—No quiero ir a la cárcel de nuevo. No es bonito, no es agradable y la gente de allí dentro quiere volver a verme para hacerme un comité de bienvenida.
—¿Estuviste en la cárcel? —Ale me miro con cara de desconcierto.
—Obvio, ¿Quién no? —cruce los brazos en el pecho, recalcando la obviedad de este hecho que, por la cara del dueño de la tienda del pecado, no resultaba ser tan normal.
Vire los ojos y mire por el retrovisor como la madre de Nadir peinaba con cariño el cabello de su hijo hacia atrás, procurando que ningún cabello estuviera fuera de lugar, mi amigo siguió mi mirada y se congelo, se mantenía quieto sin mover un musculo, como si al moverse acabara con la magia del momento.
—Nadir, esa novia tuya no te va a traer nada bueno. Tu padre se enfadará contigo —dijo de pronto la madre de Nadir.
—¡No es mi novio!
—¡No es mi novia!Ambos gritamos al mismo tiempo. La mama de Nadir sonrió, sin creernos. Me sonroje cuando mi mirada se cruzó con la de Nadir y este tenía un reflejo cálido en su rostro. Desvíe levemente la mirada, incapaz de sostener la suya por más tiempo. Respira, Lina, tranquila, esa mirada es debido a su madre. Si, así es.
—Hija, no te asustes por lo que digo, lo menciono por su bien. Por cierto, mi nombre es Antonieta —la mamá de Nadir hora solo me sonrió a mí. Pude ver detalladamente su rostro, a simple vista no parecía ser más que una mujer con años encima, pero en sus ojos se vislumbraba una sombra de pena, en sus labios caídos la desdicha y en sus mejillas sumidas la humillación. Por debajo de la ropa totalmente cubierta podía vislumbrar en el cuello unas marcas moradas inútilmente cubiertas con maquillaje.
Esta mujer ha pasado posiblemente toda su vida así, ocultándose, sufriendo en silencio y, a la vez, a la vista de todos.
—Mucho gusto señora, mi nombre es Analina.
—Dos nombres en uno, la mujer llena de gracia que siempre está rodeada de amigos. Ese es el significado. Me gusta la etimología, perdón si es raro.
—Es exactamente lo que significa mama, esta chica nunca está sola.
Nadir tomo las manos de su madre con ternura y creí conveniente que era momento de bajar del auto. Le di un codazo a Ale, quien del lado del copiloto miraba con los ojos llorosos aquel conmovedor reencuentro. Que mierda. Le hice señas para salir del auto, pero se negó, tuve que bajarme y dar la vuelta al auto para obligarlo a hacerlo mediante una amable patada y unos afectuosos jaloneos.
Fuera del auto, nos quedamos recargados en la cajuela a hacer guardia por si alguien venia.
—Yo quería verlos. Nunca tendré oportunidad de hacerlo de nuevo —Ale se quejó, encendiendo un cigarro.
Lo mire fumar con el ceño fruncido. Odiaba cualquier adicción a sustancias toxicas, aunque para ser sincera yo aun tomo de vez en cuando, porque la "necesitaba" lo que me recuerda que desde que me mude con Nadir no había tenido tiempo de tomar mis medicamentos a regla y mis rutinas para relajarme eran muy dispersas. Inclusive he dejado de estudiar, maldita sea, esto no está bien. Nos juntamos para hacer un estúpido proyecto y ni siquiera había hecho eso.
—¿Quieres uno? —Ale me extiende la cajetilla de nicotina abierta para que tome uno, niego con la cabeza y empujo su mano suavemente para que la aleje de mí.
—Muérete tu solo.
—Con gusto —saco otro cigarrillo y lo encendió, fumando dos cigarros a la vez. Inhalo para soltar una densa de humo al exhalar –, llevo años rogándole para que vea a su madre el día de su cumpleaños, solo una vez lo hizo.
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...