Construir tu propio bar con dinero que te da tu padre por fingir no existir. Nadie más que Nadir podría hacer algo como eso.
—Jurame qué este lugar le pertenece al culo ese.
Ale cerró la puerta al entrar tras de mi. No hubo necesidad de aclarar quien es el "culo". Recorrí lentamente el lugar, las paredes tapizadas de negro y los suelos color rojo me rodearon, al frente un gran vidrio daba la vista del "paraiso".
En el lado derecho, en frente de un visiblemente cómodo sofá para dos personas de color negro, una pantalla de casi el tamaño de Nadir colgaba de la pared. Allí se fragmentaba varias escenas del lugar; seguramente imágenes de las cámaras de vigilancia. Un frigobar que no tarde en abrir para comprobar que contaba con variedad de bebidas y postres fríos y al lado una mini alacena con comida rápida y chatarra. Saque un envase de refresco y una bolsa de papas.Definitivamente este es el paraíso.
Seguí observando todo a mi alrededor, todo era tan sencillo, pero elegante y misterioso. Las tenues luces, los colores oscuros e intensos, una combinación de sensualidad y seriedad que cautiva.
Al lado derecho una gran pared y una puerta conectaba a otra habitación. En cuanto pegue el ojo allí, Ale corrió a cerrar con llave. Arquee mi ceja con curiosidad.
—¿Qué hay allí? —me acerque rápidamente y encare al chico dildos locos.
Con nerviosismo, guardo la llave en su pantalón negro de cuero y desvío la mirada. Su cabello largo ocultaba su rostro avergonzado.
—Nada que debas ver.
—Abre.
—No, no y no. Las mujercitas como tú no deben entrar allí —negó rotundamente, haciendo énfasis moviendo su cabeza y sus brazos de un lado para otro.
—¿Cómo yo? ¿Allí tienes una tienda también? —la idea de que en la próxima habitación habían dildos colgando de la pared, látigos en una vitrina y esposas en una cama colgante.
—¡No! Bueno no es una tienda en si... —murmuró suavemente. Lo poco que escuche fue suficiente para que la curiosidad en mi estallara y sin previo aviso, me lancé sobre él, tomándolo de los brazos trate de tirarlo, pero mantuvo el equilibrio trastabillando hasta toparse de espaldas con el sillón y caer uno encima del otro.
—Dame la llave —mascullé, Ale estaba lo suficientemente sorprendido para quedarse sin palabras, no sé si por mi aspecto de loca con el cabello corto desalineado y mi ropa desacomodada o porque caí encima de él y estratégicamente me acomode en sus caderas para evitar que se moviera.
Si alguien entraba es inevitable que confundiera la situación y pensará que estábamos haciendo el frutidelicioso.
Viéndolo bien, ¿No hay que aprovechar? Un chico guapo está debajo de mi, con un chaleco abierto que deja al alcance su delgado pero musculoso abdomen y su pantalón entallado que marcaba su centro cremoso.
—Deja de mirarme así, me das miedo —Ale suplicó tratando de bajarme de encima.
—P. Perdón es solo que... —guarde silencio, incapaz de decirle "perdón es que estás delicioso y por eso te sabrosé" o más casual "estoy caliente y quiero que tú hielo prominente apague mi calor" eso es acoso y lo segundo desesperado —como sea, dame la jodida llave.
—¡No! —gritaba mientras movía las caderas de un lado para otro, de arriba a bajo evitando que mis manos siquiera rozaran si bolsillo derecho.
—Joder, estaré quieto —cansada después de varios minutos de lucha inútil, descanse mi cabeza en su pecho agitado por el resiente esfuerzo —. Eres un maldito obstinado, solo dame la llave.
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...