Acostada en el pasto podía sentir la brisa refrescante tocar mi rostro aún húmedo por las recientes lágrimas.
Nadir también se recostó, eso me dijo porque la corbata en mis ojos me hacía ver todo oscuro lo cuál era tan extrañamente tranquilizador. Respiré profundamente y acomodé mi cabeza en sus piernas.
Silencio. Paz. En medio de aquel campo las posibilidades de que apareciera Freddy Krueger y que nadie encontrará nuestros cuerpos jamás eran más altas que en la ciudad, pero morir podría importarme menos. En este momento de paz no estaba sola y así hasta la vida es más llevadera, la muerte ni se diga.
-El primer recuerdo que tengo es cuando tenía 5 años... - Nadir habló tan bajo que a penas y su voz sobresalió del sonido de los grillos. Detecte un leve temblor en su tono. Imaginaba que hablar de su vida le resultaría difícil, pero no creo poder imaginar hasta que nivel.
Alce mi mano para buscar la suya quedando en el aire, dude ante la idea de que pudiese dessgradarle mi contacto, pero me sobresalte cuando sin aviso envolvió sus grandes y ásperos dedos con los míos. Casi pude jurar escuchar un gracias salir de sus labios.
-Pequeña majareta, debes prometer que no le contarás a nadie lo que te voy a contar - estrechó más fuerte mi mano. Todo lo que este chico me pedía me confundía hasta llenar mi mente solamente de él que casi podía jurar que ese es su objetivo. En repuesta le devolví el apretón y jale su mano para llamar su atención.
-No es la primera vez que me llamas majareta, ¿Qué significa?
Escuché como rió suavemente, con pena y diversión al mismo tiempo. Presentí que no era nada bueno.
-Investigalo cómo tarea.
-¡Hey, eso no es justo! - patalee. Él suspiró como respuesta y sin soltar mi mano murmuró algo que no creo poder olvidar nunca;
-La vida no es justa, majareta, es una bola de mierda que se acumula y que apesta - dijo con amargura. Mi pecho se oprimió y mi ágil mente para decir idioteces se apagó, este es el momento en que debo decir más estupideces que nunca para aliviar el ambiente pero simplemente no lo conseguí. Él tiene razón y su tristeza me anudaba la garganta.
Calma y silencio. Más al fondo el cantar de un ave hacia eco. Esperé pacientemente para que hablara, pero su nerviosismo y ansiedad eran latentes a través de sus manos sudorosas y el latir de su pecho que lograba escuchar acostada en sus piernas.
-Papá es el primer ministro del Estado — soltó amargamente, sin tapujos.
-¡¿Qué?! - me senté de golpe y, así como me levanté, Nadir me jalo el brazo para obligarme a acostar.
-No hagas un escándalo. No es la gran cosa - blasmo con disgusto, manifestando repulsión ante el hecho.
Ahora todo tiene sentido. La mansión que tiene como casa, los rumores fueron más fácil de difundir y... No, algo no cuadra.
-¿Por qué no escuché a nadie comentar que el primer ministro tenía un hijo?
De política no sé mucho. Todo eso se me hacía un show de estafadores quienes su cartera se igualaba a su panza de barril, pero era de conocimiento común la vida del primer ministro y su familia estaba compuesta solamente por su bella y amable esposa Keyla Urriaga.
Sin descendientes, el primer ministro manifestó su deseo de donar su riqueza a la beneficencia cuando muriera. Pero Nadir es su hijo, ¿Qué mierda significaba eso?-Porque no lo tiene. Él solo tiene una basura inútil marica que solo sabe llorar - la amargura en su tono me hizo estremecer. Vaya mierda...
-Bueno, no debes describirme a tu papá cuando te pregunté otra cosa. Él se ha visto en un espejo así que sabe que es una basura inútil marica que solo sabe llorar y a la que golpee como un saco e hice tragar tierra... ¡Mierda, debo huir del país! ¡No! ¡Mejor del planeta!
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...