se inclino cerca de Nadir. Casi encima de él, podría jurar que casi se sentaba sobre sus piernas.
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...