-¿Cómo diablos terminaste con el pelo así, Ana?
Papá me terminó de secar el cabello. Me miré en el espejo y me gustó el cambio. Uno de mis padres era estilista, su nombre era Luis, él era un experto en su rama y siempre me mantenía a la moda y cuidaba mi cabello con esmero.
Cuando me vio entrar a la casa con mi cabeza pareciendo un puercoespín, casi se desmaya.
Le sonreí y dije que me había acostado en el pasto y un chicle se me pego en el pelo, del coraje me corté el pelo. No le costó creer en la mentira, ya que sabía de mis ataques de ira, los cuales a pesar de estar medicada, soy incapaz de contener.
Después de superar la sorpresa, papá Luis se ofreció a arreglarme. El resultado fue un corte pixie y rayos platinados. Debo admitir que el resultado me encantó.
Brinque emocionada y abrace por el cuello a papá.
-¡Eres el mejor! - lo estruje. Él me devolvió el abrazo pero luego me separó para revolver mi cabello.
-Lo sé. Pero ten más cuidado de ahora en adelante. Ve y prepara la cena, Marco no tardará en llegar del trabajo.
Asentí y me dirigí a la cocina. Revisé rápidamente los ingredientes que teníamos e hice unas ricas tortas de jamón con queso, receta que aprendí durante mi maestría en cocina rápida. Obviamente esto era falso, escogí hacer lo más rápido y fácil de hacer.
Prepare la mesa lo más bonito posible, me sentía renovada. Coloque los mejores manteles y cubiertos de la casa para quien quiera comer su torta con cuchillo y tenedor, a mí me gusta, a mis padres no, pero cada quien come como quiere.
Puse el florero con flores rojas artificiales y serví agua en las copas finas de la abuela. ¡Listo!
-¡Ya está la cena!
Sin respuesta. ¿Por qué no venía papá?
Salí del comedor y me dirigí a la sala, y allí estaba, sentado, cubierto de sangre... No es cierto, pero papá Luis estaba sentado con las piernas y brazos cruzados, con la mirada fija en mí. Esa posición significaba peligro.
-¿Qué hice ahora?
-Tú dime.
-Yo nada... -guarde silencio. Tenía una opción, y esa era el haberme metido en la casa de Nadir de manera ilegal.
- Tienes un minuto para confesar o el castigo será peor.
Tragué saliva. Esto era muy difícil. Pero si confesaba algo que no era la causa, me iría peor. Aunque, ¿Tenía algo más por lo cual sentirme culpable? Mi vida no ha sido un ejemplo a seguir, pero tampoco andaba delinquiendo en cada esquina.
-Diez segundos...
-Papá, yo... - lo mire suplicante. En su mano derecha el teléfono inalámbrico de la casa se encontraba como evidencia. Le han marcado, así que, por lo que me acusaron, fue transmitido por ese teléfono
La cuenta terminó. Papá Luis se levantó en el mismo momento en que la puerta de la entrada se abrió. Nos quedamos en silencio. Papá Marco intercambio su mirada entre papá Luis y yo, suspiró y volvió a salir cerrando la puerta.
Cinco segundos después, entró con el cabello desordenado y sus ojos azules ardiendo en un fingido enojo.
-Analina, ¿Qué hiciste? - aventó su maletín al suelo, creando un golpe sordo con su eco.
No dije nada. Estaba sorprendida. Con estos dramas, se me hace raro que no fuese actor y merecedor de un Oscar.
-Llamaron de la universidad, se peleó con un compañero enfrente de los laboratorios - papá Luis me acuso. Su mirada reprobatoria me hizo guardarme un suspiro de alivio. No se han enterado que me colé ilegalmente en una casa.
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...