Capítulo 9

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Termine de ponerme el bra y me observé en el espejo. Inmediatamente a parte la mirada,alejándome de allí para evitar romper la imagen frente a mí.

Las cicatrices de quemaduras, las largas y pronunciadas, las oscuras y las tenues, todas las odiaba, eran un obscuro recuerdo que me atormentaba. En mi casa estaban prohibidos los espejos de cuerpo completo, a penas y había unos cuantos para el rostro, esto gracias a mi historial de miles de espejos rotos en toda mi vida, pero está no era mi casa y a Martina le encantaban.

Amaba a Martina, era una muchacha muy buena, pero demasiado vanidosa para su bien. La conocí en primaria, era la chica más bonita, una niña amada por todos, buena en deportes y estudios, ella se me acercó al ver qué todos me negaban; yo era la chica rara con padres homosexuales y pasado desconocido, ella me apoyo mucho en los momentos difíciles, cómo ahora.

-Sus padres tendrán que hacer un buen trato - murmuré pensando en los excelentes abogados que eran.

Los padres de Tina eran los mejores abogados de la ciudad y siempre conseguían sacarme de problemas legales con éxito, estoy segura que está no sera la excepción.

Me da gracia recordar que su deseo era que mi amiga fuese modelo, cuando Tina estaba encaprichada en ser parte de su despacho, y finalmente los convenció para terminar cambiando de opinión diciendo "Qué aburrido es pelear por las personas y no me dejen defender a los animales" así es, ella quería apelar en casos sobre el medio ambiente, pero estos eran muy escasos.

-Cuando tuvo la oportunidad de participar para defender al perro de su novio no quiso - murmuré terminando de vestirme.

Baje la vista para ver la ropa que me prestó; vestido negro que me quedaba chico del busto, chamarra de cuero negro y unos botines negros de tacón. Mi estilo era más de pantalón y lo que cayera primero, pero no iba a negar que me gustaba.

-Aunque la loca viste de seda, loca se queda.

Salí del baño y camine a la sala. Desde allí podía oír risas femeninas y bufidos masculinos, me escondí detrás de una pared y vi a hurtadillas a Nadir sentado en la barra de la cocina con rostro de cansancio y al otro lado estaba mi amiga, sirviendo cerveza en dos vasos.

-Si, deje de estudiar derecha y comencé con la carrera de psicología porque quería ayudar a Lina.

-¿Ayudar a Lina? - Nadir arrebato el vaso de la mano de Tina, su rostro desinteresado seguía presente, pero ahora algo pareció captar su atención y siguió la conversación.

La boca de Martina se torció amargamente: - Si, ella no la ha tenido fácil, ¿Sabes? En realidad es un ejemplo a seguir. Lo que no entiendo es que hacía contigo.

La mirada azulada de mi amiga miró atentamente a Nadir, pero la apartó al instante ante su mirada fría y mordaz.

-Nada que te incumba.

-P. Perdón, fui impertinente, ¿Verdad? Voy a ver si ya terminó Lina de vestirse - nerviosa, bajó la mirada y camino rápido por el pasillo hacia donde yo estaba, me escondí para que no me viera.

De perfil pude ver su rostro impactado. La mordacidad de Nadir resultaba espeluznante.

Maldito pejelagarto; la había intimidado y eso era algo imperdonable.

Dando zancadas hacia él, me pare en frente, del otro lado de la barra. Sus ojos se centraron rápidamente en mi vestido que no encajaba en mi cuerpo, sonrió con sorna aumentando mi ira.

-Pareces tamal mal envuelto - comentó sarcástico.

Le sonreí de vuelta, y tomé el vaso de cerveza servido en la encimera, le sorbí sintiendo su fuerte sabor inundar mis sentidos. Otro trago y después se lo lance encima.

Por Una JaladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora