El por qué de todo

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Nezuko Saeko tenia once años cuando presenció el suicidio de su progenitora. Digamos que no era muy gratificante presenciar la muerte de tú madre al frente de aquellos infantiles ojos, se suponía que en aquella edad sólo debías preocuparte ver un nuevo episodio de Slam Dunk mientras jugabas con tus vecinos a la pinta.

Pero, más bien, Nezuko estuvo posicionada en un lugar incorrecto por las obras maquiavélicas del destino. Y mientras aquella niña sostenía la cabeza de su madre y sus lindos pantalones rosas se llenaban de sangre, las lágrimas caían sin parar y la chica solamente se hacía una pregunta: ¿Por qué mamá?. Por qué, por qué. Por qué aquella mujer de veintiocho años había decidido cortarse las venas al frente de su hija, no había respuesta ninguna ante aquellas dudas y mientras un nuevo tormento se asomaba en la pacífica vida de Saeko, ella seguía mirando los vacíos ojos de su mamá, de esa mujer que había prometido estar a su lado para siempre.

Nezuko lloraba y cuando su padre entró por la puerta del baño, aquella escena lo dejó desmoronado y con una impotencia tremenda calando por su garganta. Y más dudas brotaban en aquella pequeña habitación. Realmente, nunca se supo el por qué la madre de Saeko se había quitado la vida, ya que, jamás dejó una carta o algún indicios de que estaba pasando por un cuadro depresivo, a parte, recién había llegado de su tour mundial como pianista al rededor del mundo y comenzaría a impartir clases de música en una prestigiosa academia de Tokio.

Pero como dicen muchas veces: caras vemos, corazones no sabemos. Y Saeko. lamentablemente. era la única que sabía el por qué su madre había decidido quitarse la vida en un momento cúspide de su vida. Todos concordamos, que en primera instancia, una niña no debía saber los problemas de los grandes y lo más obvio, era hacerla presenciar un suicidio como muestra de un castigo eterno para aquella mente pura que portaba Nezuko hasta ese entonces.

El por qué de todo era bastante oscuro: La madre de Saeko se había quitado la vida por una razón que perseguía a la chica todas las noches antes de dormir y el echo de aquella brutal decisión, fue porque la madre de Nezuko había abortado al bebé que crecía dentro de su interior. Si, Saeko estuvo a punto de ser una hermana mayor, pero, desafortunadamente para la madre de la muchacha, su cuerpo no podía aguantar otro embarazo y el bebé que llevaba dentro ya estaba muerto, sin vida. Aquel echo derrumbó a la mujer mientras estaba en París, y la acorraló a una esquina sin salida.

Al llegar a su hogar nuevamente, no podía verles las caras a su pequeña familia y cada noche su mente era sometida a un espiral de culpabilidad que la arrastraba cada vez a querer dejar de existir. Se sentía inútil, se sentía fuera de lugar. ¿Cómo una mujer sana como ella no podía tener más hijos? ¿Por qué ella? ¿Por qué? Y así volvíamos al bucle de preguntas sin respuestas que atormentaban las mentes de esa familia.

Nezuko Saeko era la única que sabía que estuvo a punto de ser la hermana mayor, y jamás le comento nada a su padre o algún familiar, ni siquiera a su psicólogo o psiquiatra, ya que, sabia perfectamente que si confesaba aquel echo, su padre sería el siguiente y ella no quería eso. Así que, mientras la pequeña chica de ojos azules crecía, su mente era carcomida por los traumas del pasado, por las pesadillas nocturnas y aquel sentimiento de tristeza que inundaba su pecho todos los días.

Y cuando el diagnóstico psiquiátrico y psicológico llegó como una abofetada en la cara, Nezuko supo que nunca más estaría bien en su vida. Comenzó a encerrarse en si misma, mientras que su vida social se iba encogiendo cada vez con más fuerza. Su única compañía era seguir con su deslumbrante carrera como velocista, también su padre y abuelos que siempre estuvieron ahí para acompañarla, para consentirla, ya que, aquella niña no se merecía nada de lo que estaba pasando.

La secundaria fue un tormento, nadie le hablaba y ella tampoco se esforzaba en hacerlo. Los estudios se hicieron parte de su vida, al igual que correr como si su vida dependiera de ello. Las medallas de oro comenzaron a llegar, su título como "una de las deportistas más jóvenes en participar en las olimpiadas" y su fines de curso con menciones honoríficas jamás llenaron el vacío que se prolongaba en su interior

Su inicio de preparatoria fue un asco, y la única razón de seguir asistiendo a Fukurodani era aquel par de chicos mayores que la consentían, que le hacía compañía, pero se sentía tan culpable por no poder decirles que le pasaba que al final terminó huyendo a Miyagi, donde se suponía que todo iría mejor, y para su buena suerte, fue así, aquel lugar alejado de la escandalosa ciudad lo hizo sentir mejor, más libre y menos miserable.

Sabia que nunca olvidaría la muerte de su madre, sabia que nunca más podría saber como se siente ser una hermana mayor, pero ahora, debía avanzar, debía luchar y a hacer sentir feliz a aquellos ángeles que desde el cielo la cuidaban.

Algún día sería feliz, algún día aquella tristeza permanente de su corazón se iría y ahora que estaba acompañada, lucharía para seguir con una vida medianamente normal, con traumas y todo, pero con ningun medicamento de por medio.

In Solitary // Kageyama Tobio [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora