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Pedaleé hasta llegar a casa. Derrapé para bajar corriendo de la bicicleta. El coche de mi padre estaba allí, eso significaba que nada bueno había pasado. Entre dando trompicones mientras Winter me recibía impaciente.

-Elizabeth recoge tus cosas, te tienes que ir a Nueva York- dijo mi padre saliendo de una puerta mientras tecleaba rápidamente en su teléfono.

-que ha pasado? Donde esta mi abuela?- pregunté desesperada corriendo en dirección a su habitación. Su cama estaba vacía.

-su salud a empeorado notoriamente. La han trasladado a un hospital especializado en Nueva York, muévete si quieres que te lleve. Te quedarás con tu madre- dijo serio sin siquiera mirarme para empezar a realizar una llamada.

-te doy 10 minutos, te espero en el coche-

Me quedé en un tipo de shock por tan repentina noticia. Si me quedaba sin mi abuela se me acababa la vida entera. Pues ella había sido como una madre y mi mayor confidente. 

Corrí escaleras arriba para empacar rápidamente en una maleta lo necesario. Ropa, el bajo, mis libros y los álbumes de fotos.

Winter me miraba con tristeza y gemía. Parecía que el también sufría. Lo acaricié con cariño y le indique que me siguiera. 

Al subirme al coche y acomodar mis cosas mi padre miró al perro con el ceño fruncido.

 -no lo pienso dejar solo-dije defendiéndolo mientras me sentaba en la parte trasera junto con el canino.

Él rodó los ojos y asintió.

El camino hacia Nueva York fue bastante aburrido. Mi padre y yo no cruzamos palabra, yo simplemente mimaba a Winter y escuchaba música en mis audífonos.

Abandonaba Colorado por primera vez en dos años, no lo había hecho desde que ese verano las cosas se quebraron con mi padre, desde que mi forma de vida cambió completamente y no lo sabía pero parecía que estaba por comenzar una nueva etapa.


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Estaba sentada en la sala de espera mirando a la nada. Por mi cabeza pasaban demasiadas cosas y mi culo dolía de una manera insoportable. Había estado allí sentada durante varias horas esperando a que me dejaran pasar a ver a mi abuela. Cada vez que salía un doctor corriendo y entrando de la sala levantaba la cabeza rápidamente con expresión de súplica. La vida ya me había arrebatado suficiente, no era justo que se la llevaran también a ella.

Me levanté para estirar las piernas e ir a horrible baño publico. Cuando entre me miré al espejo. Mis rasgos ya no eran los de una niña, era un chica joven de ojos marrones claros, nariz recta pero algo respingada, piel pálida y alguna que otra peca. Tenía unas ojeras enormes de no haber dormido y mi expresiones en sí irradiaba tristeza y algo de molestia. Lavé mi cara para luego salir de inmediato al aburrido pasillo de nuevo y sentarme. El doctor fijo su atención en mí y se acercó.

-puedes pasar a verla- dijo con algo de pena.

Al parecer no pintaba nada bien.

Estaba nerviosa, entre a la habitación donde encontré a mi abuela en una cama casi irreconocible conectada a un millón de aparatos. Esa imagen se quedó grabada en mi cerebro. Parecía que su aura ahora era débil y había envejecido muchos años en estos últimos dos meses. 

-Lizzy cariño...- dijo con una voz débil y algo ronca.

Me acerqué de inmediato y cogí su mano entre las mías.

Hasta la luna roja (James Hetfield / Metallica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora