Capítulo 3

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—Toma, aquí está.

Le aventé el bóxer azul a Brayan. Él los cacho en el aire y los extendió. Los dos huecos donde hice los ojos los hacían ver viejos pero en realidad eran Calvin Klein.

—¿Por qué están rotos? — los volteó y miró con extrañeza. Me encogí de hombros como respuesta.

—Yo qué sé. A lo mejor quería mejor ventilación...

O se les hizo un agujero con su dildo.

Aunque en realidad yo les hice el agujero.

—¿Cómo lo lograste? — Alondra enfocó sus ojos achocolatados en mí.

Mi mente comenzó a recordar lo que sucedió ayer, en esa fatídica tarde...

Puedo explicarlo...

Mi voz se cortó. Nadir gruñó y se levantó, dejándome allí tirada.

Parado frente a mí, desde este ángulo más inclinado todo se ve más grande, esa cosa no iba a entrar a ninguna cueva.

—¿Qué haces en mi casa?

Oí su pregunta, pero estaba tan concentrada viendo su gran ametralladora que no le pude contestar. Nadir vió a dónde se dirigía mi mirada y rápidamente sacó una toalla del clóset y se la enrollo en la cadera.

Me aclaré la garganta y hablé; —Debo irme.

Se giró para verme más desconcertado que antes, esperaba una respuesta , pero no quería decirle que entre a robarle un bóxer. Me sonroje cuando se agachó y me levanto por las caderas, dejando sentada y acorralada contra la cama. Su frente estaba arrugada y daba un aspecto aterrador, pero atrayente.

—Habla o te a tendrás a las consecuencias — dijo molesto y pego su frente a la mía, para intimidarme.

Oh, aquí te voy diosito.

Cerré los ojos, me dejé caer contra la cama y me abrí de brazos y piernas. Si iba a morir así, lo haría con dignidad.

—¿De a perrito o misionero? ¿O prefieres que yo te de?

—¿Qué mierda? — se sonrojó y se alejó. Aproveché ese momento para tomar impulso y levantarme para pegarle un cabezazo en el estómago.

Se agachó adolorido y yo emprendí la huida. Está me la iba a pagar Brayan... Mierda, los bóxer.

Me paré a medio pasillo y me regresé. Nadir aún seguía retorciéndose del dolor y tuve que agacharme a su lado para tomar el bóxer azul del suelo.

—Lo siento, dicen que soy una cabeza dura así que puede que te duela por un tiempo — me eché a correr a la salida. Le dejé con las cejas brincando del enojo — Y por favor, olvida lo que sucedió hoy — suplique desde la entrada de su habitación y emprendí la huida.

Mientras bajaba las escaleras, escuché pasos siguiéndome.

Mierda. Corre perra, corre. Acelere y afortunadamente logré escapar brincándome la barda.

—¿Lina? ¿Me escuchas? — Alondra me tocó el hombro, logrando que reaccionara.

—¿Si? — la miré. Avergonzada cómo nunca de cómo había vivido la tarde de ayer. Aún sentía que traía el olor a frambuesa en mi cuerpo y la imagen del cuerpo de Nadir muy presente.

—Te buscan — señaló dubitativa hacia frente de nosotras, miré del piso hacia arriba.

Tenis deportivos, piernas depiladas y largas, short de fútbol, playera del equipo de la universidad y el maldito 1 estampado sobre la tela dorada, hasta arriba, Nadir me observaba.

Por Una JaladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora