-¡No, dale con la punta! - esa vez mi yo pequeña le gritó a todo pulmón a un mini Julián para que pateara más al chico echo bolita en el arenero, el mismo que me quitó mi sandwich momentos antes.
Recuerdo muy bien ese día porque fue la primera vez que lo conocí. Tenía 8 años, en la escuela donde mis padres me metieron todos me molestaban ya que no tenía buena fama. Me llamaban: la "destruye bolas" , no es por presumir, pero desde entonces daba buenas patadas en los bajos.
Pero sin importar que tan mala fé tuviera, no faltaba el grupito tonto que me trataba de abusar.
Llegaba a una nueva escuela con mi par de colitas altas, mi mejor sonrisa de niña buena y mis calcetines a la rodilla. Un ángel de pelo castaño reluciente y voz melodiosa que no podía evitar castigar a los malos.
Esa tarde me acaban de cambiar de escuela porque patee en los testículos a mi maestro de inglés, pero fue por una buena razón: el negligente no me dejaba ir al baño si no pedía permiso en inglés y dios sabe que lo intente pero lo único que conseguía era invocar demonios y casi mearme encima. Así que tuve que actuar desesperadamente y quitar al enemigo del camino y que mejor manera que patearlo donde más le duele.
Bueno a mí me pareció una excelente idea, pero a los directivos no ya que me echaron de allí.
Por eso llegué aquí, en la "mejor" escuela del barrio, permítanme recalcar el sarcasmo. La escuela era igual de cara que todas, la única diferencia es que había militares como maestros y granaderos en la entrada. Cuando comíamos el lonche nos lo revisaban antes para comprobar que no hubiera armas. Bien, no, eso ya lo estoy inventando pero era algo así. Aquí solo llegábamos los chicos problemáticos.
Todo marchaba bien, por primera vez nadie me miró feo cuando me presenté en clase porque nadie me prestó atención. En el recreo me senté sola en una banca cerca del arenero. Todo iba tranquilo. Creí que realmente está vez iba a durar más de una semana en una escuela, cuando gritos y forcejeos se escucharon acercarse a mi.
Cerré los ojos. Dios soy yo de nuevo...
Me mantuve tranquila comiendo mi sandwich cuando unos niños de grado superior pasaron a mi lado y me lo arrebataron de las manos.
-Gracias fenómeno - dijo socarrona mente y se sentó frente a mi, en la mesa, saboreando mi sandwich hecho con amor.
Cerré mi puño, temblando de furia. Mi pequeña yo respiraba en un vano intento de no golpearlo, pero su rostro pecoso y cabellos rubios me decían golpealo, golpealo... No me quedo de otra más que hacerle caso. El niño con cara de culo me pedía a gritos que le rompiera la nariz, no me quedo de otra más que complacerlo.
Cogí velocidad e impacte mi manita delicada en su cara, vaya fue mi sorpresa que otro puño lo golpeó al mismo tiempo y el mocoso cayó de espaldas en la mesa con la cara rota.
El chico que lo golpeó me sonrió y se echó a correr. Me quedé en modo tieso. En mi mente infantil ya aparecía un chico de ojos desiguales rodeado de coranzocitos rosas.
¿Será este mi ser amado?
Me quedé fascinada por sus ojos; uno azul y el otro verde, que combinaban a la perfección con su sonrisa sin algunos dientes y su cabello negro estilo emo.
-¡Atrapenlo! - un par de niños corrieron tras el chico guapo.
Me limpie la baba que caía de mi boca abierta. Suspiré al ver cómo lo cogieron y metieron al arenero para que comiera arena. Incluso con arena en la boca se veía guapo pero creo que no lo está disfrutando.
Eran tres chicos mayores contra un chico guapo, no me pareció equivalente así que me coloque en la orilla del arenero y sin pensarlo me lancé de panza sobre todos. Mis rivales cayeron en la arena y les hice calzón chino a dos. Al que quedaba mi nuevo amigo se encargaba de darle su merecido.
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Por Una Jalada
Teen FictionAnalina, es una chica a la que le encanta jugar a verdad o retos. Sin secretos, no tenía nada que perder y disfrutaba la adrenalina con cada reto, hasta que un día es retada a meterse a la casa de cualquier chico de la universidad, por rifa, tocó el...